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Apertura de la oeste del k2

Andoni ARABAOLAZA | DONOSTIA

Al igual que en la norte del G II, en la oeste de K2 se presentaron dos guiones diferentes. El primero, una expedición rusa de 23 miembros y con una táctica de asedio muy pesada; una logística, innata podríamos decir, gracias a la cual han podido resolver varios de los grandes problemas pendientes. El segundo grupo, mucho más minimalista, compuesto por tres alpinistas: el polaco Piotr Morawski y los eslovacos Peter Hamor y Dodo Kopold. Estilo totalmente contrario al de los rusos: ligero, más rápido y con lo mínimo de cuerda fija.

El trío se presenta en la todavía virgen (los rusos ya están escalándola) cara oeste, pero, según Kopold, las condiciones eran demasiado duras como para hincarle el diente a la extrema pared del segundo ochomil más alto: «No paraba de nevar y el viento era muy violento. No tuvimos ni una oportunidad de intentarlo en serio». Los rusos, en cambio, con su «cabezonería» particular, pudieron con el impresionante murallón. Pero, ¿cómo? Pues, con la misma organización utilizada en retos tan importantes como la norte del Everest, la norte del Jannu... Es decir, estructurados en grupos y fijando toda la vía. Dos filosofías encontradas para un mismo objetivo. La segunda, con éxito, pero observada críticamente por parte de la vanguardia internacional que apuesta sólo y únicamente por el estilo alpino.

Pues bien, el gran proyecto ruso, liderado por Victor Kozlov, comenzaba los preparativos en el 2005. Algunos de sus miembros se plantaban en la oeste con la intención de estudiarla a fondo. Dos años más tarde, los 23 miembros de la expedición se ponen manos a la obra. Como en la norte del Everets, Kozlov organiza cuatro grupos de cuatro alpinistas. Cada uno irá abriendo vía y fijando, para facilitar a los compañeros que vienen por detrás. Tras dos meses y medio de lucha y tras montar siete campos por la pared, el 21 de agosto, a las 12.20 hora local, Andrew Mariev y Vadim Popovich llegan al punto más alto del Chogori. Por los campos de altura todavía permanecen otros nueve compañeros. Todos tiran para arriba y también logran el objetivo. Se trata de Victor Volidin, Gennady Kirievsky, Vitaly Gorelik, Gleb Sokolov, Evgeny Vinogradosky, Nickolay Totmjanin, Alexey Bolotov, Ilijas Tukhvatullin y Pavel Shabalin.

Seguro que algunos de estos nombres serán de sobra conocidos para los lectores, y es que forman parte de la elite del alpinismo ruso, con un historial que muy pocos pueden mostrar. Un alpinismo de hace ya varias décadas -según muchos, no muy acorde con estos tiempos-, pero que sigue dando sus frutos para los intereses rusos. Por lo menos, no se les puede poner en solfa su habilidad, determinación, perseverancia y capacidad de trabajar en equipo; justo, las claves del éxito ruso. En esta ocasión, los componentes de la primera a la oeste del K2 no utilizaron oxígeno complementario, para, según se comenta, una Magic Line de la misma montaña (arista sur-suroeste), pero más sostenida.

Dos meses y medio en una ruta directa, y con un bastión final de 100 metros de roca, justo en la antecima, que les llevó once días de lucha para superarlo. Las condiciones a las que se han tenido que enfrentar también se las ha traído, y es que, durante muchas jornadas, los alpinistas rusos dispersos por los diferentes campos de altura han estado parados y encerrados por las continuas nevadas y los azotes de vientos fortísimos.

Ochomiles vascos

Como es habitual, los montañeros vascos también han querido dejarse ver en esta temporada del Karakorum, pero, eso sí, en otra esfera diferente a la que hemos hecho referencia. Excepto el cuarteto que ha intentado la norte del G II, los alpinistas de Euskal Herria han estado escalando por rutas normales. La estrella, lo decimos por el número de visitantes, ha sido el Broad Peak (8047 m), cuya primera ascensión cumplía 50 años. Un total de ocho lograron cumbre: Edurne Pasaban, Asier Izagirre, Koke Lasa, Pedro García, Juanra Madariaga, Iban Ziriza, Jabi Etxebarria y Ramon Agirre Marron. Por su parte, el alavés Roberto Rojo Gorri se hacía con el Nanga Parbat por la normal de la vertiente Diamir.

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