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Aniversario del 11-S

Tributo oficial por las víctimas, ¿hasta cuándo?

Seis años después, Nueva York volverá a recordar a las casi 3.000 personas muertas en uno de los atentados más audaces de la historia. Mientras, la ciudad se plantea hasta cuándo el tributo por las víctimas del sangriento ataque debe mantener la misma intensidad.

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Jordi CARRERAS | Nueva York

Por primera vez desde los ataques, el 11 de septiembre volverá a coincidir en un martes. Igual que 2.191 días atrás, cuando dos aviones se alojaron en las Torres Gemelas con la facilidad de un cuchillo cortando mantequilla. Desde entonces nada ha vuelto a ser igual, sobretodo en Nueva York pero también en el resto del planeta.

En este tiempo, la zona del World Trade Center (WTC) se ha convertido en uno de los principales imanes de Nueva York para todos los que la visitan, al mismo nivel que la estatua de la Libertad. No así para los neoyorquinos, muchos de los cuales evitan pasar por aquella parte de la ciudad y los que lo tienen que hacer por obligación, se abstienen de mirar la gran zona vallada donde seis años atrás estaban las Torres Gemelas y los edificios aledaños que tuvieron que ser derribados. Los neoyorquinos incluso han acuñado el término terror tourists para definir a los visitantes a la «Zona Cero».

Museo del 11-S

Este 11-S también será el primero en que ya esté abierto al público el Tribute WTC, un museo ubicado en 120 de Liberty Street, justo delante de donde estaban las Torres Gemelas, que hasta que no se abra el Memorial y Museo del World Trade Center, previsto para 2009, hace las mismas funciones. En su interior se recogen objetos rescatados de entre los escombros y hay una exposición de historias personales, que acercan a los visitantes a los atentados contra el WTC del 26 de febrero de 1993 y del 11-S.

También organizan tours turísticos alrededor del perímetro del WTC, en los cuales, familiares de víctimas y voluntarios explican a los visitantes detalles y vicisitudes de los atentados. El artífice de este lugar es Lee Ielpi, un bombero retirado, vicepresidente de la asociación September 11th Families y padre de dos bomberos más, uno de los cuales, Jonathan, pereció en el 11-S. Ielpi trabajó durante nueve meses en las tareas de desescombro de las torres, pese a que a los tres meses ya había hallado los restos de su hijo. «Nunca se me olvidará el olor de la carne quemada y de la muerte. Fue impresionante» dice Ielpi, que añade que «el Tribute WTC me reconforta y sé que compartir mi historia, aunque me resulte duro, ayuda a mucha gente a comprender la verdadera naturaleza del desastre. Humaniza unos hechos abstractos y esto no lo pueden hacer los políticos». No es la primera ni la última vez que Ielpi cuenta su historia pero los ojos continuan empañándosele.

El Tribute WTC abrió sus puertas justo una semana después del 11-S del año pasado y en este período lo han visitado unas 300.000 personas. Este espacio es también un lugar de recogimiento y consuelo para famliares de víctimas y supervivientes, y por eso algunos de ellos se han apuntado como voluntarios para explicar a los visitantes los hechos ocurridos seis años atrás, en un intento de hacer terapia y superar aquello que les ha marcado para siempre. En el Tribute WTC tienen tan claro que los que lo visitan pueden emocionarse con lo que allí se expone, que tienen repartidos pañuelos de papel por diversas partes de este museo.

Recuerdo íntimo

Por supuesto que los que se han implicado en el Tribute WTC no comparten la opinión que Cecille Querubin expresó a Gara: «Yo estoy en desacuerdo con que el 11-S se continue commemorando de la manera como se hace. Entiendo perfectamente que los familiares de las víctimas deben recordar a sus seres queridos pero a mi me causa dolor recordar todos aquellos hechos y creo que ya hace algún tiempo que debería hacerse de una manera un poco más íntima».

La opinión de esta neoyorquina nacida en Philadelphia, residente en Manhattan desde hace casi tres décadas y que trabaja muy cerca de donde se perpetraron los atentados, empieza a cobrar cada vez mayor fuerza en la ciudad. El mismo «The New York Times» se preguntaba hace unos días cuánto tributo colectivo va a ser suficiente y en declaraciones a este rotativo, Lesli Rice, que perdió a su madre en los atentados manifiesta, respecto al repicar de campanas por toda la ciudad y al minuto de silencio que se guarda cada año: «Entiendo que el dolores una cosa más particular. La ciudad entera no está afectada por la muerte de mi madre y no tengo ninguna necesidad de percibirlo. Con que lo sintamos los más allegados me basta».

