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las dos sondas lanzadas hace 30 años siguen alejándose del sol

Las voyager, hasta el infinito y más allá

Son los objetos fabricados por el ser humano más alejados de nosotros. Las dos sondas Voyager, lanzadas en su día para una misión de cuatro años, cumplen estos días tres décadas rumbo a los confines de nuestro desconocido Sistema Solar. Son todo un hito de la aventura espacial y sus responsables calculan que les quedan quince años de vida.

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Joseba VIVANCO

En 1995, la cámara del conocido telescopio espacial Hubble llevó a cabo una larguísima exposición para fotografiar los confines del universo visible. Descubrió que en la superficie del cielo que tapa un sello de correos situado a 30 metros de distancia había más de 3.000 galaxias -formadas por estrellas y planetas-. Quiere decir que en toda la bóveda celeste habrá unos 80.000 millones. El espacio de ahí fuera es tan enorme y descomunal que, como ironizaba el gran divulgador científico Bill Bryson, «es posible que los alienígenas viajen miles de millones de kilómetros para divertirse, trazando círculos en los campos de cultivo de Wildshire, o para aterrorizar a un pobre tipo que viaja en furgoneta por una carretera solitaria de Arizona, pero parece improbable».

Casi a diario, las grandes antenas de la Red Espacio Profundo de la NASA se dirigen a una pequeña parcela en blanco ubicada en la constelación Ophiuchus. Apuntando hacia la nada, o al menos eso parece, las antenas recogen invariablemente una señal, débil pero llena de inteligencia. La fuente se encuentra más allá de Neptuno, más allá de Plutón.

Hacia ese infinito y más allá -emulando el grito de guerra del personaje Buzz Lightyear en la exitosa ``Toy Story''- viajan desde hace treinta años dos sondas espaciales que partieron de la Tierra en dirección a Júpiter y Saturno para misiones originalmente planeadas para cuatro años. Pero tras hacerlo y cumplir con su cometido, prosiguieron su camino rumbo al hasta hace poco noveno planeta Plutón, y siguieron y siguieron... Estos días, se cumplen tres décadas y la Voyager 2 (lanzada el 20 de agosto de 1977) y la Voyager 1 (el 5 de setiembre del mismo año) viajan rumbo a lo desconocido, siendo los objetos fabricados por el ser humano que más se han alejado de la Tierra.

«La misión Voyager es una leyenda en los anales de la exploración espacial. Abrieron nuestros ojos a las riquezas científicas de nuestro sistema solar exterior, y han sido pioneras en la más profunda exploración de los dominios del Sol jamás realizada», declaraba estos días Alan Stern, administrador asociado para las misiones científicas de la NASA en Washington. «Que ambas continúen enviando importantes hallazgos es un testamento a sus diseñadores», añadía.

En 1965, Gary Flandro era un estudiante del Instituto Tecnológico de California y es entonces cuando diseñó la trayectoria de las Voyager en torno a los planetas exteriores del Sistema Solar. Flandro tuvo en cuenta la favorable alineación de los planetas, que permitió visitar a Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno -por ejemplo, el tiempo de vuelo hacia Neptuno se redujo de 30 años a 12-. En la actualidad es casi imposible realizar una misión como las Voyager, ya que la dirección para visitar Júpiter y Saturno no coincide con las de Urano y Neptuno. Tanto es así que sólo ocurre una vez cada 175 años. Tan sólo la sonda New Horizonts, lanzada en enero de 2005 y que llegará a su destino, Plutón, en 2015, tratará de seguir después la estela de las Voyager.

La Voyager 1 -su trayectoria fue más rápida que la de su «hermana», a pesar de salir más tarde- se encuentra hoy a unos 15.600 millones de kilómetros y su gemela lanzada días antes a «sólo» 3.000 millones menos, aunque ambas navegan en distintas direcciones. Es decir, están a casi tres veces la distancia entre la Tierra y Plutón -si la Tierra fuera reducida al tamaño de un guisante, Plutón estaría a 2,5 kilómetros de distancia-. Y ambas siguen su trayectoria hacia el espacio interestelar, alejándose en torno a 1,6 millones de kilómetros cada día y bajo la supervisión -a pesar de los recortes presupuestarios del programa espacial estadounidense- de una docena de operadores que tardan unas 14 horas en recibir sus señales.

