Josebe EGIA
¿Ha cambiado algo?
Euskal Herria, 11 de septiembre de 1973. El franquismo, el fascio, campaba a sus anchas y la calle era de Fraga. No recuerdo si estábamos o no en estado de excepción, pero qué más da, si siempre lo estábamos. La libertad de expresión no existía y nuestro pueblo sufría una represión total: cultural, social y política.
Chile, 11 de septiembre de 1973. La vía chilena al socialismo, que era un sueño para quienes desde aquí peleábamos, se abortó de la forma más cruel. Recuerdo con el corazón todavía contraído el golpe militar y la Casa de la Moneda asediada por tierra y por aire. Recuerdo la heroica resistencia de un gran hombre, Salvador Allende, defendiendo hasta la muerte la libertad y la dignidad de quienes le habían elegido para corregir las enormes desigualdades sociales. Algo que no podía admitir la clase social dominante, por lo que, con la colaboración inestimable del Ejército y la jerarquía eclesiástica -bien asesorados y apoyados por l0s EEUU-, orquestó el golpe de estado.
Cuando Pablo Milanés compuso «Yo pisaré las calles nuevamente de la que fue Santiago ensangrentada y en una hermosa plaza liberada me detendré a llorar por los ausentes...», parecía que ya estaba todo superado. Claro que ahí estaba Quilapayun para recordar en la «Cantata de Santa María de Iquique»: «ustedes que ya escucharon la historia que se contó, no sigan ahí sentados pensando que ya pasó...».
Y aquí estamos, en septiembre de 2007, y es como si nada hubiera pasado. No sé si la crueldad del poder es intrínseca a la condición humana, de lo que estoy segura es de que es intrínseca al poder político y económico. El imperialismo -en sus nuevas formas de pseudodemocracia- sigue atacando, con la sola diferencia de que hoy puedo escribir esto, pero ¿por cuánto tiempo?
Septiembre de 2007. Me duele Euskal Herria, como me dolía en 1973. Me indignan «nuestros» gobernantes, que no tienen escrúpulos para seguir reprimiendo la libertad de expresión porque «la calle es suya». Me duelen nuestras presas y presos, dispersos injustamente por toda la península... y me duele Chile.
Confiaba en Michelle Bachelet -socialista y feminista declarada, hija de un general torturado y asesinado por las tropas de Pinochet y torturada a su vez junto a su madre-, quien en su programa de gobierno prometió romper la brecha entre ricos y pobres, mejorando las prestaciones en educación, sanidad y vivienda, así como equiparar a mujeres y hombres. Sin embargo, en este setiembre, ha vuelto a sacar a los carabineros a la calle para reprimir brutalmente a las y los sindicalistas y ha vuelto a sitiar la Casa de la Moneda, aunque a la inversa de Allende.
De ahí mi pregunta. Aparte de las formas ¿ha cambiado algo? me temo que bien poco. Me queda el consuelo de recordar a quienes lucharon y ratificar mi compromiso de estar al lado de quienes siguen luchando por la libertad, la igualdad y el derecho de los pueblos a elegir libremente su destino.