Empezamos bien el agosto. El Tribunal Supremo español acaba de sentenciar que la bandera «nacional» (la suya) debe ondear de forma permanente y preferente en todos los edificios públicos de los territorios sometidos a su jurisdicción. Se libran, pues, todos los pueblos de la tierra con las tristes excepciones de gallegos, vascos y catalanes. Mala suerte la nuestra. Las referencias de prensa dedicadas al asunto no especifican si los magistrados autorizan o incluso recomiendan la inclusión del toro de Osborne, tan sentido por sus tropas en los confines de la tierra donde combaten en curiosísimas misiones de paz. O el oso Michogán, aquél que tanta satisfacción proporcionó al jefe del Estado de los magistrados después de darse a sí mismo un baño de satisfacción a base de vodka y anfetaminas.

La segunda gran noticia de este inicio agosteño es el nombramiento de un nuevo obispo para los vascos. Hasta la fecha contábamos con cinco prelados de diferente condición. Conozco a alguno, a otros los intuyo y al que ocupa las sedes de Iruñea y Tutera se le ve venir de lejos. Descalzo, con el báculo como lanza, la bandera del torito de forma permanente y preferente y las papeletas electorales de la Falange en el bolsillo de la sotana.

Para satisfacción de muchos navarros -incluidos los dos con los que comparto espacio en estas páginas- a Fernando Sebastián Aguilar le toca disfrutar del merecido retiro, pero como la alegría dura poco en casa del pobre, les va a tocar ahora lidiar con otro arzobispo que promete. Es arriesgado -y, sobre todo, injusto- juzgar sin conocer, pero el nuevo arzobispo llega recomendado y de la mano del saliente Sebastián, lo que en sí mismo mueve a desconfianza. Tampoco ayuda a superarla su decidida vocación bélica, ejercida con grado -creo- de general de división en su calidad de Vicario General Castrense. El día en que Madrid y el Vaticano caigan en la cuenta de que la paz y la normalización no llegarán con la imposición de banderas decoradas con motivos taurinos y de clérigos militarunos, las cosas empezarán a tomar mejor color, pero en los 43 agostos que he vivido las cosas han sido siempre así. Y así nos/les va.