Juan José Martínez Leunda Abogado
Dialogar... hasta pactar
Es preciso acordar unos mínimos en línea con lo ya avanzado, por lo que vale muy poco señalar «al partido de Josu Jon» o «al de ZP» olvidando de un plumazo las conversaciones recientes (Loiola), o no tan recientes (Lizarra)
Unos días después de la elecciones municipales y forales en la Comunidad Autónoma Vasca y en Nafarroa charlaba con Txomin Ziluaga acerca de temas sobre los que también he tenido la oportunidad de conversar recientemente con otras personas: la ofensiva del PP contra el PSOE; la importancia de las próximas elecciones generales; las propuestas de reformas constitucionales del PSOE (entre ellas la de incorporar el actual mapa autonómico a la CE de 1978); el concepto de estado de ambos partidos -más allá del gobierno de turno-, y el funcionamiento del pacto con la jefatura del Estado (la Corona), en relación con el Dictamen del Consejo de Estado de Febrero de 2006. La conclusión a que me llevaba todo ello: que gobernaría UPN en Nafarroa, en minoría y con la abstención del PSN. Así ha ocurrido, muy a mi pesar, y así seguirá ocurriendo, pues el pacto de Estado entre todos los citados funciona, y mucho me temo que funcionará hasta que logren derogar la Disposición Transitoria Cuarta de la CE (que prevé la incorporación de Nafarroa al régimen autonómico vasco, por decisión de la mayoría de los miembros del Parlamento navarro). Y en ello están.
Tras el alumbramiento de Nafarroa Bai, algunos propusimos la extensión de esa fórmula al resto de territorios, comenzando por Araba, hasta plasmarlo en un Euskal Herria Bai.
No estoy al corriente, porque mi trabajo profesional me lo impide, de las estrategias de los partidos políticos, incluido el propio, pero he leído con interés los artículos y conferencias del verano, publicados e impartidas, entre otros, por Josune Aristondo y Josu Jon Imaz, Sabin Intxaurraga, Joseba Azkarraga e Iñaki Galdos. Personas que, reflexionando, han sido capaces de poner negro sobre blanco su pensamiento; algunos, incluso, después de un prolongado silencio. Otros, delante de la «alcachofa», dicen cosas, unas hilvanadas, otras no tanto, sin que a mi modesto entender se sepa muy bien hacia dónde apuntan y, sobre todo, en qué dirección se quieren encaminar y con qué mimbres cuentan.
Frente a todo lo que señalo hay que constatar que la realidad es muy tozuda y nadie, en su sano juicio, es capaz de desmentir que, una vez más, el mapa político (sin ser fiel reflejo de la realidad, consecuencia de la antidemocrática Ley de Partidos, no siempre contestada de forma adecuada) es el que es: un mapa plural, abierto a posibles acuerdos. Realidad constatada, año tras año, elección tras elección, con pequeñas variables, en función de si la convocatoria es a elecciones -sean municipales, autonómicas, generales-, o si se trata de referéndums o consultas -CE, Estatuto, OTAN, Tratado de la UE-. Y es en ese contexto en el que debemos preguntarnos si es posible articular una estrategia de país más allá de lo partidario. Y los tozudos hechos me llevan a formular algunas hipótesis.
Una. Desde la humildad de sentarse con el otro, en función de lo que se representa (exceptuando a quien pretende representarnos por otros medios), los ejemplos de NaBai y, en su caso, Euskal Herria Bai, siendo un paso para avanzar, no son suficientes.
Otra hipótesis. Es preciso acordar unos mínimos en línea con lo ya avanzado, por lo que vale muy poco señalar «al partido de Josu Jon» o «al de ZP» olvidando de un plumazo las conversaciones recientes (Loiola), o no tan recientes (Lizarra). Muchos ciudadanos maduros en las calles de Euskal Herria decimos, que ya vale de hipocresía y de consignas y mensajes para consumo interno cuando las cosas van mal, y cerca del beso en los morros cuando yo digo que van bien.
Me gustaría que determinados líderes de reconocido prestigio opinaran con la madurez que se les supone. Es el tiempo de que los Josu Jon, Egibar, Azkarraga, Galdos, Arnaldo, Barrena (si se «someten» exclusivamente a las vías civiles), Patxi López, Egiguren, Puras, Chivite, etc., sin cainismo, sin percibir al otro como apestado, propicien el avanzar dialogando hasta pactar, pues nadie se imagina una sociedad vasca sin la inclusión de todas las sensibilidades citadas. Lizarra-Garazi, mentiría quien así no lo afirme, fue para muchos, cuando menos desde el ámbito abertzale, un referente; pero aquel tren no tenía todos los vagones suficientes para avanzar democráticamente, en claves soberanistas y de territorialidad en el marco de la Unión Europea.
Más hipótesis. Sobre la base de dialogar hasta pactar, se hace necesaria una reflexión colectiva: ya vimos cómo las gastaban cuando amenazaban con suspender la autonomía, y también aprendimos de la respuesta que recibieron, unos y otros.
Dicho todo ésto, dialogar hasta pactar implica un camino, una hoja de ruta, que los próximos congresos y/o asambleas nacionales a celebrar este otoño deben definir, si no queremos que siga extendiéndose el hartazgo social y el incremento del alejamiento ciudadano de la participación política. Y ello implica comenzar por no tratar al discrepante, que no disidente, como enemigo, por encima de algunas mentes previsiblemente no preparadas o dispuestas a ello.