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ANÁLISIS | Ocupación y resistencia iraquí

La ocupación de Irak empeorará aún más la crítica situación

En un país destrozado por la ocupación, los distintos actores mueven sus fichas. Grupos de la resistencia sunita se enfrentan a al Qaeda. El chiíta al-Sadr decreta seis meses de parón. Y Washington vive un mes clave para vislumbrar el futuro del desolado Irak

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Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

En espera de lo que suceda en el próximo corto plazo, un simple diagnóstico de la bajo todos los puntos de vista desoladora situación de Irak revela que la ocupación ha sido, es y será la culpable de la situación, y de que ésta aún pueda empeorar más.

Tras las promesas de los ocupantes para justificar su genocida actitud, estamos descubriendo que todo ello no era sino una sarta de mentiras, de excusas, mal elaboradas, para hacerse con el control de un estado muy importante geoestratégicamente hablando y con un gran volumen de recursos naturales.

Tras más de cuatro años y medio de ocupación, la fotografía iraquí es desoladora, sobre todo para su propia población. El índice de violencia es elevadísimo, los enfrentamientos ya han alcanzado a todos los estamentos sociales, religiosos y políticos del país, los sistemas educativo y sanitario están totalmente destrozados, cuando en un pasado no muy lejano ambos estaban considerados por organizaciones internacionales, como la UNESCO, como verdaderos modelos a seguir.

La corrupción, que algunos consideran «una norma de las autoridades actuales del país», está siendo utilizada con fines estratégicos, ya que por un lado hace crecer el rechazo popular a esas instituciones impuestas por los ocupantes, al tiempo que el armamento y la ayuda financiera que se destina para aquéllas en muchas ocasiones acaba en manos de los grupos resistentes.

El sectarismo y las luchas entre las facciones siguen ocupando buena parte de la realidad iraquí. La política del «divide y vencerás» aplicada por los estrategas de la ocupación, esperando que fuera un factor a su favor, se ha demostrado como uno de los más graves errores de cálculo en la historia más reciente. Lejos de lograr sus objetivos, ha provocado una situación que no se muestra nada sencilla de resolver de continuar los parámetros actuales.

El cólera ha hecho su aparición en zonas consideradas «seguras» hasta la fecha (la falta de agua potable es un presente más de la ocupación), los desplazados internos superan el millón y la cifra de refugiados en los países vecinos sigue aumentando, las instituciones impulsadas por la ocupación están al borde del colapso y son incapaces de funcionar con normalidad, las cifras de muertos son escalofriantes y no cesan de aumentar cada día que pasa (este año está siendo más violento que el anterior).

Por su parte, la resistencia iraquí mantiene su pulso militar contra los ocupantes y al mismo tiempo sigue desarrollando un proyecto unitario. Por el contrario, la presencia de al Qaeda en el país, a pesar de ser magnificada por los medios occidentales, tiene su peso en el teatro iraquí, y mientras continúa con sus atentados indiscriminados, recientemente ha tenido que hacer frente al rechazo armado de otras organizaciones de la resistencia sunita.

En este contexto se pueden situar, por ejemplo, los recientes movimientos en torno a la milicia dirigida por Moqtada al-Sadr, Jaysh al-Mahdi (el Ejército de El Madhi). Los enfrentamientos en Kerbala entre milicias chiítas y el posterior anuncio de al-Sadr de un cese de las actividades por un período de seis meses han desatado los comentarios en torno a la situación que estaría atravesando el joven dirigente chiíta.

Lo ocurrido en Kerbala, una ciudad controlada por las fuerzas chiítas, es la muestra de que dentro de las diferentes comunidades las diferencias e intereses impiden presentarlas como grupos homogéneos. Al parecer, los intentos del Ejército de El Mahdi por hacerse con el control de la poderosa mezquita del Iman Hussein, en poder del Consejo Supremo islámico Iraquí (SIIC), provocó la reacción de las Brigadas Badr de este último, dejando sobre las calles de la ciudad santa chiíta más de cincuenta víctimas mortales. Además, los ataques entre ambos grupos se sucedieron en otras partes del país.

Los motivos que llevaron a los seguidores de al-Sadr a intentar hacerse con la mezquita son varios. Por un lado está la importante fuente de recursos que genera, con miles de peregrinos que acuden anualmente y donde depositan sus donaciones, y por otra parte está la disputa que mantienen ambas organizaciones por hacerse con el mayor control posible de las zonas chiítas; un ejemplo claro lo estamos viendo en el sur del país.

El resultado de la acción de Kerbala habría llevado a al-Sadr a decretar ese cese de actividades, como medida para frenar una acción que es vista como impopular entre las masas chiítas y al mismo tiempo para poner «un poco de orden» dentro de su organización. Esta ha crecido considerablemente desde su fundación en 2003, y algunos grupos han comenzado a operar de forma autónoma generando roces y divisiones en su seno. Con esa medida al-Sadr ha decidido evitar un desmembramiento y una pérdida de apoyo popular. Frente a quienes quieren presentar a la figura del joven clérigo chiíta como una persona contra las cuerdas, hay que seguir los acontecimientos que se han sucedido tras su llamamiento, y podemos ver cómo las milicias que le apoyan han seguido en su casi totalidad las órdenes de su dirigente.

Los que sí están contra las cuerdas son los gestores de la ocupación. En Irak su situación es de acoso constante y de fracaso absoluto, mientras que en Washington el debate se centra cada vez con más fuerza en ese mismo fracaso y en la elaboración de un plan de retirada que cada vez demandan más voces.

Setiembre puede ser clave para el desarrollo de los acontecimientos, con varias apariciones públicas en el Congreso norteamericano y con el informe que el presidente Bush deberá presentar y que marcará la política de EEUU hacia Irak de los próximos meses. Con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, los medios y algunos políticos no dudan en utilizar el tema iraquí como bandera propagandística en uno u otro sentido, además con la aparente «crisis» que parecen soportar los llamados neoconservadores, tampoco podemos descartar algún movimiento de éstos. Y si así se produce deberemos permanecer atentos a lo que suceda en torno a Irán, donde las fuerzas neocon de EEUU podrían buscar una maniobra desesperada para desviar la atención de su sonoro fracaso iraquí.

Suceda lo que suceda, es importante no caer en el olvido o acostumbrarnos a las trágicas noticias e imágenes que nos llegan desde Irak. Mientras que salvar las ruinas griegas del fuego se presenta como una tragedia en los medios de comunicación occidentales, asistimos a la canalización de la situación en aquel país, en un intento más para ocultar que la ocupación ha sido, es y será la culpable de la situación, y sobre todo de que empeore aún más.

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