Iñaki Lekuona Periodista
El día de la marmota
Cuando por enésima vez Bill Murray se despierta sobresaltado por su radiodespertador, no sólo sabe exactamente lo que pronunciará el locutor en ese instante, sino que prevé todos y cada uno de los acontecimientos del día. Conoce el tiempo que hará fuera, el charco que le espera tras el bordillo de la acera, el saludo del que se cruza en su camino, el olor de las salchichas que se fríen en la esquina. Es una nueva mañana del mismo terco día de la marmota.
A nosotros el altavoz del radiodespertador nos sobresaltó la pasada semana con el estruendo de Durango. En ese mismo instante, incluso antes, supimos con exactitud cuáles serían los acontecimientos que iban a sucederse. Conocimos de antemano las declaraciones del presidente del Gobierno español, también las palabras de solemne, grave y enérgica condena de la mayoría de los portavoces políticos e institucionales. Previmos también cuál sería la demanda de la derecha española ante la imagen de chatarra y escombros: más ilegalización.
De momento, desde el ministerio español más profundo y más oscuro, Alfredo Pérez Rubalcaba ha preferido apelar a los tribunales. Pero el ministro de Interior sabe, como todos sabemos, que administrará su ley cuando mejor le convenga, porque el sentido de la oportunidad política es particular, partidista e intestino, y va más allá del respeto escrupuloso a la división de poderes que dice defender ahora. Porque estigmatizar hoy a ANV no trae cuenta; ya se hará más tarde si se tercia, por ejemplo, y sólo es un suponer, en periodo preelectoral.
Entre tanto, mañana volveremos a desperezarnos con un nuevo estruendo y sabremos qué acontecimientos se sucederán, y entre repulsas y denuncias de no condenas, esta democracia de la señorita Pepis volverá a ilegalizar partidos y encarcelar a sus dirigentes, y a la mañana siguiente volveremos a despertarnos en el mismo terco día de la marmota, con la voz del mismo locutor anunciando la misma historia de cada día.
A estas alturas sería un milagro que alguien no padeciera el síndrome de Bill Murray. En estas condiciones es difícil sacudirse la somnolencia de encima. Pero hay que hacerlo para no dormirse y para poder despertar en otro día, en otro ciclo. ¿Alguien tiene alguna idea? No, el diálogo no vale, que por lo visto es inmoral.