Modesto Garcia Marañon Gasteiz
Sobresaltos
Fue una noche de pesadillas, me quedaban dos días para coger vacaciones y no sé si por culpa del calor o por esas ganas de desconectar con ciertas obligaciones diarias, el caso es que dormí poco, soñé demasiado y tuve varios sobresaltos. Así que al día siguiente me encontraba cansado y bastante preocupado.
Y es que hay en nuestro cerebro un despertador que de vez en cuando suena en nuestra conciencia para recordarnos que somos humanos, y que si los sentimientos por causas propias o ajenas no están en paz, es muy difícil desconectar.
Repasé los sueños para intentar encontrar una explicación a tanto sobresalto y desvelo y me acordé del refrán: el que con pan sueña hambre tiene. Y es que la realidad de la vida, de nuestra profesión, de nuestro pueblo es o la hacemos tan dura que mientras no consigamos hacerla más justa y racional ese tan ansiado y apacible sueño se verá truncado, y el despertador nos seguirá desvelando y sobresaltando.
Soñé tal bodrio de situaciones, unas más o menos lógicas y otras tan absurdas, que no es de extrañar que sobresaltos y desvelos fueran en cadena hasta que tocó el despertador del currela y, como un autómata y después de ducharme, intenté descifrar el porqué de mis sueños. Soñé que yo era Zeledon. Sonó el chupinazo y me vi con el paraguas, como si de un parapente se tratara, volando de cárcel en cárcel con una caja de farias encantados. Llegué a Langraiz y lancé varios, vi como Elurtxuri encendía el suyo e inmediatamente se transformaba en humo y a los pocos minutos se encontraba en la plaza de Aramaio con sus vecinos. ¡Joder, esto funciona!, me voy al Dueso. Vi en el patio a Ismael, uno lo cogió al vuelo, le pidió fuego al boqueras, y visto y no visto, al poco rato estaba en la plaza de la Virgen Blanca. Me voy para el Estado francés antes de que se acabe la caja. Pregunté en Fleury por Aintzane y me dijeron que ya no estaba, que la habían vuelto a trasladar, y cogieron los farias. ¡Fumad y esfumaos! No tenemos fuego, contestaron. Pero ella sí tiene, y Alberto también. Me voy volando. Iba tan ilusionado que no me fijé que tenía delante la torre Eiffel. Zas!, cacharrazo, sobresalto, sin paraguas y sudando. Qué asco, si estaba soñando.
Intenté conciliar el sueño pero ya no podía, el sueño de los farias se convertía en humo. Cogí la bandera y una vez más fuimos a las playas a reivindicar Presoak eta errefuxiatuak etxera!