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Antonio Álvarez Solís Periodista

Los ciudadanos tontos

Tras la monumental burla de Ferraz a los socialistas navarros escucho el festón que pone a esta iniquidad el Sr. Rojo, presidente del Senado, burgués ilustrado, con el correspondiente e histórico miedo de todo socialista al pueblo: «La decisión adoptada en Madrid tiene un calado que dificulta su entendimiento por la ciudadanía». Bien; hay muchas formas de interpretar la disciplina. Puede llegarse al mismo servilismo. Esto último es fácil cuando el súbdito menospreciado no tiene un fondo ideológico profundo. Sin ideas firmes, sin raíz moral, la disciplina es un salvoconducto a cualquier lugar. Pero ¿a qué lugar? ¿A dónde quiere conducir el Sr. Rojo a los socialistas navarros tras embargar su libertad y declararlos tontos?

Hablemos del supuesto «calado» de la decisión ejecutada por el Sr. Blanco, que leyó la sentencia en nombre del Gran Manitú ausente. ¿Calado? Está absolutamente claro el proceder del leonés sinuoso, tortuoso, anfractuoso. Hay que volver a la Casa grande tras las próximas elecciones. No importa para qué, salvo el poder, al que el leonés ya ha ofrecido los exvotos de la Catalunya sacrificada, de los fuegos canarios posiblemente olvidados ya, del estatuto pastueño de Andalucía, de la absurda noche barcelonesa, del niño perdido y hallado en el euro, de las viviendas pintadas en palo rosa para la juventud...

Hay que volver a la Casa grande, Macondo de piedras huecas. Y para volver hay que ordenar la procesión de disciplinantes con cestos de votos sobre sus cabezas. Votos que están en Andalucía, en La Mancha, en Castilla, en Murcia, en León, en Extremadura, en tierras unidas por un solo vínculo: la sumisión de Euskadi o de Catalunya, fábricas del dinero que juegan en la mesa madrileña. Más aún: votos para salvar a una España que sólo se conmueve con el miedo a quedarse sola. El Sr. Zapatero lo sabe y ha encargado a su Pepiño que alimente con cabezas, aunque sean socialistas y navarras, la boca de la hidra jacobina. ¡Ay, esos socialistas a los que ni siquiera dejan engañar a Nafarroa Bai! Mas ¡qué vale un hijo ante el Dios de los ejércitos, que ha enviado a Pamplona un general vestido de arzobispo!

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