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60 años de una «Partición» que cambió para siempre el mapa del mundo

En la madrugada del 14-15 de agosto de 1947, India y Pakistán declaraban sus respectivas independencias sobre los rescoldos del imperio británico.

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Dabid LAZKANOITURBURU

En esta era de profusión y abuso de los aniversarios redondos, pocos hechos históricos como el nacimiento de India y Pakistán -esta noche hará sesenta años- pasarán tan desapercibidos. Y eso que la «Partición», término acuñado pr el Imperio Británico, que a día de hoy puede considerarse un proceso inacabado, dio origen a dos de los seis estados más poblados del planeta.

Algo tendrá que ver, sin duda, la precaución de no despertar viejos fantasmas entre dos enemigos irreconciliables que han librado varias guerras en este medio siglo largo y que poseen, ambos, el arsenal nuclear.

Pero, desde la perspectiva de Occidente, este olvido trata de ocultar la responsabilidad de la metrópoli en un proceso que, como la gran mayoría de las descolonizaciones que se han dado a lo largo de la historia, estuvo plagado de tragedias y consecuencias dramáticas que persisten en la actualidad.

Agotada por seis años de contienda (la Segunda Guerra Mundial) y presionada por la lucha de liberación nacional protagonizada en los últimos años, aunque no en exclusiva, por el Partido del Congreso, Gran Bretaña quiere poner punto final a dos largos siglos de dominación. Ésta comenzó en 1777 de la mano de la Compañía de las Indias Orientales y su explotación y administración del subcontinente indio que, con sus 5 millones de kilómetros cuadrados, contaba ya entonces con 300 millones de habitantes.

Un control británico que se forjó sobre las ruinas del imperio mogol (dinastía musulmana) y que, utilizando la vieja estrategia de «divide y vencerás» anuló uno contra otro los poderes locales de los distintos territorios que componían el Raj- como era conocido el subcontinente en aquella época-.

Más cerca en el tiempo, mediado el siglo XIX, la corona británica asume directamente el control de la administración del imperio tras la rebelión de los Cipayos, una revuelta en la que tendrán un papel destacado los dirigentes de la población musulmana del subcontinente, un quinto del total.

Estos dirigentes asistirán con preocupación al nacimiento del Congreso Nacional Indio, dirigido por las élites de la mayoría hindú -en el que los musulmanes no llegarán a superar nunca el 6% de delegados-.

Dos estados

La estrategia de división impulsada por Londres no descansa y sus promesas de «más democracia» -en favor de la mayoría hindú- en un escenario de frágiles equilibrios entre ambas comunidades en muchas provincias acaba por convencer a los dirigentes musulmanes de la necesidad de asegurarse, en el futuro, su propio Estado.

El cataclismo que el final del califato otomano tras la Primera Guerra Mundial supone para todo el mundo musulmán, y para los musulmanes del Raj en particular, será aprovechado por la Liga Musulmana, nacida también a finales del siglo XIX, para promover la solución de los «dos estados». Cabe destacar la paradoja de que este movimiento nació y se forjó en estados con mayoría hindú en los que los musulmanes eran minoría.

Pakistán, un acrónimo

De ahí a la búsqueda de un nombre que aglutinara en el futuro a los musulmanes del Raj va un paso. El término Pakistán se oirá por primera vez en ambientes estudiantiles en Cambridge. La P corresponde al Punjab, la A a los afganos de la frontera (los pastunes de las zonas fronterizas actuales), la K a Cachemira, la S al Sind y el TAN a Baluchistán. Nótese la ausencia de referencia alguna a Bengala. En lengua urdu Pakistán se puede traducir, además, como «El país de los puros».

Mohamed Ali Jinnah, líder de la Liga Musulmana y padre fundador del futuro Pakistán, liderará las negociaciones con el Partido del Congreso y con Londres para lograr el objetivo.

El desenlace se acerca y Mahatma Gandhi, líder espiritual del Partido del Congreso, propone en 1944 a Ali Jinnah una amplia autonomía en una futura India independiente. La Liga Musulmana, que conseguirá en las elecciones del año siguiente unos resultados históricos -tras haber logrado condenar al ostracismo a las formaciones unionistas hasta hace poco mayoritarias en las provincias de mayoría musulmana como el Punjab-, rechaza la oferta.

Al año siguiente, un último intento por evitar la emergencia de dos estados con la creación de un Estado Federal unitario fracasa por la negativa esta vez del líder político del Congreso, Jawaharlal Nehru. Este boicot provoca un levantamiento en Calcuta que se salda con 5.000 muertos.

La suerte está echada y el último virrey británico, Lord Mountbatten, acelera los planes de retirada siguiendo el esquema de «Divide y vete». El plan de partición establece un Pakistán que incluye al actual y a Bengala Oriental (Pakistán Oriental), estado este último ansioso siempre por recobrar su independencia -lo logrará con la ayuda de India en 1971 y pasará a llamarse Bangladesh-. Tanto el Punjab -con una importante presencia de la minoría sij, con sus propias reivindicaciones- como Bengala quedarán divididos entre ambos estados. Junto con los principados de Junagadh e Hyderabad, el de la Cachemira musulmana -actualmente dividida en tres- será el problema más espinoso y cuyas consecuencias se mantienen en la actualidad.

La tensión en los últimos meses previos y la irresponsabilidad de los colonizadores al organizar la Partición dejará un saldo dramático. Estudios elevan a un millón los muertos en pogromos en uno y otro lado. Padres sijs matan a sus hijos para que no sean forzados a convertirse al islam. Decenas de miles de mujeres son violadas. 15 millones de personas cruzan las fronteras hacia uno u otro estado. Y los poderes británicos se van a su casa, tranquilamente, a seguir patrocinando su flema. Un flema plagada de sangre.

Los equipos de rescate recuperaron ayer 12 cuerpos más entre los restos del incendio que comenzó el sábado en un depósito de armas del Ejército indio en Cachemira. Hasta el momento, según fuentes oficiales, han muerto 18 personas. Además, el canal de televisión NDTV, señaló que 13 militares continúan desaparecidos. Dos grupos independentistas musulmanes se han atribuido el incendio, si bien, un teniente coronel del Ejército dijo que fue un accidente.

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