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Victoria Mendoza Psicoterapeuta

Hablemos de cosas personales

Hace dos días me despedí de mis hijos dando algunas recomendaciones en caso de que yo ya no volviera, les recomendé quererse y ayudarse siempre que pudieran, y cuando no pudieran hacerlo, no debían sentirse culpables; les recomendé que no fuesen pobres como su madre y les recomendé que intentaran ser felices siempre que les fuera posible, pero que eso debían aprender a hacerlo durante toda su vida. Esta despedida era porque marchaba a la clínica a que me operaran y como siempre hay riesgo en toda intervención quirúrgica, por si acaso, sin dramas ni cursilerías, me despedía y daba algunas recomendaciones.

Hoy estoy aquí escribiendo mi artículo, eso significa que he vuelto y tendré más tiempo todavía para seguir dando recomendaciones a los hijos, sin pasarme claro, porque los hijos odian los sermones y tantos consejos de madrecitas histéricas no son nada didácticos. Yo sé bien que a todos ustedes, vasquitos y vasquitas, no les gusta hablar de cosas personales, mucho menos les gusta que sepan acerca de sus sufrimientos, pero afortunadamente tienen a una mexicanita entre ustedes y sin ningún pudor, a manera de provocación, les comparto esta parte de mi historia para pincharles no a que hablen de cosas personales, pero sí a que piensen acerca de estos temas, ya que de vez en cuando nos conviene pensar sobre la enfermedad, sobre la muerte, sobre la pérdida de nuestros seres queridos. Por ejemplo, ¿qué es lo más importante que nos gustaría trasmitir a los hijos? ¿Qué personas son importantes para despedirnos de ellas? ¿Qué conocimiento heredamos? ¿Qué deja- mos de nosotros? ¿Qué nos llevamos? En fin que de vez en cuando viene bien hacer este tipo de reflexiones.

Nunca me han gustado los homenajes donde se recuerdan todas las maravillas de la persona que ha muerto. En ese momento no hay más que halagos y creo que todos debemos tener la capacidad de ver lo bueno y lo malo de la persona, sea en vida o en su funeral. ¿Por qué esperar a que muera para reconocerle todo lo bueno que haya podido hacer en vida y por qué sólo acordarnos de lo bueno cuando muere alguien querido para nosotros, cuando también tenía sus manías y sus neurosis? Ver las cosas de esta manera dificulta el proceso del duelo.

Las personas debemos aprender a hablar de todos estos temas con más naturalidad, ya que por lo general somos un poco torpes en eso de manejar nuestros sentimientos o hablar de nuestras emociones y creo también que no todos estamos preparados para vivir ni para morir, por eso mismo es bueno que de vez en cuando hablemos y pensemos en la muerte, eso que nos tiene que llegar cualquier día por enfermedad, por accidente o por edad. Así tal vez podríamos dejar dicho lo que debimos decir y nunca nos atrevimos, o hacer lo que quisimos hacer y nunca hicimos, o al menos, disfrutar un poco más de la vida, de los hijos, de los amigos, de la familia, de la salud, de la naturaleza, de la comida, del sexo y de la naturaleza. Por si acaso, comencemos por disfrutar un poco más de la vida.

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