El casi medio centenar de goles encajados el año pasado en Liga pesa demasiado
Enmendar las carencias del pasado delimita el presente
En sus dos primeros compromisos ligueros, los rojillos centran su trabajo en mejorar el bagaje defensivo
Natxo MATXIN | IRUÑEA
Casi medio centenar de goles fueron los que Osasuna encajó la temporada pasada en Liga -cifra incluso superior a la de algún equipo descendido-, la mitad de ellos en El Sadar. Un número muy elevado para una formación a la que le suelen adjudicar estereotipos defensivos que luego no tienen encaje con la realidad.
Son guarismos a los que, además, les ha dado muchas vueltas a la cabeza Ziganda a lo largo de este verano. No en vano, en una de sus primeras intervenciones públicas de la pretemporada el de Larraintzar ya dejó claro que uno de los principales pilares del trabajo de esa fase iría enfocado a contrarrestar este aspecto.
Si a ello le sumamos las incertidumbres iniciales que el cuerpo técnico puede tener respecto al rendimiento futuro de los Portillo, Pandiani, Dady, Plasil, Margairaz o Vela hasta su encaje en la dinámica del equipo, no es descabellado pensar que las fuerzas se hayan centrado en robustecerse de medio campo hacia atrás, donde pocas caras nuevas hay y ya se conoce lo que cada uno puede aportar.
Con esas señas de identidad se ha plantado Osasuna en este inicio liguero, priorizando que la puerta propia se mantenga a cero como premisa ineludible para la consecución de futuras victorias. Una filosofía que ya ha traído consigo sus dos primeros importantes puntos, uno por cosecharse fuera de casa y otro por sumarse ante un rival de renombre mundial.
Precisamente por la categoría del oponente, la estrategia defensiva planteada por Ziganda ante el Barcelona fue en parte diferente a la puesta en práctica en San Mamés. Los recursos técnicos culés obligaron a los locales a replegar sus líneas diez metros más atrás de lo habitual, una táctica que se hubiera antojado suicida al dejar el control total del esférico a los de Rijkaard, pero que se mostró muy efectiva gracias al perfecto ajuste entre líneas -no dieron opción a segundas jugadas-, las constantes ayudas y la correcta basculación de las piezas.
Desde el hombre más adelantado hasta el encargado de guardar los palos saltaron al césped con esa idea bien metida en la cabeza. Y cuando la calidad de los azulgrana consiguió, pese a las buenas coberturas de los centrales, superar la barrera edificada por los navarros, apareció la figura de Ricardo en dos paradas decisivas.
Junto a la actuación del cancerbero madrileño, quien desde que llegó a Osasuna viene dando sonoras muestras de su facilidad para imponerse al contrario en el mano a mano, hay que destacar la del joven murciano Javi García.
No sólo por la dificultad para un debutante de acoplarse con escasos días de entrenamiento a la dinámica y forma de juego de su nuevo equipo, sino por su desparpajo a la hora de disputar la pelota y encarar puerta, amén de su facilidad para realizar varios cambios de orientación en un mismo encuentro.
Contra el Zaragoza, a las 17.00
La guerra entre los operadores televisivos va a acabar volviendo locos a los clubes en lo que se refiere a los horarios. Así, el Zaragoza-Osasuna de este próximo domingo, y si no hay futuros cambios -el acuerdo en principio anunciado se ha roto-, se celebrará finalmente a las 17.00 en La Romareda, y no a las 20.00 como en principio se había establecido.
El que sí se jugará a las 20.00 será el encuentro correspondiente a la cuarta jornada liguera que disputarán los rojillos contra el Levante el miércoles, día 26, en El Sadar, y que será pitado por Arturo Daudén Ibáñez. El colegiado aragonés ya dirigió el Osasuna-Athletic (1-1) y el Getafe-Osasuna (2-0), ambos de la temporada pasada.
Por otro lado, ya se ha establecido fecha definitiva para el choque aplazado entre Osasuna y Sevilla por el fallecimiento del jugador hispalense Antonio Puerta. Será el próximo 5 de diciembre, si bien el horario está todavía sin determinar.
La efectividad del orden defensivo rojillo ha estado motivada en la solidaridad entre las diferentes piezas y líneas de la escuadra navarra. Los continuos apoyos entre jugadores fueron una de las constantes ante el Barcelona.
No existen demasiados precedentes en las 29 temporadas anteriores que Osasuna ha militado en la Primera División en las que el equipo haya comenzado la campaña con sendos 0-0 en las dos primeras jornadas. Tan sólo en una ocasión la escuadra navarra inició su andadura con tan raquíticos guarismos.
En la 1986-87 los entonces dirigidos por el serbio Ivan Brzic empataron sin goles en su estreno en El Sadar ante el Mallorca y repitieron idéntico resultado en su visita al Cádiz. Ya en la tercera jornada, los rojillos inaugurarían su casillero ante el Sabadell en el estadio iruindarra, donde acabarían igualando a uno con los catalanes.
El técnico balcánico no destacaba precisamente por trasladar al césped un juego excesivamente brillante, más obsesionado con la idea de sumar que con la de agradar al público. La máxima de «punto ser punto» que algún paisano suyo patentó fue seguida a rajatabla por el míster que llevó por primera vez a Osasuna a la Copa de la UEFA.
Sin embargo, la practicidad de Brzic no fue suficiente para que mantuviera el cargo y, tras encadenar una serie de malos resultados, fue destituido esa misma temporada, después de naufragar en El Sadar ante el Sporting de Gijón, que acabó imponiéndose por 0-2. El relevo lo tomaría Pedro Mari Zabalza, que abriría una etapa histórica en el devenir de la escuadra navarra.
Una concepción futbolística y, sobre todo, competitiva, la del míster serbio que choca de frente con la que impera veinte años después, en la que se premia con el triple de puntos una victoria respecto a un empate. Factor este que obliga a los equipos a embarcarse en la aventura de ir a la búsqueda del triunfo para no verse relegados en la clasificación pese a no perder.
N.M.