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Maite SOROA

Otra ola de alabanzas

Era previsible, pero no deja de sorprender que, día va y día viene, se multipliquen las loas a Josu Jon Imaz desde fuera de su partido y aumenten los silencios -espesos en casos muy significativos- en su propia casa.

El dirigente del PSE-PSOE Eduardo Madina publicaba ayer en «El País» una extensa carta en la que dejaba constancia de su desolación: «estamos ante una mala noticia. Incluso si es una jugada, la noticia sigue siendo mala, porque el PNV se deshace, en el centrifugado interno en el que se encuentra, de una de sus pocas referencias conocidas capaces de comprender y definir como iguales a quienes se sienten o se piensan otras cosas distintas a las que palpitan y conforman el nacionalismo vasco. Si perder una figura así es necesario en el debate interno, si su salida es necesaria para la estabilidad del PNV, más razón para pensar que la noticia es mala». Desde otro punto de vista habrá que concluir que es buena. Así son las cosas de la política.

Y es que Madina compartía muchas cosas con Imaz. Casi todas, salvo el color del partido. Lean, lean: «porque coincido con él en su forma de concebir el terrorismo. ETA como instrumento fascista de un colectivo que pretende imponer un modelo totalitario al conjunto de la sociedad vasca y a quien el PNV tendría permanentemente enfrente. En eso recordó en muchas ocasiones al lehendakari Ardanza de los años noventa, que dijo no compartir con ETA ni medios ni fines. Rompía así, y de forma tajante, con el ideario de los constructores del Pacto de Lizarra y recolocaba al PNV en una renovada posición de nobleza». Lo dice muy clarito Madina.

Pero también hacía una lectura sobre el interior del PNV: «Frente al discurso de algunos compañeros suyos, él se movía en la reflexión, en lo cívico y no en lo étnico, en la ciudadanía vasca y no en la sangre». O sea, civilizados frente a cavernícolas. Más o menos.

Y al final de su artículo, Madina saca una conclusión de lo sucedido y de lo que vendrá: «Se desprende de todo esto que los guardianes del mito siguen sin dejar sitio siquiera para una minúscula pizca de cuestionamiento y evolución. O la ortodoxia controlada, o la ruptura». Me parece que ha exagerado el del PSOE.

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