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Iratxe FRESNEDA Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

La literatura y el cine, diálogo de formas

El proceso de convertir en imágenes las palabras de otros siempre me ha resultado un ejercicio fascinante. La tarea de un escritor, como dejó escrito Joseph Conrad en «El negro del Nacissus», es la de hacernos oír, sentir... y, sobre todo, ver. Es por eso que tras la lectura de un libro su posterior adaptación fílmica nos descubrirá historias que en ella habitaban de otro modo bien distinto

Confieso que sólo he leído un libro de Arturo Pérez Reverte: «Territorio Comanche». Y fue, como se suele decir, por exigencias del guión; estudiaba Periodismo. Su lectura me resultó amena. Me pareció que la historia tenía los elementos necesarios como para enganchar a un lector no demasiado exigente y que era lo suficientemente plausible como para seguir pasando las hojas hasta el final. Aunque he de confesar que he oído todo tipo de disparates sobre la verosimilitud de lo que en ella se cuenta. Al margen de las opiniones que pueda generar uno de los escritores más populares del Estado español, sus novelas han resultado ser un filón para el cine. Las adaptaciones de sus historias y personajes han funcionado bien y en algunos casos los resultados han sido bastante dignos. Gerardo Herrero adaptó «Territorio comanche»; Roman Polanski transformó «El club Dumas» en «La novena puerta»; y ahora Imanol Uribe ha convertido en imágenes «La carta esférica», una historia de mar, barcos hundidos y seres a la deriva. No he tenido el gusto de leer el libro, pero sí la oportunidad de disfrutar de otras novelas que también han sido llevadas al cine. Y, precisamente, el proceso de convertir en imágenes las palabras de otros siempre me ha resultado un ejercicio fascinante. La tarea del escritor, como dejó escrito Joseph Conrad en «El negro del Nacissus», es la de hacernos oír, sentir... y, sobre todo, ver. Es por eso que tras la lectura de un libro su posterior adaptación fílmica nos descubrirá historias que en ella habitaban de otro modo bien distinto. Seguro que oiremos decir aquello de «no es fiel a la novela», «no ha sabido captar la historia»...

Creo que estas y otras apreciaciones las hemos oído todos. Pero una película no debe ser una simple ilustración en imágenes y sonido del relato de origen. Una película ha de ser libre, es un nuevo texto que, ante todo, debe seguir su propio camino. Me resulta más interesante hablar de diálogo, de libertad, a la hora de interpretar los significados de un texto, más que nada porque los sistemas expresivos del cine y la literatura no son los mismos. Dicho lo cual, ahí van dos amenas recomendaciones para aquellos privilegiados que aún tienen vacaciones y posibilidades de leer y ver películas en verano. Lean y vean «Drácula» de Bram Stoker y «Drácula» de Coppola, «El Padrino» de Mario Puzzo y la saga de «El Padrino» de Coppola. No creo que se arrepientan.

 

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