Al día siguiente de que Fernando Puras anunciara su decisión de dimitir como parlamentario, desde su destino veraniego José Luis Rodríguez Zapatero trataba de vender más humo. Ahora resulta que el partido que se encargará de dar cuatro años de gobierno más a la derecha navarra va a hacer una «oposición exigente» y va a velar por que las cosas del gobierno discurran «de forma muy diferente». Cerrado el capítulo del «gobierno del cambio» con NaBai e IUN, resulta que se puede dar el triple salto mortal y garantizar que se cumplirán las aspiraciones de la sociedad navarra sin respetar la decisión del PSN y aventurando una metamorfosis de Miguel Sanz que no convencería ni al más crédulo. Sin duda, el PSOE anda con problemas para maniobrar y, por mucho que se insista en que «los compañeros navarros» comprenden que «se trata de defender el interés general», lo cierto es que con Sanz en el gobierno nada cambia -para bien- en Nafarroa. Aunque parece difícil cerrar la crisis abierta sólo con la dimisión de Puras, resulta por ahora aventurado equiparar el malestar que existe en amplios sectores del partido con el impulso a una corriente crítica que venga a cuestionar lo andado por el partido en estas dos décadas. El problema está en el origen, en un modelo político que, según descubre ahora Puras, excluye a una parte de la sociedad.