La opinión de Rice la comparten muchos de los miembros de la asociación September 11th Families for Peaceful Tomorrows, otra asociación de familiares de víctimas del 11-S, que decidieron convertir el dolor de aquellos atentados en acciones por la paz. Abogan por acabar de una vez con la violencia engendrada a partir del 11-S, en forma de las guerras de Irak y Afganistán. Phyllis Rodríguez perdió a su hijo en aquellos atentados y unas semanas después, redactó con su marido el manifiesto «No en nombre de nuestro hijo», a partir del cual nació Peaceful Tomorrows. Rodriguez, de White Plains, Nueva York, nunca ha asistido a ninguna conmemoración en el WTC. «Las conmemoraciones colectivas son maravillosas pero no son para mí. No seré yo quien diga cuando es suficiente, creo que cada cual ha de encontrar su manera. Pero a mi no me reconforta estar al lado de gente que no conozco y pienso que leer durante centenares de años un listado de nombres no traerá la paz». Rodriguez dice que lo que la ha hecho más fuerte es trabajar por la paz y no un deseo de venganza. En este sentido, explica que miembros de Peaceful Tomorrows viajaron en enero de 2002 a Afganistán y el año siguiente a Irak, para hacer saber a viudas de aquellos países que no todos los americanos están de acuerdo con las invasiones. «No hay un doble rasero del sufrimiento, todas las familias sienten lo mismo. Los gobiernos intentan identificar a un sujeto como a un objeto para poderlo atacar. Los familiares de una víctima de ETA sienten el mismo dolor que los familiares de un militante de ETA cuando este muere», explica Rodriguez.

Y añade que «han utilizado las víctimas para recortar derechos y libertades, sin embargo después de los atentados, tanto EEUU como el mundo son lugares menos seguros». En opinión de esta neoyorquina nacida en White Plains, Nueva York, y casada con un cubano, después de los atentados muchos americanos han abierto los ojos y se han dado cuenta de que «somos una parte pequeña del mundo y de que lo que hacemos tiene unas consecuencias».

El nuevo WTC

Después de los atentados no faltaron quienes vaticinaron que el Bajo Manhattan estaba definitivamente tocado de muerte y que nunca volvería a ser lo mismo. Probablemente ya nunca nada será igual pero una prueba de que, poco a poco, las cosas vuelven a ser casi como antes es que de nuevo hay empresas y personas que optan por volver a instalarse allí. El edificio WTC 7, que fue el último en caer y el primero en reconstruirse, ya tiene una ocupación del 72%, y 35.000 familias viven de nuevo en aquella parte de la ciudad.

Desde su décima planta puede verse cómo en la «Zona Cero» ya se trabaja a todo ritmo para construir la Torre de la Libertad y el Memorial del WTC. Los tres edificios restantes que completarán el nuevo complejo del WTC se empezarán a partir del año que viene. Larry Silverstein, el propietario de World Trade Center Development, que adquirió las Torres Gemelas solo seis semanas antes de los atentados, asegura que las nuevas torres «no sé si serán los edificios más seguros del mundo pero sí que les puedo asegurar que serán los más seguros de EEUU». De las antiguas Torres Gemelas, una de las cosas que más se criticó es que tenían un sistema de evacuación insuficiente para una catástrofe como la que vivieron y que de haber sido mejor, muchas personas más se podrían haber salvado. Para no caer en errores del pasado, el edificio que proyecta Norman Foster, que tendrá 79 plantas, dispondrá de cuatro escaleras, una para cada esquina de la planta para que en caso de emergencia, la evacuación sea más fácil. El resto de los nuevos edificios tendrá medidas similares, que han sido consensuadas con las autoridades.

SIN NINGÚN RASTRO DE CASI UN TERCIO DE LAS VÍCTIMAS

La conmemoración en la «Zona Cero» es especialmente significativa para los familiares de las 1.145 personas -de las 2.749 que oficialmente perdieron la vida allí- que no han recuperado ni tan siquiera un dedo de sus familiares.

Para ellos, ir al WTC es prácticamente obligado, puesto que no tienen otro lugar donde ir a llorar a sus muertos. O sí. Cuando casi un año después de las tareas de desescombro, se enviaron los restos a Staten Island, a un vertedero llamado Fresh Kills, las autoridades prometieron que allí se continuaría buscando despojos, pero a la hora de la verdad, adujeron que era demasiado complicado -y además caro- y nunca más atendieron la cuestión.

Algunos familiares como Kurt y Diane Horning van de vez en cuando al vertedero donde creen que descansan los restos de su hijo. Indignados con las autoridades, representan a la veintena de familias de víctimas de los atentados del 11-S que han presentado una demanda judicial en un tribunal federal de Manhattan. «Nuestros familiares eran inocentes y ahora los dejan pudrirse en medio de la basura. Necesitamos enterrarlos, es un derecho básico», recuerdan y se lamentan con amargura. J.C.

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