La mayoría de nosotras aún no hemos llegado a la jubilación, aunque sí muchas. Todas nosotras, a quienes hoy se nos denomina andereños históricas, en cualquier caso, estamos siendo objeto, en esta fase de nuestras vidas, de una atención y un cariño público que nos reconfortan sobremanera.

Precisamente estos días de reconocimiento, por otra parte, nos aprieta más el recuerdo de quienes han fallecido, después de haber compartido aquellos días y aquellas tareas repletas de dificultad que, sin embargo, afrontábamos con ilusión y entusiasmo desbordantes.

Por encima de cualquier otra consideración, por lo demás, queremos a través de estas modestas líneas agradecer de corazón las muestras de adhesión que desde diferentes ámbitos se nos prodigan.

Poco podíamos imaginar nosotras en aquellos años sesenta y setenta que nuestra dedicación a aquello en lo que creíamos firmemente pudiera desembocar en los méritos que hoy se nos adjudican. Se dice ahora que fuimos precursoras de lo que actualmente es la escuela vasca. De las ikastolas, desde luego, y en gran parte del modelo escolar implantado en el país, aunque de desigual manera según territorios y sectores.

En aquellos años sesenta y setenta, en los que, huyendo de la labor fiscalizadora y represora de los inspectores, improvisábamos aulas a veces en las habitaciones de nuestras propias casas, o en domicilios que se nos prestaban para ello, o en locales parroquiales, u otros, teníamos muy clara la senda a recorrer.

Estaba nuestra reconocida formación pedagógica inicial, por una parte, de la mano de Elvira Zipitria. Según avanzaban los años, la demanda nos fue obligando a captar y formar con rapidez futuras andereños procedentes de ocupaciones diversas. Por otra parte, en nuestros entornos sociales se respiraba un ambiente inquebrantable de apego a las señas de identidad propias de nuestro pueblo, así como a la libertad y a la democracia. Una y otra facetas eran brutalmente castigadas por el régimen franquista de la época, como a estas alturas es bien conocido.

Nosotras, como producto de nuestro ámbito social, nos dispusimos a llevar a aquella escuela incipientemente artesanal en cuanto a recursos, inevitablemente clandestina durante unos cuantos años, que comenzó a popularizar la denominación de ikastola, el espíritu de la sociedad que nos rodeaba.

Inspiradas en el principio de defensa de la identidad y de la libertad que el régimen de entonces negaba, creamos un modelo de escuela basado en la seña de identidad por excelencia de nuestro pueblo, el euskara, y las referencias culturales vascas, en su sentido más amplio, para desde ellas acercanos a la cultura universal. Habilitamos el concepto de escuela democrática y superadora de las desigualdades, sean éstas sociales, de género, de capacidad, etc.

Todo ello son hoy valores generalizados, como ya se ha dicho, no sólo en las ikastolas actuales, sino en el conjunto del sistema educativo, a pesar de que su materialización nos presenta un mapa desigual.

Nada de esto sería sin embargo hoy realidad sin aquellas organizaciones sociales y culturales que colaboraron determinantemente en el impulso de las ikastolas y, cómo no, sin las madres y los padres con quienes luchamos codo a codo. Constituyeron asociaciones y asumieron responsabilidades de titularidad con una generosidad y una entrega encomiables. Tuvieron fe en lo que hacíamos hasta el punto de dejar en nuestras manos lo más preciado de sus vidas, como eran sus hijas e hijos, seguros de no arriesgar su futuro a pesar de un horizonte oficial incierto. Desafiaron en silencio, con modestia, con hechos, con convicción, valientemente en definitiva, a las autoridades y a las injustas leyes de la época. Para todas aquellas madres y aquellos padres que llevamos en un lugar privilegiado de nuestro recuerdo, vaya nuestro homenaje y nuestro reconocimiento sinceros.

Estos días somos nosotras objeto de reconocimiento. Siguiendo un acuerdo laudatorio del Parlamento vasco hacia nuestra labor, en 2004 el Gobierno vasco emitió un decreto por el que se nos reconocían incluso derechos de compensación por las difíciles circunstancias en las que inicialmente desarrollamos nuestra labor docente. Resultaría imposible, aunque sería de justicia, nombrar a todas aquellas personas que intervinieron entonces a nuestro favor.

Más recientemente, en julio pasado, el Gobierno de Madrid ha emitido un decreto. En el mismo se reconocen, a efecto de pensiones de jubilación, nuestros derechos laborales por el periodo anterior a diciembre de 1978 en el que ejercimos como trabajadores de las ikastolas.

Por cierto que, en relación con este último apartado, celebraremos dos asambleas informativas en los próximos días y a ellas convocamos a todos los que se consideren afectados por este decreto. Se trata de trabajadores de las ikastolas en general, que desarrollaron su labor en las mismas desde antes de diciembre del 78. Las asambleas serán en Bilbao, en Urretxindorra Ikastola (Martin Barua kalea, 21), para las interesadas e interesados de Araba y Bizkaia, el día 19 de setiembre; y en Donostia, Santo Tomas Lizeoa (Lardizabal pasealekua, 24), para las interesadas e interesados de Nafarroa y Gipuzkoa, el 20 de setiembre, en ambos casos a las 19:00 horas.

Agradecemos de todo corazón a los partidos políticos, sindicatos, organizaciones sociales en general y de las ikastolas en particular que nos están ayudando para facilitarnos las cosas.

No vamos a dejar de mencionar, finalmente, el acto de reconocimiento público del que vamos a ser objeto el próximo día 29 de setiembre por parte de la Confederación de Ikastolas de Euskal Herria.

A unos y otros, mila-mila esker bihotz-bihotzez eta beti arte.