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Jim morrison continúa provocando polémica incluso tres décadas después de muerto

¿Jim Morrison murió de sobredosis en un night club parisino o de un ataque al corazón en su bañera? Treinta y seis años después de su fallecimiento, el mítico cantante de The Doors sigue dando de qué hablar, en este caso por la polémica enconada en la que se han embarcado sus biógrafos.

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Claire ROSEMBERG

Cuando muere una estrella de rock los interrogantes sobre las circunstancias de su vida y, sobre todo, de su muerte, acostumbran a multiplicarse, y en ocasiones lo hacen de tal modo que poco importan los años que hayan pasado desde el fallecimiento del artista de turno. Es el caso de Jim Morrison. La historia oficial dice que el mítico cantante de The Doors murió en el mes de julio de 1971 en París, producto de un paro cardíaco que lo sorprendió en la bañera. Se tejieron especulaciones al respecto, pero nadie lo puso en duda. Hasta ahora.

El último libro que ha salido a la luz sobre la vida del legendario rockero de la década de los 60, titulado «The End» y que ha sido publicado este mes en París, afirma que Morrison murió en los baños del Rock and Roll Circus el 3 de julio de 1971. Su autor, Sam Bernett, era el gerente de este club de moda al que acudían todas las estrellas del rock que pisaban París y que deseaban diversión. Pero Philip Steele critica vehementemente esta versión, que contradice a la de la familia y a todos los biógrafos que, hasta el momento, ha tenido el cantante de The Doors: «Enloda la memoria de un gran poeta y autor de canciones», se indigna Steele, quien publicó en febrero del año pasado una novela biográfica sobre Morrison, titulada «City of Light».

Sam Bernett, escritor y periodista -estuvo en los años 60 en «The New York Times» y, desde su regreso al Estado francés en los 70, ha sido una figura de la radio- se defiende: «Yo no ensucio nada, sólo digo la verdad», declara. Según su versión, la noche del 2 al 3 de julio, Morrison, de 27 años, desapareció en los baños del club después de una fuerte sesión en la que no faltaron el vodka y la cerveza. Acababa de comprar una dosis de heroína para su amiga, Pamela Courson, con la que convivió en sus últimos años. Tuvieron que forzar la puerta de los baños. «Jim Morrison estaba allí, con la cabeza entre las rodillas y los brazos caídos», relata Bernett. «Su cara estaba gris -prosigue-; los ojos los tenía cerrados, había sangre en su nariz y saliva blanquecina como de espuma alrededor de la boca, ligeramente abierta, y en la barba. Jim no respiraba».

Entre los testigos se encontraban los dos camellos que le habían vendido la droga a Morrison y el médico que le atendió. Los primeros mantenían que sólo se había desvanecido, pero el médico, de quien no se cita el nombre, dijo que había muerto probablemente de un ataque al corazón. El propietario del club no quiso llamar a la Policía para evitarse problemas y los camellos se encargaron entonces de sacar el cuerpo fuera del club por una de las puertas de los vestuarios que da a los bastidores del Alcazar, el night club vecino. En el libro se cita a otro testigo de la escena, el fotógrafo Patrick Chauvle, quien declara que «Morrison se sintió mal en los baños y yo ayudé a transportar su cuerpo inconsciente. No sé si estaba muerto. Pudo morir en su casa». En su libro Bernett no explica los detalles sobre cómo el cuerpo fue transportado a la casa del cantante o cómo los camellos intentaron reanimarle dándole un baño caliente, bajo la mirada de su compañera que estaba como en trance. Cuando se llamó finalmente a la Policía para que diese fe del fallecimiento, se había borrado cualquier resto de estupefacientes que podía haber en el apartamento.

La amiga de Morrison, quien murió cuatro años más tarde de una sobredosis, siempre mantuvo una versión nada coherente según la cual la pareja fue al cine la víspera y, al despertarse la mañana siguiente, ella encontró el cuerpo del cantante en la bañera.

En opinión de Philip Steele, músico y autor de la banda sonora de la película «Kill Bill», de Quentin Tarantino, el libro de Bernett se apoya principalmente en biografías publicadas anteriormente y firmadas por Stephen Davis y Danny Sugerman, y que lo único que aporta de nuevo es «el escándalo». Ante la inexistencia de una autopsia que pudiera aclarar todos los extremos, afirma que él personalmente continúa creyendo en la versión oficial: Morrison pudo sentirse mal en el club, pero murió en su casa después de que tomase por error la dosis de heroína destinada a su amiga, en lugar de su cocaína habitual.

Sam Bernett, por su parte, apunta que «desde hace 36 años muchos me preguntaban insistentemente cuándo iba a decir la verdad, porque mucha gente conocía esta versión. Ya está hecho».

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