Raimundo FITERO
Tómbola
La política es una tómbola. Pepiño es un tombolero que no sabe ni el «conceto» que rifa. El caso del Viejo Reino se ha convertido en un paradigma del triunfo del trilero. ZP es un fantasma que va de accidente en incidente sin saber siquiera de lo que habla, pero lleva cámaras y abre noticiarios televisivos. ¿Moción de censura después de las generales? Depende. Será si gana. Si pierden llorarán por las esquinas de sus incongruencias. ¿A qué juegan? Todos tranquilos. Miremos a la historia de ese partido que dice que es socialista, que no es obrero y que solamente es español, y nada más, aunque tenga sucursales con capataces para hacer el trabajo sucio diario. No interesan los ciudadanos, interesan los intereses económicos de los Pepiños de todas las estructuras de los partidos.
Así es esta turbia etapa de política exprés, de políticos que van a llevárselo y rápido, donde los programas, los ideales se venden baratos, baratos. Dan ganas de zambullirse en la arena y no en el agua. Todos están ojo avizor para ver dónde hincar el diente. Todos se pasan sus pobres argumentarios por un pacto infame para colocarse siempre a favor de intereses económicos propios. La política es una tómbola, pero al final se van a quedar sin nadie que les compre los boletos, porque está todo apañado y las txotxonas hinchables están con agujeros que las deja como un montón de plástico que no sabe a qué cosa pertenece.
¿Dimitirá alguien? No. ¿Por qué, para qué? Si se mira pueblo a pueblo, Diputación a Diputación, gobiernillo a gobiernillo, las ganas de ser abducido por los marcianos crecen. Es tal el descaro con el que se toman decisiones contradictorias que uno ya no entiende nada. Necesita más de un descodificador. Las alianzas coyunturales para repartirse el pastel empiezan a ser víricas. Todos están felices cuando pueden tocar poder, es decir, poder vivir del rollo, por eso les importa muy poco la ética, ni la estética y mucho menos la política. Apartada de manera groseramente antidemocrática una parte importante de la ciudadanía de las urnas, el resto se reparten las carteras, como buenos y bien avenidos carteristas.