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desde la cuneta

No me doy por vencido

Unai IRARAGORRI

Son las reglas de un juego macabro que los corredores aceptan porque firman todo lo que les presentan. Y así les va. Son los monos de la feria y no espabilan. Cuando ganan sus directores les felicitan y todo son honores; pero si dan positivo son apartados, repudiados, se quedan solos. Es lo que le ha pasado a Mayo. Saunier Duval ya ha dicho que el equipo no tiene nada que ver con el positivo. Es la hipocresía de este deporte, abrazos cuando ganas y la puerta de la calle cuando das positivo. El dopaje de Mayo ha sido una puñalada. De las que duelen y, sobre todo, entristecen. Intento defender este deporte pero se me acaban los argumentos. Me canso de escribir sobre etapas épicas y después quedarme con cara de tonto cuando surgen estos escándalos. ¿Qué podemos vender ya? El ciclismo agoniza. El que gana es sospechoso. Es la gran victoria del ciclismo: la tolerancia cero ha llevado a la credibilidad cero. Y también han conseguido socializar la agonía. Ya no me asombra nada. Pero no nos podemos venir abajo. Este mal, que quiero pensar es de unos pocos, ensombrece al resto. Hay que luchar y apoyar a los que apuestan por el sacrificio y por jugar dentro de los límites permitidos. Porque tengan un reconocimiento justo a su trabajo y compitan en unas condiciones mínimas. Porque creo en corredores como Igor Antón o Amets Txurruka, porque cuando pienso en ellos todavía me ilusiono y me queda una mínima esperanza de seguir creyendo.

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