el drama de áfrica
Luz verde a una misión militar de interposición de la ONU en Darfur
En medio de una gravísima crisis humanitaria que clama al cielo desde hace cuatro años, y con el trasfondo de una lucha entre potencias por el control de importantes recursos energéticos, el Consejo de Seguridad de la ONU ha dado luz verde al envío-refuerzo de una misión de interposición al enclave de Darfur.
GARA | NUEVA YORK
El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el martes (madrugada del miércoles en Euskal Herria) y por unanimidad el envío de una fuerza de interposición a Darfur, enclave situado al noroeste de Sudán y escenario desde 2003 de un conflicto armado que ha causado decenas de miles de muertos y ha provocado una gravísima crisis humanitaria, con dos millones de personas desplazadas.
La fuerza de interposición, que estará compuesta por 26.000 soldados y policías, tendrá carácter híbrido (ONU-Unión Africana) e integrará en su seno a los 7.000 soldados africanos acantonados en este enclave. Un territorio que, pese a sus seis millones de habitantes, tiene una extensión similar a la del Estado francés.
Los promotores de la resolución, capitaneada por Gran Bretaña y el Estado francés con el apoyo de Washington, trataron de sortear el hecho de que la ONU llega a Darfur con cuatro años de retraso insistiendo en el hecho de que se trata de la mayor «misión de paz jamás autorizada por la ONU», en palabras del embajador de EEUU ante Naciones Unidas, Zalmay Jalilzad.
Su principal impulsor, el nuevo primer ministro británico, Gordon Brown, justificó sus esfuerzos al asegurar que el que asola a Darfur es el «mayor desastre humanitario» en la actualidad en el mundo.
Rebaja del texto
La resolución 1769 fue aprobada tras la presentación de tres borradores anteriores rechazados por China y los tres países africanos con asiento actualmente y de forma provisional en el selecto club de las potencias nucleares mundiales (República del Congo, Ghana y Sudáfrica).
Los promotores occidentales de esta iniciativa tuvieron que pulir sus pretensiones iniciales, en las que acusaban directamente al Gobierno sudanés por su papel en el conflicto y le amenazaban con «medidas adicionales» en caso de no colaboración con la misión.
Todos estos puntos fueron retirados. En la misma línea, y pese a que la resolución se basa en el Capítulo Séptimo de la Carta de la ONU, que permite a las tropas el uso de la fuerza, la redacción final reduce en la práctica esa posibilidad a la legítima defensa y a la protección del libre movimiento del personal humanitario ya desplegado.
Así las cosas, el Gobierno sudanés anunció ayer que acepta la resolución y se felicitó de que incluya el compromiso de que la misión (bautizada con el nombre de UNAMID) será mayoritariamente africana y dirigida por un africano.
El ministro de Exteriores del Ejecutivo de Jartum, Lam Akol, destacó, asimismo, que la resolución incluye «una estrategia de retirada» y compromisos en torno al impulso del acuerdo de paz de Darfur. Y es que Jartum, que no dudó en su día en impulsar una «salida militar» al conflicto, insiste ahora en que la solución «sólo será política».
Pobreza y marginación
El conflicto en Darfur se remonta a febrero de 2003, cuando dos organizaciones, el Movimiento de Liberación de Sudán (MLS) y el Movimiento por la Justicia e Igualdad (JEM), se alzaron en armas para protestar contra la pobreza y la marginación en la zona. No faltaron ni faltan actualmente analistas que denuncian el supuesto patrocinio estadounidense de estas reivindicaciones, por otro lado totalmente legítimas.
El Gobierno de Jartum no dudó entonces en armar a las milicias árabes Janjaweed contra estos grupos guerrilleros y las poblaciones que les apoyaban.
Jartum firmó el año pasado un acuerdo de paz con el MLS, del que se desgajaron varios grupos disidentes. Tampoco rubricó el acuerdo el JEM, de tendencia islamista rigorista y que encabeza actualmente la oposición al Gobierno central, protagonizada por una veintena larga de grupos armados.
El Ejecutivo sudanés insiste en invitar a estos grupos al acuerdo. La ONU y la Unión Africana (UA) les han invitado a una cumbre en Arusha (Tanzania) mañana y el sábado, coincidiendo en el calendario con la aprobación de la resolución.
Y es que la violencia persiste. Sólo en el mes de julio al menos dieciséis personas han muerto en enfrentamientos entre tribus árabes rivales.
Tanto la ONU como la UA coincidieron ayer en destacar que el éxito de la misión conjunta UNAMID sólo puede ser complementario a un acuerdo político entre Gobierno y rebeldes. Y prueba de ello ha sido el fracaso de la misión africana desplegada en los últimos años.
Abandonados a su suerte
Con 7.000 hombres de 26 países africanos sobre el terreno, se trata de la primera misión de interposición de envergadura lanzada por la Unión Africana.
Presentada en su día como una iniciativa que dejaba atrás la inoperancia de la Organización para la Unidad Africana (OUA, de la que la UA es heredera), la misión ha resultado un fracaso por su falta de medios financieros y humanos. Pese al compromisó liderado por la Unión Europea para sufragar sus gastos, los soldados de este contingente denuncian que no se les pagan sus salarios. A ello hay que sumar que la AMIS (mision de la UA en Sudán) ha perdido a 19 hombres desde su llegada a Darfur, en agosto de 2004, así como un centenar largo de sus vehículos.
