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La divergencia está en cómo ganar las elecciones

Iñaki IRIONDO

Hace dos años, tras el famoso «Discurso de San Ignacio», la polémica pública se centró en el concepto de «soberanía compartida con España, Francia y Europa» que Josu Jon Imaz defendía «frente a la opción dependencia/independencia» que consideraba propia del siglo XIX. Sin embargo, a algunos sectores del EBB les preocupó mucho más la idea de lo que debe ser un partido que se traslucía en pasajes aparentemente más inocuos de su intervención. Por ejemplo, aquellos que reiteraban que el partido debía de estar siempre pendiente de acertar a interpretar las aspiraciones de la sociedad vasca porque la misión del PNV es ser «la expresión política de las mayorías vascas», frase de José María Lasarte de un tiempo muy distinto y con intención más explicativa que finalista.

En la preocupación de estos sectores del EBB había un doble componente. Uno el teórico; el referido a si un partido debe ser la expresión de la mayoría, piense lo que piense esa mayoría, o si, por el contrario, debe tener unos principios y una estrategia claramente definida y, después, tratar de que la mayoría de la sociedad los haga suyos. El debate no es menor, más aún en una nación sin estado que lucha por su supervivencia como pueblo en un entorno hostil.

El otro componente era el práctico, pues el discurso de Imaz comenzaba ya a poblarse de conceptos más propios de manuales para el liderazgo empresarial que de los instrumentos teóricos de un partido que dice luchar por el reconocimiento de la nación vasca; y sus apelaciones a la «pluralidad» y «complejidad» de la sociedad vasca -principios innegables, puesto que, como reitera Arnaldo Otegi cuando le sacan el tema, no hay sociedades singulares- tenían el tono que suelen tener en los discurso de quienes, como el PSOE y el PP, utilizan esos términos como banderas que contraponen al nacionalismo vasco cuando en la práctica ellos mismos nunca reconocen con todas sus consecuencias ni la «pluralidad» ni la «complejidad» de la «sociedad española».

Dos años después el debate en el PNV parece instalado en los mismos términos. El último artículo de Josu Jon Imaz -«Radicalidad frente a pragmatismo. La paradoja vasca»- viene a decir lo que en opinión del presidente del PNV hay que hacer para ganar las elecciones. A su entender, «la sociedad premia la estabilidad y la moderación, la centralidad en definitiva», luego un partido que aspire a ganar las elecciones debe huir de lo que Imaz define como «radicalidad».

Uno no duda de que los sectores del EBB preocupados por la tesis de Josu Jon Imaz también aspiran a ganar cuantas elecciones puedan y por el mayor margen posible. Pero, contrariamente a lo que sostiene su presidente, no creen que en las autonómicas del 13 de mayo de 2001 venció la «centralidad» de Ibarretxe frente a la «radicalidad» de Mayor Oreja, sino que entonces ganó el discurso del nacionalismo vasco frente al discurso del nacionalismo español que abanderaba el PP en compañía -no cabe olvidarlo- del PSOE. Como dijo Xabier Arzalluz: «Sólo hay dos alternativas en estas elecciones: gobernar Euskadi desde Euskadi o gobernar Euskadi desde Madrid». Como aclaró Juan José Ibarretxe, hay que defenderse de un PP-PSOE que «quieren echar al nacionalismo democrático de las instituciones».

Se habla de la búsqueda de una ponencia unitaria, pero los compromisos y acuerdos entre ambos sectores habrán de ser más profundos para recuperar una imagen de unidad. No cabe olvidar que la ponencia en vigor, que tiene entre sus principales redactores a Xabier Arzalluz y Joseba Egibar, fue aprobada por unanimidad y propugna, por ejemplo, la creación del «Consejo de Partidos» definido como «un órgano estable de cooperación y colaboración de fuerzas políticas que consideran que Euskal Herria es un sujeto po- lítico con derecho a decidir». ¿Ha hecho el EBB algún esfuerzo por impulsar su creación y desarrollo?

En las próximas semanas se pondrá a prueba el instinto de supervivencia del PNV. Y haya acuerdo o no entre corrientes, haya o no una ponencia común, haya o no incluso una candidatura única a la próxima presidencia del EBB, los hechos acabarán demostrando cuál de las dos «almas» del PNV acaba imponiéndose en el partido. Porque aunque tengan un objetivo común -ganar elecciones- las fórmulas propuestas para ello son contradictorias e incompatibles.

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