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Patxi Zamora Aznar Periodista

El Tren de Alta Velocidad y «los del no»

Debemos reflexionar sobre qué tipo de sociedad queremos. Es preciso valorar cuánto nos cuestan realmente esos minutos de adelanto si ésa es, y lo dudo mucho, la razón de ser de estas super obras

Cada 10 años los navarros y navarras sufragamos un megaproyecto a gusto del gobernante de turno. Primero llegó la autovía de Urralburu y Roldán, luego el pantano de Itoitz con el Canal de Navarra y ahora ya se han decantado por un tren de alta velocidad. Nadie pone en duda la necesidad de mejorar las infraestructuras ni de invertir lo máximo para mejorar la calidad de vida de nuestra ciudadanía. El problema surge a la hora de resolver en qué nos gastamos el dinero de los contribuyentes y en cómo se toma esa decisión. Para no variar el guión de anteriores culebrones, ya han aparecido en escena «los del no», ésos que se manifiestan en contra de casi todo. La estética de sus protestas quizás no sea entendida ni compartida por un importante sector de la sociedad, pero no podemos negar que, como públicamente reconocen expertos en estas super obras, la presión social que ejercen en Euskal Herria condiciona, cuando no evita, el desmadre y las barbaridades cometidas en otros lugares del Estado. Con argumentos muy similares a los mantenidos por «los del no», un tal Albert Gore, ex vicepresidente de los EEUU, nos explica que estamos fundiendo el planeta, que el modelo de desarrollo lo está destruyendo y que en 30 años no lo vamos a reconocer. Nos habla de calentamiento global, fruto del consumo desmedido, mientras aquí se prepara la «navarrada»: un tren de alta velocidad en una comunidad con su aeropuerto a pleno rendimiento (11 vuelos diarios a Madrid, más que ciudades como Santander, Zaragoza, Oviedo, etc.) y el tren Altaria que realiza ese mismo trayecto en tres horas. Debemos reflexionar sobre qué tipo de sociedad queremos y si realmente deseamos un planeta vivo a corto plazo o nos la trae al pairo. Y para ello es preciso valorar cuánto nos cuestan realmente esos minutos de adelanto si ésa es, y lo dudo mucho, la razón de ser de estas super obras. Las obras del TAV igualan el presupuesto anual de la comunidad foral.

UPN y PSN apoyan sin reparos el TAV. En la coalición NaBai, PNV, EA y Aralar en Navarra -en la CAV se ha posicionado en contra- también se muestran a favor mientras que Batzarre forma parte de la Coordinadora Anti-TAV. ANV rechaza tanto el proyecto como el planteamiento del mismo. Acusa a los responsables políticos de oscurantismo, de escaso aprecio por el refrendo popular y cuestiona el proyecto del TAV -priorizado a otras urgentes necesidades sociales- por su desmedido costo y enorme impacto ecológico. Esta formación política ha comenzado a pedir en ayuntamientos como el de Zizur Nagusia -afectado por el plan- una demora para explicar a la población en qué consiste el TAV, cómo le va a afectar y en último lugar preguntarle su opinión al respecto. Mientras se decide si se informa debidamente o no, los planes ejecutorios avanzan vertiginosamente.

Las obras del TAV van a costar 3.150 millones de euros (si no se multiplican en la ejecución) y la única parada en Navarra se efectuará en Iruñea. El vallado de las vías irá de 15 a 150 metros y los movimientos de tierra, a causa del mínimo desnivel necesario para la gran velocidad, serán espectaculares. El desmonte y posterior relleno va a mover 35 millones de metros cúbicos de tierra para los que se han proyectado 11 nuevas escombreras. Vibraciones, contaminación electromagnética y un intenso ruido se suman a la ingente cantidad de consumo energético necesario. El TAV consume a 300 kilómetros por hora lo mismo que una ciudad de 25 mil habitantes: 25 mil voltios de corriente alterna que afectará un área entre 200 y 800 metros alrededor de la vía.

Han prometido un tren de pasajeros, pero hay quienes ven en el TAV el futuro tren de las deslocalizaciones para transportar rápidamente todo lo producido barato en países de la Europa Oriental. Los mismos agoreros vaticinan una rápida privatización de Renfe cuando finalicen las obras. Por desgracia, y aunque se destine únicamente a pasajeros, se tratará de un medio de comunicación caro, para uso de unos pocos y sufragado por todos. Los máximos beneficiarios serán, como siempre, las grandes constructoras y las subcontratas de turno fuera del control administrativo.

La alternativa al TAV es invertir en el Tren Social para hacer del mismo un medio rápido y confortable con muchos destinos y frecuencias. En definitiva, reconvertir el tren actual en beneficio de la mayoría, con un coste asumible y con un futuro más acorde a las posibilidades presupuestarias y, sobre todo, a ese lugar común para todos llamado planeta Tierra.

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