Prácticamente recluidos en sus cuarteles, los «cascos azules» africanos no han podido siquiera cumplir el tímido mandato que se les otorgó: «proteger a los civiles ante amenazas inminentes en la medida de sus posibilidades».
La UA espera, a partir de ahora, un mayor compromiso para enviar tropas por parte de los principales países aportadores, liderados por Ruanda y Nigeria.
Desconfianza
Organizaciones humanitarias como Oxfam saludaron la resolución pero pusieron el acento en que la UNAMID no estará lista antes del próximo año.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) recordó que «la comunidad internacional tendrá que echar mano al bolsillo para que el despliegue sea efectivo y rápido».
El tiempo apremia, ya que muchas de estas organizaciones se han convertido en objetivo de grupos armados. El Programa Mundial de Alimentos ha denunciado crecientes ataques contra sus convoys.
Darfur es escenario actualmente de una de las mayores -si no la mayor- operaciones humanitarias en el mundo. Una profusión de grupos entre los que no faltan, sobre todo desde la retaguardia de EEUU, organizaciones evangélicas y sionistas de claro perfil político.
Organizaciones humanitarias que, al fin y al cabo, deberán compartir espacio con los soldados, con el consiguiente peligro. «Tendremos que trabajar con ellos sin confusión de papeles», advirtió Jean-Philippe Chauzy, de OIM. «La situación no puede empeorar más de lo que está», se mostró confiado el Alto Comisariado de la ONU para los Refugiados por boca de su portavoz, Ron Redmond.
Como tantas veces ocurre en África, en Darfur se dan la mano los tres lados de un triángulo infernal. Una miseria y falta de expectativas para la simple supervivencia vital en un territorio, por otro lado, con unos recursos naturales ingentes. Y, en el tercer vértice, una lucha por esos recursos en la que los contendientes internacionales no dudan en utilizar todas las armas -incluida la desesperación de sus legítimos dueños- que tienen a su alcance.
Según recientes prospecciones, el enclave de Darfur nada en unas reservas de crudo que multiplicarían por dos las reservas con que cuenta Sudán. A ello hay que añadir sus grandes yacimientos de uranio y oro (no negro) y el hecho de que alberga una de las mayores reservas subterráneas de agua de todo el continente africano.
F. William Engdahl, colaborador de Global Research, asegura que Darfur se ha convertido en «un importante campo de batalla en la nueva Guerra Fría por el Petróleo». Una batalla en la que pugnan, de un lado, el todopoderoso imperio estadounidense y, de otro, la potencia china emergente.
Una China que prosigue con su exitosa estrategia de «desembarco» en África en su afán -necesidad perentoria- de asegurarse fuentes de materias primas y energía a largo plazo.
Para ello no ha dudado en apuntalar sus relaciones con buena parte de los países africanos. Y lo ha hecho con mano izquierda y concesiones de préstamos en unas condiciones extremadamente ventajosas en comparación a las que acostumbran a gravar el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
A cambio, la Corporación Nacional Petrolera China explota los campos petrolíferos de Sudán del Sur, territorio de mayoría cristiana que vive actualmente en una frágil tregua tras dos decenios de sangrienta guerra civil contra el norte, predominantemente árabe y musulmán.
No faltan analistas que apuntan a que EEUU, que controla el petróleo de la vecina Chad, financió en su día al Movimiento Popular de Liberación de Sudán (del Sur) y luego a los movimientos rebeldes en Darfur en una lucha que tendría como objetivo último el control de sus recursos petrolíferos.
Es en este contexto en el que se pueden entender las derivadas del conflicto de Darfur. Entre estas últimas hay que incluir el ancestral odio de Sudán a Gran Bretaña, su antigua metrópoli, y a su aliado estadounidense. Washington, por contra, no oculta su animadversión hacia el Gobierno sudanés, al que en la última década ha castigado con bloqueos económicos e, incluso, con bombardeos, como el que ordenó Bill Clinton contra la mayor planta farmaceútica del país en 1998.
Demócratas y republicanos van de la mano en su pretensión de forzar el «cambio de régimen» en Jartum, capital del país más grande de África y que cuenta con una diversidad étnica casi sin parangón (más de 400 etnias con su propio idioma o dialecto) en cualquier otro Estado del mundo.
Un régimen que tampoco dudó en utilizar los odios intertribales para lanzar a tribus árabes para sofocar la rebelión armada de Darfur. Todo apunta, no obstante, a que el tema se le fue de las manos y a que sus apadrinados actúan ya fuera de su control. Algo similar a lo que ocurre en el otro bando, con una guerrilla, el JEM, que ha llevado al extremo su islamismo, al punto de hacer pasar por moderado al Ejecutivo de Jartum.
Y en medio de este drama, y junto a muchas organizaciones estrictamente humanitarias y desinteresadas, asociaciones evangélicas o sionistas estadounidenses hacen su trabajo de zapa en el seno de iniciativas conjuntas y bienintencionadas para ayudar a la población de Darfur. El cuarto lado para cerrar el círculo.
Dabid LAZKANOITURBURU