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Un hombre sencillo fascinado por el lado oscuro de la vida

Iratxe FRESNEDA

Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Oal menos es lo que aparenta. De mirada azul intensa, delgado y de expresión relajada, David Cronemberg resulta ser un conversador ágil y elocuente. Realizador afortunado, sus historias sobreviven a la marea de los grandes estudios, aunque confiesa que cuanto más costosa es una producción menos libertad le queda al artista. Fascinado por convertir los sucesos anormales en algo cotidiano, asume la idea de que la violencia forma parte de nuestras vidas, mostrarla le parece un ejercicio saludable, un ejercicio de libertad creativa. Libertad de la que otros directores no pudieron (y no pueden) hacer uso, aunque lo hubieran considerado necesario para la culminación de sus obras. Fiel a su equipo de toda la vida no duda en admitir que sigue aprendiendo de cada una de sus experiencias, y eso es algo que sus seguidores aprecian. El viaje iniciativo que este director emprendió desde cintas como «Videodrome» hasta «Promesas del este» reflejan una profunda madurez creativa y con ella nos regala unos personajes realmente cautivadores y poseedores de una rica vida interior. Exiliados de aquellas vidas que hubieran deseado haber vivido el guión del filme sabe dibujar esbozos del misterio de sus vidas. Como espectadores no necesitamos más que una frase para recrearnos en imaginar lo que vivieron y les dejó marcados. Esa resulta ser la magia del cine, de un buen guión, que aparece con cuentagotas y por suerte está presente en Donostia de la mano de Cronemberg.

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