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Pcupación y resistencia en Irak

Los suníes ponen en cuestión la eficacia del acuerdo de unidad firmado en Bagdad

La Administración Bush, empantanada en su cenagal en Irak, amenazaba ya con hacer pagar los platos rotos al Gobierno colaboracionista de Nuri al-Maliki. Este último ha forzado en el último momento un acuerdo con el resto de socios que incluye una marcha atrás en el proceso de desbaasificación del país, que ha sumergido a Irak en el caos desde la invasión. El Baath insiste en que los invasores se vayan y el acuerdo ya ha creado fisuras entre los sunitas.

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GARA | BAGDAD

Los principales grupos políticos y confesionales que participan en el proceso político en el Irak ocupado han anunciado a bombo y platillo un acuerdo para relanzar la reconciliación nacional. Pese a que el anuncio fue inmediatamente ensalzado por Washington, pocos confían en que suponga una solución a la deriva a la que la ocupación ha condenado al país árabe.

El acuerdo incluye un compromiso para reducir las restricciones que afectan a los antiguos miembros del partido Baath, del ejecutado ex presidente Saddam Hussein

El anuncio coincide con intensas presiones por parte de la Administración estadounidense sobre el Gobierno de Nuri al-Maliki -hay un consenso creciente entre republicanos y demócratas que exigen su cabeza- y tiene lugar dos semanas antes de la presentación al Congreso de EEUU de un informe sobre la situación de Irak encargado al embajador estadounidense en Bagdad, Ryan Crocker, y el jefe de las fuerzas ocupantes, general David Petraeus. El propio presidente, George W. Bush, mantiene contra viento y marea y crecientes presiones su negativa a iniciar un repliegue de parte de sus tropas en el país.

El jefe de Gobierno y chiíta Maliki, el presidente, el kurdo Jalal Talabani, el vicepresidente sunita Tarek al-Hachemi, el vicepresidente chiíta Adel Abdel Mehdi y el presidente de Kurdistán Sur, Massud Barzani, hicieron una sorprendente comparecencia conjunta ante las cámaras de televisión tras el acuerdo.

«Tras una serie de reuniones (...) los líderes políticos han decidido comprometerse en serios esfuerzos por encontrar soluciones para poner punto final a la crisis política y de seguridad del país», reza el comunicado.

Los cinco representantes políticos «han aceptado una ley de reconcilización para garantizar la justicia y la transparencia para todos», añade el texto.

Esta ley, que deberá ser refrendada por el Parlamento, sustituirá a la ley de desbaasificación impuesta por los invasores estadounidenses en 2003. La prohibición de ejercer empleos públicos a los militantes del Baath fue una de las primeras medidas impuestas por el entonces virrey estadounidense, Paul Bremer, junto con la disolución del Ejército iraquí.

Estas medidas dejaron al país absolutamente descabezado, ahondando en un caos que no ha hecho más que crecer.

Paralelamente, las disueltas tropas del Ejército de Saddam pasaron a engrosar las filas de la resistencia nacional iraquí.

La nueva ley permitirá, en teoría, a antiguos miembros del partido Baath reincoporarse a puestos de responsabilidad en el Ejército, las instituciones estatales y la función pública.

La rehabilitación de estos antigos cuadros intermedios y de los simples militantes del partido era una condición inexcusable para el bloque sunita que participa, desde las últimas elecciones, en el proceso político.

El acuerdo incluye un compromiso para convocar elecciones regionales en las 19 demarcaciones provinciales en las que está dividido el país para designar asambleas provinciales.

La cuestión del petróleo

Igualmente, el acuerdo insta al Parlamento para que «redoble sus esfuerzos para votar una ley sobre el petróleo, que no solamente organice la distribución de los beneficios entre las regiones, sino que garantice la participación de empresas extranjeras» en la explotación del oro negro, vieja aspiración de EEUU.

Así las cosas, la Casa Blanca se apresuró a saludar el acuerdo como un «importante símbolo» y añadió que «continuaremos apoyando a estos valientes líderes en sus esfuerzos para vencer a los terroristas que buscan obstaculizar la democracia en Irak»

«El último suspiro»

Un portavoz del partido Baath del ex presidente iraquí Saddam Hussein expresó ayer su desconfianza en el acuerdo.

