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«Atonement» agrada pero no aporta nada nuevo en la inauguración de la Mostra

El último trabajo del director británico Joe Wrigt, basado en la novela «Expiación» de Ian McEwan, conmueve e invita a ir al cine, pero no pasará a la historia del séptimo arte.

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Antonio LAFUENTE | VENECIA

Basada en la novela del mismo nombre de Ian McEwan, traducida al castellano como «Expiación» (Anagrama), «Atonement» es una película de factura británica, lo que siempre es una garantía, y se desarrolla de acuerdo a las normas de las academias del cine.

Dicho de otra forma, Wright no aporta novedades y mantiene la línea que ya tuvo en «Orgullo y prejuicio» (2005), al adaptar a la gran pantalla una obra de la literatura británica; motivo por el que es de suponer que a quien gustó aquella película le agrade «Atonement».

Con el trasfondo de la II Guerra Mundial y el marco de la literatura, la película recuerda el cine en blanco y negro y, al igual que entonces, envuelve los amores y las pasiones con el humo de los cigarrillos. El film habla de un amor genuino, el de Cecilia Tallis, a la que da vida Keira Knightley, y Robbie Turner, interpretado por James McAvoy. Pero ese amor no se cumple al ser contrariado por el falso testimonio de una niña, Briony, la hermana fantasiosa de Cecilia, representada por Saoirse Ronan. Un falso testimonio que no sólo rompe lo que podría haber sido entre Robbie y Cecilia, sino que persigue a Briony, en forma de culpa, hasta el final de sus días. La película va de eso, de un territorio como la infancia que, a veces, no es tan inocente como lo sublimamos, del mal que se puede causar, hasta sin quererlo, y de las cosas que no tienen remedio.

Pero quizá el gran fallo de Christopher Hampton, el guionista de «Atonement», es que pierde ese hilo conductor a mitad de película para recrearse en escenas de guerra que sirven sólo para el lucimiento de Wright y su equipo técnico.

Hacia el final, el argumento y la película se reencuentran y vuelve a conmover cuando nos muestra a una Briony escritora, papel que recae sobre Vanessa Redgrave, para confirmarnos la sospecha de que la literatura, además de su poder demiúrgico, tiene otro redentor y sirve para expiar las culpas o, al menos, intentarlo. Los que decididamente parecen habérselo bien han sido los protagonistas de la película, según ha resumido McAvoy, para quien todo ha sido «un trabajo de ensueño, tanto en la preparación como en el proceso».

Y en ese proceso debe incluirse, probablemente, el piropo que su compañera Knightley le ha dedicado cuando, al ser preguntada por cuál de sus parejas artísticas besa mejor, ha elegido a McAvoy por delante de Orlando Bloom y Johnny Depp. «Es el que mejor besa», dijo entre risas y mientras miraba a McAvoy en la rueda de prensa de presentación de la película, encargada de inaugurar la 64 edición de la Mostra de Venecia.

«REC», terror claustrofóbico

Por otro lado, «REC», de los directores Jaume Balagueró (Lérida, 1968) y Paco Plaza (Valencia, 1973), llevó ayer el estremecimiento a la Mostra con una trama de terror claustrofóbico que, tres meses antes de su estreno comercial, ya ha sido adquirida por una productora de Estados Unidos para hacer una versión adaptada a ese país.

Presentada fuera de concurso en el apartado Venecia Noche, el film transcurre por entero en un edificio de Barcelona al que acuden los bomberos, la Policía y un equipo televisivo tras una llamada de alarma que supone el comienzo de una serie de terroríficos sucesos. La película se presenta como si fuese la grabación en bruto hecha por el cámara televisivo, lo que da un aire documental a la cinta rodada en vídeo de alta definición. «La inspiración ha sido la televisión. Nos preguntamos qué ocurriría si la reportera de un programa televisivo de pronto se encontrara con un suceso paranormal», explicó ayer Plaza.

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