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De las inyecciones al sistema financiero al gota a gota de la solidaridad

La semana ha transcurrido entre dos polos opuestos, entre la orilla privilegiada y la orilla arrinconada de un mundo que se define como globalizado sin que en ese término se incluyan conceptos de justicia social que permitan retratar un horizonte más compartido y menos dividido. Ha sido la semana de los sudores en las Bolsas. La hecatombe de las hipotecas subprime se ha trasladado al mercado mundial y ha sembrado pérdidas, al menos temporales, en los templos del dinero. Mientras, a los de a pie el calzado les aprieta por la hipoteca de rigor. En julio el Euríbor galopó en busca de máximo histórico, y los informes avalan que hay más ciudadanos que recurren a la vía de la declaración de quiebra familiar, a la vía consursal para aplazar los pagos de unas deudas que se inflan más y más al calor de la subida de tipos y del alza de los precios. Esa realidad de progresivo deterioro de la economía doméstica está presente en la calle, y los analistas del ramo advierten ya con preocupación de que la falta de liquidez en los bolsillos puede llevar a reducciones en el consumo. Y ahí vuelven a aparecer los sudores fríos. El resbalón del modelo hipotecario-especulativo puede producir, efectivamente, que se retraiga la capacidad de adquisición de bienes de consumo, algo que se intenta evitar a toda costa en los máximos órganos de decisión financiera. Es decir, en esa esfera del gobierno mundial en la sombra, en ese espacio opaco que prescinde de las normas del control democrático. De tal suerte que el poder se concentra en organismos que, sean o no públicos, se mueven por la lógica del valor del mercado. Lo hemos visto con la operación de salvamento organizada por los bancos centrales para corregir la falta de liquidez en el sistema. Las cifras pueden parecer astronómicas, pero el objetivo merece la pena. Al menos así lo han considerado los directores de la Reserva Federal de EEUU, del Banco Central Europeo (BCE), del Banco de Japón... es decir, los gestores de un modelo económico que desatiende progresivamente el sector de la producción para ampararse en una economía monetarista en la que los métodos especulativos marcan el paso en cada vez más sectores, con el consiguiente riesgo de crisis como la que ahora se centra en las hipotecas de alto riesgo y en las consiguientes inversiones de fondos sobre ese suelo tremendamente resbaladizo. Repitamos por un momento los números. La Reserva Federal inyecta al circuito 69.605 millones de euros. El BCE más de 288.000 millones; el Banco de Japón prácticamente 21.000 millones. Intervención en marcha. Las bolsas recuperan el tono (de momento) y nadie se preocupa de que se haya metido mano a la bolsa común para superar la citada crisis, que se vende siempre como coyuntural, porque es mejor no extender el miedo y es todavía más imperativo evitar una lectura crítica, global, sobre un modelo que es la biblia del nuevo (des)orden mundial.

Los pobres ensayan más

«Los pobres y los ricos mueren igual, pero los pobres ensayamos más». La frase escrita en un mural de Ciudad de México resume con gran sabiduría la enorme fosa que separa a quienes tiemblan por un derrumbe en la bolsa y quienes lo hacen porque el suelo se abre bajo sus pies y el tejado de su casa se derrumba. Las retinas se han impregnado estos días -para muchos de asueto y descanso- de nuevas imágenes de desolación. En Corea del Norte el paso de unas inundaciones que en semanas precedentes sembraron ya la muerte y la destrucción en otros países de Asia se ha cobrado centenares de víctimas. Ante la emergencia nacional -más de 250.000 personas han tenido que ser evacuadas en la zona de la capital- las autoridades de Pyongyang solicitaban ayer mismo, y Seúl respondía con su acuerdo de inmediato, la suspensión de la histórica reunión que debían mantener a finales de este mes los dos gobiernos presentes en la península. Se dan cita para octubre.

Y como la naturaleza no trata a todos por igual -los pobres también ensayan más...- un 80% de la ciudad peruana de Pisco, en la costa del Pacífico, ha desaparecido de la faz de la tierra. El terremoto ocurrido el miércoles ha provocado, hasta la fecha, medio millar de fallecidos y ha derrumbado unas 30.000 viviendas. El seísmo ha dejado sin hogar a centenares de ciudadanos, que carecen de agua y alimentos, ya que los primeros suministros comenzaron a llegar ayer y, por descontado, a cuentagotas. Y las cifras vuelven a asomar con toda desvergüenza. 28.000 millones de dólares. Ese es el cómputo de la deuda externa peruana (dato de 2004), que han contribuido a engordar tanto las nefastas políticas de los sucesivos gobiernos peruanos -el desfalco tomó carta de naturaleza con el Gobierno de Fujimori, pero data de décadas anteriores- como la actuación de organismos internacionales de crédito. De ahí que cuando se habla de problemas coyunturales, como el de las hipotecas subprime en EEUU, convenga desconfiar, dado que la política de entidades como el FMI y el BM se ha caracterizado por otorgar créditos millonarios a mandatarios latinoamericanos «de elevadísimo riesgo», al ser corresponsables del latrocinio cometido en el subcontinente. En definitiva, dieron créditos de modo irracional que a la postre han sometido a los países del área a la dictadura de la deuda externa. Más del 20% del Presupuesto del estado peruano se dedicaba en 2004 al pago de la deuda -más del 50% a intereses- . Ello en un país en el que el 50% de la población vive en situación de pobreza y un 25% es extremadamente pobre.

Perú es un estado deudor pero con recursos naturales. Y Perú paga cediendo la conservación de sus bosques tropicales, de sus reservas naturales y hasta de su Machu Pichu a organizaciones conservacionistas que bajo tutela de EEUU se encargan que mantener esa reserva intacta no por el bien de la humanidad, sino para que EEUU se sirva de ella cuando y como más le convenga.

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