El portavoz, que se identificó como Abu Al Muhieb Al Bagdadi, pronosticó al canal de televisión por satélite qatarí Al Jazeera que el Gobierno del primer ministro, Nuri al Maliki, está a punto de caer.

Bagdadi, cuya imagen apareció oscurecida para evitar ser identificado, describió el nuevo acuerdo como el «último suspiro» del Gobierno.

Sobre la decisión de reconsiderar la ley que aparta a los miembros del partido Baath del Gobierno, Bagdadi se mostró escéptico y consideró que esta medida «no es vinculante para el Gobierno y el Parlamento».

Tras reiterar que sólo el partido Baath «es capaz de sacar a Irak de su actual crisis», insistió en que el rechazo de esta formación a negociar con al-Maliki y exigió la retirada de las fuerzas ocupantes y la puesta en libertad de todos los prisioneros.

Por lo que toca a los sunitas participantes en el Congreso, pese a la presencia de Tarek al-Hachemi en la firma del compromiso, uno de los portavoces del Frente por la Concordia, Jalaf al-Alayan, insistió en que al-Maliki, «que intenta mostrar al mundo que su Gobierno funciona, ha fracasado y debe dimitir». Tras asegurar que al-Hachemi participó en la firma en calidad de vicepresidente y no de jefe del partido, al-Alayan insistió en que el Frente «no retornará al Gobierno hasta que todas nuestras demandas sean satisfechas».

El Frente por la Concordia (44 del total de 275 escaños del Parlamento) abandonó el Gobierno con su decena de ministros. Siguió así los pasos del movimiento chiíta al-Sadr, que hizo lo propio a finales del pasado año tras romper su acuerdo con la Lista Unida iraquí (chiíta).

Marea humana de peregrinos a la ciudad santa de Kerbala

Centenares de miles de peregrinos afluían ayer a Kerbala, ciudad santa para los chiítas al sur de Bagdad, en la víspera de una gran celebración religiosa, el aniversario del nacimiento del duodéciimo imam, Mohamed al-Mahdi. La circulación por el centro de la ciudad está prohibida y hay decenas de controles militares. GARA

 

Forzados a huir otra vez, ahora por la amenaza turca

Un año después de que huyera con su familia de la violencia endémica en Bagdad y se refugiara en el Kurdistán Sur, Emmanuel hace de nuevo las maletas. Teme una incursión militar turca contra los refugios de la guerrilla kurda del PKK.

Emmanuel, que se niega a dar su nombre, es un iraquí de confesión cristiana. Vivía en el barrio bagdadí de Dora, donde regentaba una tienda de bebidas, hasta que un grupo armado islamista le amenazó de muerte, obligándole a huir de la capital.

Este hombre de 43 años, padre de dos niños, y su mujer se refugiaron en la localidad de Sharansh, cerca de la frontera turco-iraquí. en el corazón del Kurdistán Sur, hoy enclave independiente de facto dentro de Irak.

«¡Quién iba a imaginar que después de huir de la violencia de Bagdad tendría que buscar de nuevo un refugio seguro», se lamenta.

«Ni siquiera esta bonita localidad es segura», insiste dirigiendo su mirada a las montañas y a las plantaciones de naranjas que bordean esta villa situada a 500 kilómetros de la capital.

El caso de Emmanuel no es el único. En las últimas semanas, decenas de familias cristianas refugiadas en el Kurdistán han retomado el camino del éxodo por temor a que las amenazas del Ejército turco de cruzar la frontera se hagan realidad.

En junio pasado, el Gobierno colaboracionista iraquí protestó oficialmente por el bombardeo turco de localidades de la provincia kurda de Dohuk, a la que pertenece Sharansh. «Varios obuses cayeron alrededor de la villa. La situación es tensa», asegura Emmanuel.

«Turquía ha concentrado tropas en la frontera. La gente tiene miedo y yo no me voy a quedar para descubrir una mañana que los turcos nos han rodeado», añade.

La población kurda autóctona tampoco oculta su temor. «Teníamos la costumbre de ira a Sharansh a pasar los fines de semana y el verano, pero ahora tenemos miedo», asegura Hajji Hassan, un kurdo que vive en Zajo, principal aglomeración urbana de la provincia de Dohuk,

Por su parte, Mahmuud Othman, abogado kurdo, tiene esperanzas en una solución no violenta de la crisis. »Turquía debe reconocer los derechos de los kurdos y negociar con el PKK», sentencia.

GARA

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