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CRÓNICA | crítica situación en Palestina

Israel empequeñece el mar de gaza

Israel retiró hace dos años a sus colonos y militares de Gaza, pero sus patrulleras navales siguen vigilando día y noche las costas de la franja, obligando a los pescadores a buscar su sustento diario en una cada vez menor porción de mar.

Antonio PITA

En la choza de Assam, en la costa de la ciudad de Gaza, decenas de cajas vacías apiladas en una esquina dan fe de su difícil situación.

«Vivimos gracias a Alá -dice Mohamed con una sonrisa mientras señala al cielo-, del dinero que nos adelantan los comerciantes y dejamos a cuenta. En menos de un mes yo ya debo 1.500 shekels (unos 250 euros), que aún no sé como pagaré».

Assam, de 41 años, explica, por su parte, que a veces pierde dinero al salir a la mar, porque le cuesta más la gasolina para el barco que lo que gana con lo pescado.

La ecuación es preocupante: Alegando razones de seguridad, Israel viene reduciendo el espacio de pesca, lo que aumenta su sobreexplotación por cada vez más pescadores en busca de ingresos ante la desastrosa situación económica de la franja, donde un ochenta por ciento de la población depende de la ayuda humanitaria.

Los Acuerdos de Oslo del año 1993 concedían a los pescadores palestinos veinte millas náuticas para faenar, lo que quedó en papel mojado tras el estallido de la Segunda Intifada hace ya siete años.

En 2002, Israel se comprometió ante la entonces enviada del secretario general de la ONU para asuntos humanitarios en los territorios palestinos, Catherine Bertini, a respetar doce millas náuticas, pero nunca lo cumplió.

Después de un periodo de «práctica prohibición total» de la pesca -en palabras de Naciones Unidas-, tras la captura del soldado Guilad Shalit, en junio de 2006, el espacio está ahora en seis millas, lo que impide capturar las especies más valoradas, como el atún.

El Ejército israelí alega que «la delicada situación de seguridad en la franja de Gaza, como resultado de los repetidos intentos de introducir explosivos desde sus costas», le obliga a «tomar medidas preventivas».

«Son los grupos extremistas los que perjudican a los pescadores», señala uno de sus portavoces tras precisar que las tropas judías confiscaron el pasado año cerca de una tonelada de TNT de uso militar en estas costas «destinada a atentar contra civiles israelíes».

Pretextos

Para Assam, sin embargo, estas argumentaciones no son más que «pretextos» para ocultar el verdadero objetivo: «Cortar nuestra fuente de ingresos».

«Siempre hay problemas con los israelíes por lo que se puede o no se puede hacer», agrega sobre uno de los principales problemas: la ausencia de canales de comunicación entre Ejército israelí y pescadores palestinos.

Esta falta de diálogo ha ocasionado la muerte de tres pescadores por disparos de las patrulleras en los últimos dieciocho meses, «heridos y continuos arrestos», resume la Oficina de la ONU para la Asistencia Humanitaria (OCHA, por sus siglas en inglés) en un informe del pasado mes de abril.

A esta situación se suman las denuncias de humillaciones infligidas por los marinos israelíes, como el caso de Mohamed Abú, a quien obligaron a desnudarse y tirarse al agua en pleno invierno «mientras se reían a carcajadas».

En otra ocasión, le mantuvieron dos horas arrodillado en la patrullera militar, que «tiene el suelo rugoso», hasta que le sangraron las rodillas, relata frente a una infinidad de barcos atracados.

«A mí me confiscaron la barca y no me la devolvieron hasta seis meses después... y sin el motor», protesta Salah Abu, de 37 años.

Mientras preparan una mezcla de harina, aceite y galletas para atraer las especies a las nasas, varios pescadores aseguran haber sido disparados por intentar ir más allá de la zona permitida, en busca de las especies mejor pagadas.

1,68 euros al día

La situación de desesperación en la franja de Gaza genera historias como la de Amjad Ismail, de 33 años, a quien «alguien todavía más pobre» le robó el pescado e, «incluso, el motor del barco».

Este licenciado en periodismo, obligado a faenar por la falta de trabajo, explica que «a veces un pescador pide peces a otros para poder alimentar a sus hijos y luego se los paga como puede».

Sus ingresos por la pesca, diez shekels (1,68 euros) al día, no tienen visos de aumentar, porque «somos muchos y en poco espacio, por lo que todo el mundo pesca poco».

Son aproximadamente unos 5.000 pescadores, la mayoría sin la licencia que otorgan las autoridades militares israelíes, según estimaciones del Departamento de Pesca de la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

Los ingresos anuales de este sector han caído a la mitad desde el inicio de la Segunda Intifada, cuando sumaban diez millones de dólares (7,25 millones de euros) anuales, agrega este organismo.

«Tratamos de vivir cada día de lo que tenemos. Algunos recibimos una pequeña ayuda de Naciones Unidas, pero es insuficiente», dice Shaki, a punto de cumplir treinta años faenando.

Israel «ha cerrado el mar. Estamos entre una prisión terrestre y una prisión marítima», ilustra Amjad Ismail, quien afirma que su situación no ha cambiado desde que el movimiento islamista Hamas tomó el control de la franja el 14 de junio.

 

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