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Helen Groome Geógrafa

Coherencias inconvenientes

El día empezó mal para el profesor de mate, ya que le tocó la clase de 4º de la ESO, a su parecer el grupo más gallito de todos los institutos de Sevilla. Así que, ante la pregunta de que si a+b era siempre igual que b+a, un idiota le había respondido que dependía de si formabas parte de la Junta de Andalucía. No había querido exponerse a más idioteces pidiendo una explicación al chico en cuestión y dejó pasar la, a su entender, insolencia. Prosiguió con el libro de texto que abordaba el vínculo entre las matemáticas y la poesía por la cuestión de la cadencia. Y va y suelta la chica que a él le había parecido la más «normal» de la clase (recapacitando tenía que haberla fichado en el grupo de las tías listillas) como ejemplo de rima con cadencia lo de «Mis primas de Bilbao, los tienen a...». ¡Menos mal que la había interrumpido, ya que fue el momento que la directora del Instituto eligió para entrar en la clase!

Tomando refugio en la sala del profesorado se tropezó con la profesora de Filosofía que aparentemente había tenido una mañana tan nefasta como él. Había organizado una sesión de técnicas de libre asociación de ideas, tras una semana entera dedicada a procurar hacer entender a la clase la importancia del libre pensamiento como uno de los pilares de la democracia. Había querido demostrar el significado práctico de esta hipótesis con el juego de la cadena de palabras, cada una/o diciendo la palabra que le sugería la palabra anterior: empezando con noche pasaron a oscuro sin problemas y luego a negro y luego fue el chico más joven de la clase, el que nunca destacaba en nada y va y dice «policía». Retado a explicar la asociación entre negro y policía el chico insistió que era el color de aquella policía del Norte que cada vez que aparecía en la tele iba de pies a cabeza de negro atacando a la gente. Juzgando prudente cortar esa cadena de palabras, dio comienzo a otra. Casa, ciudad, provincia, región, país, nación, Cataluña. La profesora cometió el error de corregir a la alumna en cuestión y decir que Cataluña no se podía considerar como nación, tras lo cual la mitad de la clase le repetía de memoria la lección de la semana anterior y que si su compañera de clase pensaba que Cataluña era una nación tenía todo el derecho de pensarlo.

El profesor de Biología, a su vez, les explicó cómo se había puesto rojo como un tomate al ver a la mitad femenina de la clase sacar todo tipo de tampones y compresas de sus bolsas para hacerles entender a la mitad masculina que ellas tenían tanto derecho y capacidad que ellos a nadar, llevar tanga o cualquier otra cosa, fuese el momento del mes que fuese, y todo por las risitas de los chicos que negaban que alguien que sangraba cada mes podría ser «normal». Como hijo único y solterón, el profesor confesó haber aprendido tanto como los alumnos y opinaba, además, que no había nada como una buena demostración de la libertad de expresión o de que a+b no necesariamente equivale a b+a.

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