Cruzando el límite del sistema solar

Nuestro sistema solar completo se asienta en el interior de una colosal burbuja de gas. El responsable es el Sol, el cual hincha la burbuja por medio del viento solar. Los astrónomos llaman a esta burbuja «la heliosfera», dentro de la cual viajamos, y a su membrana exterior la denominan «heliopausa». En mayo de 2005 se anunció que la primera de las sondas había entrado en la frontera final del Sistema Solar, en la heliopausa. ¿Cuándo cruzará del todo ese límite? La NASA cree que unos diez años. Los responsables del proyecto calculan que a ambas sondas les queda «fuelle» hasta el año 2020, más o menos.

Los datos recogidos hasta la fecha indican a los expertos que los límites de esa heliopasua están más cerca de lo que se pensaba y que la burbuja o heliosfera no es totalmente esférica, sino que está achatada por el sur debido a la presión del campo magnético interestelar, ligeramente inclinado respecto al plano de nuestra galaxia.

Pero, ¿qué hay más allá de nuestro sistema solar? Según el divulgador Bill Bryson, «el vacío más perfecto que hayan creado los seres humanos no llega a alcanzar la vaciedad del espacio interestelar». Y hay mucha nada de ese tipo hasta llegar a nuestro vecino más cercano en el cosmos, Próxima Centauri, que forma parte del grupo de tres estrellas llamada Alfa Centauri, a una nada desdeñable distancia de 4,3 años luz, es decir, que llegaríamos allí en sólo 4,3 años si pudiésemos viajar a la velocidad de la luz, algo imposible. Y como no podemos, la infranqueable realidad es que el viaje de una nave espacial hasta allá duraría unos 25.000 años, eso sí, para estar en medio de la nada.

Nuestro sistema solar está inmerso en la llamada Vía Láctea, que no es sino una de las miles de millones de galaxias calculadas, muchas de ellas mayor que la nuestra.

«Nada tiene mayor poder de alterar nuestra perspectiva de nosotros mismos y nuestro lugar en el Cosmos que esas imágenes de la Tierra que hemos recogido de un lugar tan distante como Saturno», dijo Carolyn Porco, líder del equipo de imagen de la sonda Cassini, del Space Science Institute, y que participó también en la obtención de la imagen del Voyager 1, que había sido la primera en fotografiar la Tierra como un punto azul pálido desde el sistema solar.

Una imagen que da muestra de lo que somos y de dónde estamos entre tanta inmensidad. Las Voyager siguen su rumbo, lejano para nosotros, tan sólo un «saltito» en términos galácticos. Ambas viajan portando un saludo desde la Tierra e indicando dónde estamos. Formateado en un disco de oro, y encargado a uno de los mayores divulgadores del espacio como Carl Sagan, incluye cientos de fotografías sobre nuestro Sistema Solar, sobre personas, especies animales y vegetales, registros sonoros, felicitaciones en más de medio centenar de idiomas, todo a modo de carta de presentación ante unos hipotéticos seres extratarretres que, si están ahí fuera, se antojan demasiado lejanos para nuestra tecnología. Como concluye el propio Bill Bryson, quizá no estemos solos, pero desde un punto de vista práctico, es como si lo estuviéramos.

Sobre los límites del Sistema Solar apenas sí empezamos a saber algo gracias a las Voyager. Para 2008 la NASA anuncia que enviará una nueva misión que estudie esa frontera. Pero si algún día el ser humano logra cruzarla con naves tripuladas lo más probable es que, como defiende Javier de Felipe, uno de los mayores expertos españoles en la materia y científico del CSIC, «la gente no se da cuenta de que al espacio vamos a ir para quedarnos».

 

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