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Santiago Martínez CITE-CCOO Euskadi

¿Vamos hacia un modelo de inmigración selectiva?

Hoy es imprescindible el trabajo a favor del colectivo inmigrante, pero también lo es la denuncia de políticas que sitúan a cualquier persona por debajo del beneficio económico

No hace demasiado hemos visto en los medios de comunicación una imagen, que, como suele ser habitual, pese al riesgo de caer en el sensacionalismo, se utiliza para sensibilizar de forma directa y eficaz ante una realidad. Es la imagen de un chaval en una cama cualquiera de un hospital francés, la imagen de una vida de 12 años rota, la de Yvan Demsky. El chaval se ha partido las piernas y golpeado la cabeza al caer desde varios metros de altura mientras corría tras su padre, Andrei, que huía de 15 gendarmes que se disponían a detenerlo porque estaba en situación irregular tras ser rechazada su demanda de asilo. Tanto este reciente caso como el de Getu Hagos Marine, ciudadano etíope solicitante de asilo y expulsado de Francia, que murió por el uso de la fuerza desproporcionado de la policía francesa al ejecutar la expulsión, son dos de las pinceladas que nos muestran un panorama poco alentador para la defensa de los derechos del colectivo inmigrante en Francia.

Esas dos pinceladas tienen algo más en común. Es el estilo, le podemos llamar «sarkozysta», con el que se dibujan. Estilo que viene ejerciéndose desde hace ya algunos años, primero como ministro, con aquellas declaraciones haciendo referencia a la «escoria de los suburbios» y ahora como presidente, ejecutando lo prometido en la campaña electoral, campaña donde por momentos adoptó el discurso de la ultraderecha de Le Pen, sobre todo en materia de inmigración.

Algunas de las medidas impuestas son las siguientes: primero, la constitución del Ministerio de Inmigración, Integración e Identidad Nacional; segundo, cerrar el paso a la reagrupación dificultándola aún más; todo ello jalonado con normas como la obligada firma de un «contrato de acogida e integración» por parte de las personas extranjeras que quieran residir en Francia (como si la integración fuera unilateral y la sociedad de acogida no tuviera nada que hacer) o la exigencia del conocimiento del francés para los y las inmigrantes que soliciten la residencia para unirse a sus familias (supongo que para no caer en el error de Francia y de otros muchos países europeos que desconocían las lenguas de los territorios que invadieron y «colonizaron»).

Además de todo esto, y como medida estrella, la intención del Gobierno pasa por expatriar a 25.000 inmigrantes irregulares en 2007, para lo que se ha fijado el listón policial de 125.000 detenciones de inmigrantes en situación irregular.

¿Hacia qué modelo va Francia? Hacia la inmigración selectiva, la que se mueve con criterios de selección medidos en términos económicos, más allá de los humanitarios o familiares. Nos quedamos con lo «bueno» y lo que sobra lo echamos. Por ejemplo, se ha creado un permiso especial de tres años para los inmigrantes «muy cualificados», mientras que en los demás casos los permisos están limitados a la duración del contrato de trabajo, y en caso de pérdida del mismo existe peligro de expulsión, lo que favorece la explotación laboral de las personas inmigrantes.

Galeano resumía esa prioridad de criterios económicos sobre los humanitarios en una frase: «Los náufragos de la globalización peregrinan inventando caminos, queriendo casa, golpeando puertas: las puertas que se abren, mágicamente, al paso del dinero, se cierran en sus narices».

CCOO-CITE de Euskadi denuncia la deshumanización de todas estas políticas, con especial hincapié en la laboral y la inmigratoria. Porque, además, Francia no se dirige sola hacia ese modelo, está trabajando para que Europa se una a ella en ese criterio deshumanizado de la inmigración selectiva y convertir el viejo continente en un fortín rodeado de muros imposibles que sólo se abran cuando interese económicamente. También en nuestro país se ven reflejos de esta tendencia. Ejemplos de ello son el uso del Sistema Nacional de Empleo mediante el listado de puestos de difícil cobertura para posibilitar la contratación de personas extranjeras, las dificultades en el sistema de homologación de títulos o las denegaciones a las solicitudes de reagrupación por falta de acreditación de solvencia económica.

Hoy es necesario e imprescindible el trabajo a favor del colectivo inmigrante, pero también lo es la denuncia de políticas que sitúan a cualquier persona por debajo del beneficio económico. Tenemos que pintar otras imágenes, con otros estilos, con más justicia social y menos precariedad, con más integración y menos murallas.

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