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Maite SOROA

Los fantasmas y las fantasmadas

Aalgunos, presos de sus fanatismos y sus fantasmas, les importa poco la veracidad y la sensatez de lo que dicen. Y así se ganan el currusco. Ildefonso Ussía la emprendía ayer a mamporros en «La Razón» con el clero vasco, una de sus grandes obsesiones.

Hablaba de Loyola y decía que «La Casa de Ignacio es triste. He vivido tras sus muros y paseado su huerto. La libertad la establece el pitido del tren de Zumárraga, de ida o de vuelta. Entre Azpeitia y Azcoitia, en un valle triste aun en los días más soleados». No piensan eso quienes hayan recorrido el precioso Valle del Urola sin los prejuicios de Ussía. Y lo del tren es muy bueno: desapareció hace 20 años...

Y le empieza a zurrar a Setién a quien acusa (por enésima vez) de mantener actitudes «siempre paternales con los terroristas, los familiares y los delincuentes presos, y siempre distantes e hirientes con las víctimas y los suyos». Y luego, a por su sucesor: «A Setién le sustituyó Uriarte Goricelaya, que parecía más humano, pero se trataba de una simple apariencia. (...) A los terroristas huidos los define como `exiliados', voz que no usa para referirse a los más de doscientos mil vascos que viven en el resto de España huidos del terror y las amenazas. Y cuando habla de las víctimas del terrorismo, inmediatamente menciona a los presos etarras, equiparando los sufrimientos de unos y otros. Monseñor Uriarte Goricelaya pide reflexión, medida y cambio en la sociedad vasca para que el problema de la `violencia' se solucione. Pero él está exento de la reflexión...» ¡Qué sabrá el vividor de Ussía de sufrimiento!

Incapaz de entender la realidad, insiste: «si los obispos vascos se hubieran colocado claramente del lado de las víctimas, de los asesinados, de los heridos, de sus familiares y del éxodo de los vascos que buscaron la paz y tranquilidad en otras tierras de España, las cosas no estarían como están. Quizá, dentro de cinco siglos, un obispo de San Sebastián se atreva a pedir perdón por la impostura y el fanatismo de algunos de sus predecesores. (...) El Alcalde de Azpeitia, de ANV, abandonó la basílica encantado con las palabras del Obispo. El paisaje de la mentira y la manipulación es infinitamente más triste que el de los verdes vencidos por el frío». El alcalde, de ANV, no estuvo en la basílica de Loiola. Ya ven que Ussía no se entera.

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