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Fede de los Ríos

Ansón, la sexualidad y Chávez

Hace unos días, en el periódico dirigido por un, al parecer, amante de la lencería fina, Luis María Ansón, académico de la Lengua, exigía al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, que saliese del armario. Aducía que en los círculos homosexuales «serios» afirmaban que Chávez era homosexual. Por supuesto él, decía, respeta a las personas homosexuales y no se ríe de ellas (sic). Recuerda a aquella folclórica española, todavía viva, que al ser preguntada en una entrevista por su actitud si se enterara de que tiene un hijo homosexual, dijo: «uno es invertido por enfermedad o por vicio. Si fuese por lo primero lo querría más que si fuera normal». Qué maja.

La curiosidad de Ansón pisa un terreno resbaladizo como la vaselina. ¿Preguntará también a su admirado Rajoy sobre sus aficiones en materia sexual? ¿Solicitará de su amada reina una declaración de su, como él dice, con- dición sexual? Y, aún más, ¿aclarará lo que se afirma en ciertos círculos, acerca de él mismo, sobre su afición por las jovencitas?

La diferencia esencial entre Chávez, Rajoy, Sofía y Ansón es que al primero lo han elegido sus ciudadanos en repetidas ocasiones. A los otros nunca.

¿Qué le pasa a la derecha española con el sexo? Están demasiado excitados: tertulianos, jerarquía católica, padres y madres de familias como Dios manda, políticos, profesores... A Ansón y los suyos les parece espantoso que en las escuelas se hable de sexualidad. La patronal de los colegios católicos, financiados con fondos públicos, ha redactado una guía con los criterios morales en los que han de basarse sus profesores para impartir Educación para la Ciudadanía. La guía recurre a la Biblia y la vida de los santos.

Corro a internet y descubro www.corazones.org, página de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María. En la primera página, Carlos Lwanga y Compañeros, mártires de Uganda, 1886: estos misioneros se ganaron el favor del rey Mtsa. Cuando su hijo Mwanga le sucedió al trono, fue influenciado por el Islam y cayó en la tendencia homosexual (sic); cortó las cabezas de misioneros y cristianos que no renunciaron a la fe cristiana. Luego quemó sus cuerpos.

Islám y homosexualidad, lo uno lleva a lo otro. Ahora entiendo. Cuando se agachan mirando a la Meca no es para orar. ¡Y cinco veces al día! ¡Dios mío, qué derroche! La envidia corroe la libido y el corazón de los católicos.

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