Por cuarta vez consecutiva, el dirigente de UPN Miguel Sanz tomó ayer posesión de la Presidencia del Gobierno de Nafarroa, tras un largo y, en apariencia, complicado proceso. El Gobierno navarro continuará en manos de UPN con el apoyo del PSN y de quienes desde Madrid toman las decisiones políticas en lo referente a Nafarroa, aun con la oposición de muchos militantes socialistas navarros.

Ese proceso que se ha alargado durante más de dos meses comenzó con unas elecciones en las que se prohibió tomar parte a un sector de la sociedad navarra, como candidatos y como electores, dando lugar a un mapa político irreal, lo cual no fue óbice para que las fuerzas políticas que concurrieron con normalidad a esas elecciones lo diesen por válido. Posteriormente la sociedad navarra asistió a los supuestos amagos de negociación entre el PSN y NaBai para formar gobierno, ante la lectura postelectoral de que esa sociedad apostaba por el cambio. Pero el escandaloso final del proceso reveló que en lo referente a la política navarra decide Madrid. Y Madrid ya había decidido. Por si no estuviera suficientemente claro, desde el propio PSOE afirman que Nafarroa «es cuestión de Estado».

Hay quien concluye que el gran perdedor no sólo de las elecciones del 27-M en Nafarroa, sino de los acontecimientos hasta la formación de gobierno, ha sido el PSN. Y es evidente que, amén del pobre resultado en votos obtenido, ha sufrido un gran desprestigio ante sus propios militantes y los navarros en general. Pero quien más ha perdido ha sido la democracia, incompatible con una situación de apartheid político, y la sociedad navarra, que esperaba superar años de políticas sociales retrógradas, privatizaciones, un sector industrial dependiente de las multinacionales, discriminación y ataques al euskara... Una sociedad navarra que ve de nuevo el Gobierno en manos de quienes han boicoteado y observan con satisfacción el final del proceso de paz y normalización. Una sociedad que, frustrada, ve que su derecho de decisión está secuestrado en Madrid.