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Estanis Etxaburu Etxerat elkarteko kidea

Por la senda que conduce a la amnistía

Es labor de todas y de todos responder mediante la denuncia, la solidaridad, la movilización y la firme voluntad y deseo vehemente de ese futuro sin represaliados políticos que soñamos

En su Asamblea Nacional de marzo de 2006, Etxerat habló de la necesidad de una verdadera solución, que no de meros parches que dieran continuidad a esta hiriente y sangrante realidad. Pasaron doce meses y una nueva Asamblea ponía encima de la mesa una situación realmente alarmante: el transcurrir de un año que algunos calificaban de muy ilusionante, en el que los gobiernos francés y español, con su clara decisión de negarnos el deseado futuro y con ello crear aún mayor sufrimiento humano, se habían vuelto todavía más violentos: la muerte de presos, de- tenciones, tortura, encarcelamientos, accidentes de familiares y allegados; la negativa de los partidos gobernantes a poner en libertad a presos con enfermedades físicas y psíquicas graves, así como a presos con las condenas impuestas cumplidas; la represión contra la muchedumbre que demanda el fin de tanta barbaridad contra un colectivo, el de nuestros seres queridos encarcelados, que sigue alejado, disperso, aislado y sin que sus derechos sean respetados. Todo un diseño para la aplicación de una política penitenciaria o, lo que es lo mismo, el calculado y lento camino al asesinato.

No hay una foto pública del familiar herido que milagrosamente sale de un coche accidentado camino a una cárcel. No hay imágenes de aquellas familias que, conociendo el día señalado para abrazar a su ser querido en la puerta de la prisión, son informados de que tal abrazo en libertad se pospone diez, doce... años. No hay telediarios que nos informen de las enfermedades causadas por las mismas condiciones de vida que durante años se imponen a los presos. No hay una imagen que mida la impotencia de un preso político en huelga de hambre (léase Angel Figeroa) en demanda de unas dignas condiciones de vida y de su puesta en libertad, pues padece una grave e incurable enfermedad. No hay una grabación de esas veinte solitarias horas diarias entre cuatro paredes, a cientos y cientos de kilómetros de casa. No hay una foto del desarraigo de nuestros niños de muy corta edad con sus madres presas y tan lejos de Euskal Herria. No hay una foto de Gotzone, recién operada de una grave enfermedad. No hay estadísticas institucionales que midan la maldita y cruel intencionalidad de los 27 años de José María Sagardui Gatza. Ni tan siquiera hay una foto de nuestros familiares exiliados políticos que, después de tantos años haciendo frente a una vida de constantes impedimentos y bajo una digna y serena añoranza inmersa en todo un anonimato, han de luchar también contra esas consecuencias de salud de extrema gravedad (eutsi, lagun!). No, no hay fotos, pero es la realidad que padecemos día a día.

Por el contrario, sí que nos encontramos con imágenes que pretenden darnos cuenta de otra realidad. Aquélla que sonrientes presentan las instituciones y partidos políticos, aparentando cierta incertidumbre ante un futuro próximo y, a su vez, miran para otro lado cuando los familiares nos acercamos para darles testimonio del presente que los Estados y sus colaboradores nos hacen mal-vivir y exigirles com- promisos para dar fin a tantas vulneraciones de derechos.

Es por todo ello que, banderola en mano, hemos salido a las carreteras; lo mismo por lo que cada semana emprendemos nuestra ruta de solidaridad y cariño para con los que día a día se enfrentan a unas criminales medidas de excepción de aislamiento y persecución política que no pretenden otra cosa que destruir las vidas de los represaliados y todo su entorno familiar, afectivo y político. Y volveremos a salir a las playas de Euskal Herria mañana para seguir relatando lo que acontece bajo esta política de París y de Madrid que no toma vacaciones ni cesa segundo alguno en su deseo de crear mayor sufrimiento humano. Seguiremos la más que necesaria senda de la exigencia de compromisos firmes y efectivos para terminar con esta grave e inquietante situación. En demanda de libertad para los presos gravemente enfermos y para los que hayan cumplido las condenas impuestas, así como de la vuelta a Euskal Herria de todos nuestros seres queridos garantizándoles todos y cada uno de sus derechos.

Salimos al asfalto, saldremos a las playas y también tomaremos nuevas iniciativas nada más comience el curso político; con el firme compromiso ciudadano de este país, de los agentes políticos, sociales, sindicales... con las banderolas ondeando en los balcones y en las sedes durante todo el año, aquéllas que claman la vuelta a casa de nuestros familiares y allegados presos y exiliados. Es labor de todas y de todos responder mediante la denuncia, la solidaridad, la movilización y la firme voluntad y deseo vehementemente de ese futuro sin represaliados políticos que soñamos.

Para soltar las ataduras de tanta vulneración de derechos, mucho tiempo atrás nos pusimos en camino; una dura andadura que pretende alargar la mano y traerlos a todos a casa y para siempre. Y así, todos juntos, soltar las ataduras de un futuro que se nos niega. Es por todo ello, pues, que: Amnistiaren bideari gara lotuko.

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