Uno de los deberes que tiene la ciudadanía para con la sociedad es, se nos dice, aportar vía impuestos los medios para que las instituciones puedan abordar los proyectos, los servicios, las in- fraestructuras, las ayudas sociales... Y te lo creas o no, estás obligado a declarar tus bienes y a pagar, salvo que no te importe el castigo monetario que puedan imponerte de pillarte in fraganti o estar fuera de toda posibilidad de beneficiarte, cuando lo necesites, de las ayudas previstas para las situaciones de adversidad.

Al liquidar tu declaración, sin embargo, estás haciendo mucho más por aumentar el tráfico de armas en el mundo y para pagar a ejércitos y policías que para paliar las consecuencias del desequilibrio en el reparto de la riqueza. De hecho, según el cálculo del colectivo antimilitarista Gasteizkoak, cada ciudadano de la CAV aporta 4,95 euros al día -846 euros al año- al gasto militar. De forma que los vecinos de Bizkaia, Araba y Gipuzkoa este año hemos puesto, a escote, 1.805 millones de euros para pagar las maquinitas con las que el Ejército español suele jugar dando sustos en nuestras tierras y calles, a esas policías que bajo el genérico nombre de Fuerzas de Seguridad del Estado se dedican a generarnos inseguridad utilizando la fuerza contra la ciudadanía, y a esa Ertzaintza (la policía mejor pagada del mundo) que tanto gusta de espanzurrar manifestantes. La verdad es que dan ganas de pasarse a las filas de la insumisión fiscal, borrarse de Etxebide (la declaración es requisito indispensable para formar parte de las listas que entran en el bombo en el que rifan tu derecho a una vivienda) y volver a gastar el dinero en tabaco, que mata más lentamente y a la cara, al contrario de ese tirar la piedra y esconder la mano que supone pagar con una aportación genérica de tu declaración las armas que matan en masa en los países del Sur en los que los ricos del Norte montan sus guerras.

Ya es triste que queriendo actuar con responsabilidad ante quienes necesitan de tu solidaridad, estés en realidad colaborando con el asesinato legal. Como decían los Tijuana: «yo no quiero ser uno más de sus vasallos».