¿Y eso del «no imponer, no impedir»?
El PSOE se cae por el tobogán en Nafarroa. A día de hoy, asume hasta la declaración de UPN y CDN que impedía gobernar a los abertzales y que tanto escandalizó en su día.
Ramón SOLA
El 3 de abril de 2006, la Mesa y Junta del Parlamento tomó uno de esos acuerdos que sólo pueden tomarse en Nafarroa y que fueron recibidos con notable estupor fuera del herrialde. GARA lo reflejó en primera con un titular inhabitualmente valorativo: «UPN y CDN pactan un acuerdo antidemocrático en el Parlamento de Nafarroa». Pero no era para menos. En una declaración sin parangón alguno, la Cámara navarra rechazó que en el futuro el Gobierno navarro «esté formado por fuerzas políticas que no asumen el proyecto de Navarra como comunidad foral diferenciada». Les acusaba incluso de «pretender hacer desaparecer la personalidad propia del pueblo navarro».
El PSN optó entonces por un silencio prudente. Y es que la declaración no llegaba en un momento inocuo. ETA acababa de anunciar un alto el fuego permanente para emprender un proceso democrático. UPN-PP sabía que Nafarroa podía ser utilizada como parapeto para evitar que avanzara y lanzó este primer obús. La Moncloa sabía que aquel alto el fuego no era una decisión unilateral, sino que se basaba en unos compromisos mutuos adoptados por Gobierno español y ETA. Entre ellos estaba el de que La Moncloa respetaría los acuerdos tomados libremente por los agentes vascos y ratificados por su ciudadanía. Y que esos acuerdos afectarían a Araba, Bizkaia, Gipuzkoa, y también a Nafarroa.
Un día después de aquella declaración sin precedentes, el portavoz parlamentario del PSN, Fernando Puras, explicaba en estas páginas que «UPN y PP no nos condicionarán, el PSN hará lo que tenga que hacer». «Estas cosas dificultan que el proceso pueda avanzar, hay que actuar con prudencia». O sea, el PSOE se lo estaba pensando.
La indefinición no duró mucho. En junio, Zapatero no citó a Nafarroa en la declaración en la que prometía respeto a la decisión libre de la ciudadanía vasca. Mientras tanto, hizo suyo el discurso del PP del herrialde como «moneda de cambio». Luego evitó que el PSN se sumara a las conversaciones entre los partidos políticos vascos. Más tarde hizo de la cuestión navarra el punto de bloqueo definitivo antes de levantarse de la mesa de negociación. Después deformó otra vez la composición del Parlamento dejando fuera a la izquierda abertzale. Unos días más tarde, Fernando Puras argumentó ya públicamente que «no es procedente» que un abertzale como Koldo Amezketa presidiera el Parlamento navarro. Y ahora el PSOE decreta que no sólo ANV no puede tener escaños en la Cámara, sino que Nafarroa Bai tampoco puede gobernar. Ya sólo le falta reconocer que UPN y CDN tenían razón aquel 3 de abril de 2006.
Nafarroa Bai opinó ayer que en este fracaso hay un logro: «haber demostrado que era perfectamente posible y viable un gobierno plural, de progreso y estable en Navarra. Esto es algo terriblemente importante». Sería largo e infructuoso debatir sobre si hacía falta ceder tanto terreno (con el marco, con el euskara, con la ikurriña...) sólo para acabar visualizando que sobre Nafarroa se decide en Madrid, sobre si para este viaje hacían falta tantas alforjas. Quizás sería más práctico que Josu Jon Imaz cambiara de dirección sus baterías y explicara eso del «no imponer, no impedir» a Madrid, que es quien impone y, sobre todo, quien impide.