Ismael Serrano lanza «Sueños de un hombre despierto» en la señalada fecha del 11-S, aniversario del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York y del asesinato de Salvador Allende en Chile. En octubre comienza su gira por Euskal Herria.

«Sueños de un hombre despierto». ¿Cuáles son los suyos?

Aristóteles dice que «la esperanza es el sueño de los hombres despiertos». Ese es el sueño que me acompaña en estas canciones: poder abrir esperanzas y no perder la fe en el ser humano, estar despierto, ser capaz de no caer en el letargo que imponen los tiempos en los que vivimos y de seguir emocionándose con lo que te ocurre alrededor. No perder la permeabilidad, estar atento.

Dice que «la música nos mantiene despiertos». ¿No estamos quizás aletargados y saturados?

En los tiempos en los que vivimos, la cultura, como la información y tantas otras cosas es tratada como un objeto de usar y tirar, de consumo inmediato. La vigencia de las cosas cada vez es más frágil, más fugaz, más efímera. Somos tratados no tanto como ciudadanos, sino como consumidores. Cada vez queda menos espacio para otro tipo de cultura, con una mirada a largo plazo. La música, aparte de para no perder el espíritu crítico -porque no se trata tanto de remover conciencias-, es para darse cuenta de que no se está solo. Por más que nuestro correo esté lleno de spam, de vez en cuando recibimos alguno que nos revuelve el alma y nos hace reflexionar.

¿A usted, qué le hace reflexionar? ¿A qué le canta?

Le canto a todo lo que me emociona. Hay canciones autobiográficas, que hablan de mis inquietudes. Hablo de la necesidad de que se calme cierto ruido que apenas nos deja entendernos. Hay canciones donde uno trata de encontrar en lo cotidiano esa poesía que no siempre somos capaces de ver, canciones dedicadas a viejos amigos, canciones cargadas de nostalgia. También hay vínculos con Latinoamérica y la reivindicación de los derechos de sus pueblos originales.

También hace referencia a varios mitos griegos.

Sin darme cuenta, repasando el disco, me he dado cuenta de ello. Hago referencia a Casandra, condenada a no ser escuchada; a Sísifo, condenado a subir una piedra a la montaña para verla caer y volverla a subir; a Ícaro, que consigue escapar de la isla. Creo que es por quitarle el sentimiento trágico que algunos tratan de imprimir a la vida. El destino no está escrito y tenemos que ser capaces de agarrar las riendas y ser nosotros los que lo escribamos.

Se apoya en la literatura.

La literatura, como la música, nos ayuda a soñar despiertos y a entender mejor el mundo que nos rodea. Para eso sirve cualquier expresión artística: para sentirse acompañado, para saber que uno no está tan solo como parece.

La argentina Mercedes Sosa colabora con usted. ¿Podría presentárnosla?

Mercedes es una referencia en toda Latinoamérica. Tiene una larga trayectoria de coherencia y de compromiso con su oficio y con una forma de entender la vida, lo que la llevó al exilio en los años más duros de la dictadura argentina. Tiene una capacidad para interpretar alucinante y cuando escribí la zamba de «Zamba del emigrante», un sonido tradicional del Río de la Plata, pensé inmediatamente en ella. No me suele ocurrir cuando escribo, porque escribir, componer, es una necesidad muy íntima y es algo muy personal. Me hacía mucha ilusión escuchar esa canción cantada por ella y estrechar los vínculos a uno y otro lado del océano, porque habla de esas aves migratorias que sueñan con encontrar el camino de regreso.

Este es un trabajo íntimo y acústico.

Es un disco en el que hemos grabado todos los músicos juntos. Me apetecía captar la cercanía, la complicidad y frescura que se genera cuando los músicos se están mirando. Es todo muy acústico, sin programaciones, para darle un color diferente. Cuida la presencia de la voz, que está muy cruda y sin efectos para darle intimidad y cercanía.

En octubre lo tendremos entre nosotros de gira. ¿Qué ofrecerá?

Después de estar con una banda bastante grande quiero recuperar un poco más de intimidad, darle un carácter muy teatral a la puesta en escena y seguir fomentando ese diálogo que uno trata de mantener encima del escenario, para hacerlo más bien cercano e íntimo.