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Alpinismo | Gasherbrum II y K2

Karakorum dos nuevos problemas solventados

Tres alpinistas italianos se hacen con la primera de la cara tibetana del G II. Mientras tanto, un gran equipo ruso, en dos meses y medio de trabajo, abre vía en la inhóspita cara oeste del K2.

Andoni ARABAOLAZA | DONOSTIA

No hay duda de que entre las actividades más destacadas de esta todavía inacabada temporada ochomilística del Karakorum (todavía hay grupos intentando el K2) están la liberación (quizá sea más correcto hablar de primeras ascensiones por aquello del estilo) de dos impresionantes caras vírgenes: la norte del G II (8.035 m) y la oeste del K2 (8.611 m). Eran dos de los grandes problemas pendientes del actual panorama de los ochomiles, y ya están resueltos.

Y empezamos la crónica de lo mejor de la temporada en los gigantes del Karakorum con la primera absoluta a la cara norte (tibetana) del G II. Por decirlo de alguna forma, fue Kurt Diemberger quien comenzó la carrera por romper el enigma de dicho paredón en sus visitas de 1982 y 1983. A pesar de abrir la puerta con las imágenes proporcionadas, son escasas las tentativas que se han dado. La del año pasado, la de un grupo alemán-suizo, se acercó, pero se tuvo que conformar con el G II Este (7.772 m). Este año, en cambio, ha sido el bueno. Bajo el patrocinio de la serie televisiva «Al filo de lo imposible», en la base de la montaña se presentaron dos grupos. Uno italiano, compuesto por Daniele Bernasconi, Michele Compagnoni y Karl Unterkircher. El segundo, por cuatro alpinistas vascos: Josu Bereziartua, José Carlos Tamayo, Juan Vallejo y Mikel Zabalza.

Un objetivo común, pero por dos vías distintas. El trío italiano apuesta por el espolón norte; el cuarteto vasco, en cambio, por el pilar noreste. La empresa azzurra es más fácil técnicamente pero mucho más abierta a grandes peligros objetivos; una especie de cara sur del Shisha Pangma, directa, expuesta y empinada. Y éstos son los que se llevaron el gran premio. Los alpinistas vascos, a pesar de haber superado las secciones técnicas más comprometidas, se dieron media vuelta a 6.800 metros por las condiciones que presentaba la montaña. Sus colegas italianos, como bien señala Zabalza, «le echaron lo que hay que echar. Esa ha sido la diferencia entre unos y otros. Para nosotros estaba demasiado peligroso, y decidimos darnos media vuelta. Nuestros amigos no lo vieron así, siguieron e hicieron cumbre».

Así se resolvía uno de los grandes problemas del Karakorum. Una primera absoluta de la cara tibetana en estilo ligero, directo y muy rápido. Una ruta de 3.000 metros de desnivel y con dos partes diferenciadas. La primera, caracterizada por un pilar de roca de unos 800-900 metros. Tal y como señala Unterkircher, se trata de una escalada bastante sostenida: «La mayor parte del pilar de roca será de IV con algún paso de V y algún otro todavía más duro. Pero ya se sabe, escalas con los crampones puestos, y eso complica la evaluación de la dificultad».

Una vez terminada la sección roquera, los italianos llegan hasta un plateau, cerca de los 6.000 metros, y luego otros 2.000 metros de difícil tirada de hielo y nieve, muy directa, hasta la propia cima. De los 3.000 metros de vía, fijaron 1.200, y los peligros objetivos fueron muy grandes: los seracs que les esperaban ponían los pelos de punta. Tras aclimatar hasta los 6.000 metros de altitud, el trío emprende el ataque el 18 de julio. Recuperan el campo establecido en el plateau y tiran a la cima. El día 20, a las 20.00 horas local, Bernasconi y Unterkircher llegaban a los 8.035 metros del G II. Compagnoni, con problemas estomacales y de cansancio, realiza a 7.850 metros una travesía que le llevó a la ruta normal del ochomil -ya había superado las mayores dificultades técnicas-. Tres jornadas de intenso trabajo para una primera absoluta a la pared norte.

El descenso lo realizaron por la normal, pasando por el popular campo base de los dos Gasherbrums y volviendo al instalado en la norte. Sin quererlo, se hacen con la travesía norte-sur de la montaña.

primera absoluta

La expedición italiana utilizó tres jornadas de intenso trabajo para la primera absoluta a la pared norte del Gasherbrum II, una especie de Shisha Pangma, directa, expuesta y empinada.

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