Mireia C. Zubiaurre Historiadora
Memoria colectiva
Nuestra memoria colectiva también hace referencia a un desarrollo cultural que, junto al bagaje histórico acumulado, ha dado lugar al concepto de pueblo vasco que hoy en día conocemos
Aun no conociendo su definición exacta, cuando leí el concepto memoria colectiva me vi plenamente identificada con él.
Primeramente intuí la existencia de una relación clara con el pasado, con la historia pasada, pero no de una manera independiente, sino en sintonía con el momento presente. Vi, por lo tanto, un puente de unión entre hechos pasados y realidad presente.
Después comprobé que dicho concepto abarcaba o debería abarcar hitos históricos, aunque también la cultura, entendiéndose ésta tanto desde su ámbito más general y popular como en cuanto a costumbres y experiencias personales se refiere. Así percibí la importancia de esa memoria, de su fragilidad y vulnerabilidad, de su valor actual por ser resultado de una evolución histórica y cultural, de su necesidad por ser protegida, de su carácter aglutinador y definitorio.
La memoria colectiva, qué duda cabe, puede ser plasmada en papel o transmitida oralmente; puede ser homenajeada a través del arte más vanguardista o guardada celosamente en algún museo. Según sea el tratamiento que se le dé, nunca podrá desligarse de sus protagonistas, de aquéllos que la forjaron, ni de los hombres y mujeres del presente, por su cualidad a la hora de definirlos, diferenciarlos e identificarlos, cultural y socialmente.
Por último llegué a la conclusión de que nosotros, poseedores de esa memoria, no somos agentes pasivos ante la misma, sino que sobre nosotros mismos recae la responsabilidad de mantenerla viva y limpia de malas interpretaciones para transmitirlas así a las generaciones venideras.
Recientemente leí en un libro de sociología un pequeño apartado en el que se hacía referencia a la memoria colectiva, y cuál fue mi sorpresa al descubrir que algunas definiciones relacionadas con aquella no coincidían con mi forma de entender dicho concepto. Simplificadora, deformadora, capaz de mistificar el pasado, cargado de un simbolismo afectivo y subjetivo bastante importante...
Desde mi humilde opinión no consideré que nuestra memoria colectiva fuera simplificadora, ni deformadora, ni que esté precisamente sujeta a un sentimiento de pertenencia que nos aúna a la gran mayoría de nosotros. Si aquélla pudiera resultar escasa en datos históricos, no será por ser simplificadora, sino por la falta de documentos, por la destrucción de restos arqueológicos de interés y por la apatía política en cuanto a lo que aquélla representa para el pueblo vasco.
Y si nuestra memoria colectiva responde a una historia con mil versiones no será por ser deformadora en sí, sino por la postura más o menos interesada de los historiadores que acabarán narrando un pasado histórico acorde a sus tendencias políticas, pero poco realista con respecto a lo vivido a lo largo de los siglos por el pueblo vasco.
Hasta la circunstancia más objetiva puede despertar un sentimiento de pertenencia, de empatía con el sufrimiento pasado, de orgullo por el objetivo alcanzado. Pero no por ello nuestra memoria debe definirse desde un punto de vista absolutamente subjetivo, aún siendo un potente generador de sentimientos bajo los cuales podemos cobijarnos.
Nuestra memoria colectiva hace referencia a unos hechos históricos indiscutibles y a unos protagonistas a recordar, pero también a un desarrollo cultural que, junto al bagaje histórico acumulado, ha dado lugar al concepto de pueblo vasco que hoy en día conocemos. Le pese a quien le pese.