Maite SOROA
Cosas inmanentes e inmutables de España
En la prensa más fachonga, o sea en «La Razón», publica un vocal del Consejo General del Poder Judicial (español, of course). Enrique López se liaba ayer la manta a la cabeza sobre las diferencias entre relatividad y relativismo para cargar sobre los de siempre.
Se lamentaba López y ponía ejemplos: «en un informativo de una cadena de televisión nacional se presentó lo que se denominaba una encuesta de valoración de líderes políticos, en cuyo listado aparecía Arnaldo Otegi, considerado el portavoz de Batasuna, brazo político de ETA (...); la satisfacción es que estaba en el último lugar, pero es que no debía aparecer en lugar alguno. ¡Cuánto esfuerzo pedagógico se debe hacer para que se entienda que Batasuna no es nada!». No sé si tanta capacidad de abstraerse de la realidad es buena para juzgar al prójimo.
En segundo lugar de sus angustias, constataba otra realidad: «representantes de ANV `legal' realizan actos reivindicati- vos junto con sus colegas del `ilegal' ANV, poniendo de manifiesto la incongruencia de la existencia de una formación política de cuya mitad no se cuestiona su legalidad, mientras que de la otra mitad se consigue su ilegalización, como consecuencia de alegar y probar una causa que se extiende a todo el partido». Lo que le pica al fachendoso es que esa formación ha cosechado doscientos mil votos.
Lo que le pone malo es la posibilidad de que el respeto a la libre decisión de nuestro pueblo finalice un conflicto de siglos, porque, aduce, «en una negociación de cualquier tipo, cuando se afectan referentes esenciales, Constitución, Estado de Derecho, forma de Estado, cumplimiento de condenas, etc., el ámbito de discusión marca la fortaleza moral del que negocia. Aquí no caben campos gravitatorios que hacen relativos el tiempo y el espacio, sólo hay un tiempo y un espacio, marcados por un principio, la Soberanía Popular, que sólo reside en el Pueblo Español. (...) La lealtad constitucional es un valor supremo, debe ser inmanente a nuestro sistema y nada debiera cuestionarlo». Cuando Franco decía cosas parecidas terminaba el discurso gritando «¡Arriba España!» Seguro que López también lo gritó al terminar.