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Antonio Alvarez-Solís Periodista

La muerte de un hombre honrado

Han despachado, con malvado desahogo, el múltiple homenaje de los nacionalistas catalanes a la figura de un patriota de bien, como era Lluís María Xirinacs, con esta parrafada injuriosa para todo un pueblo: «Sus palabras son un tratado de cómo elevar a un pobre trastornado a la categoría de redentor». Bastaría con esa frase para volver la espalda definitivamente a ese españolismo que jamás ha podido adquirir siquiera un barniz de inteligencia. El españolismo que en boca de unos ofende sin mesura -no hace falta hablar del PP- y que está insidiosamente activo en el comportamiento de otros. Y añade el mismo periódico que degrada así el espíritu de un hombre honrado y de quienes le han rendido al fin, en tantos casos con lamentable retraso, el necesario homenaje: «En pocas ocasiones como ésta queda más patente que el nacionalismo puede llegar a convertirse en un trastorno mental nada transitorio». ¿Y díganme quienes han agraviado al honrado Xirinacs qué otro verdadero nacionalismo queda ajeno al juicio por locura con que le ha sentenciado el diario madrileño?

Escribe Xirinacs en su hermosa carta de despedida : «He vivido esclavo 75 años en unos Països Catalans ocupados por España, por Francia y por Italia desde hace siglos. He vivido luchando contra esta esclavitud todos los años de mi vida adulta. Una nación esclava, como un individuo esclavo, es una vergüenza de la humanidad y del universo... Hoy mi nación se convierte soberana absoluta en mí. Ellos han perdido un esclavo». Pues bien, a esta elevadísima frase se le pone el colofón miserable de la locura. Ningún nacionalista cierto y honrado escapará de la ira de los debeladores. «Ellos», ese «ellos» para todos los que amamos la difícil y prostituida libertad tienen las armas, las leyes, la justicia y, lo que es definitivo, la razón. Invitan a democracia sin salir del corralito donde hay que yacer para entretenerles con juegos políticos mil veces inútiles. Xirinacs escribe su último mensaje para «contrapuntar la cobardía de nuestro líderes». Tu última y gran lección Lluís: hay que empezar por hacernos soberanos en nosotros mismos. Maestro: gero arte.

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