Una voz en off recuerda, constantemente, el avance irremediable de un ejército invisible de hormigas rojas. Esta frase se transforma en la bandera que la joven protagonista enarbolará en su particular batalla cotidiana contra la infernal encrucijada emocional en la cual se ha visto envuelta. Todo en «Las hormigas rojas» gira en torno a la joven actriz Deborah Françoise, la cual asume con valentía el peso que su personaje tiene dentro de una trama que, al contrario de las huestes rojas, avanza con excesiva pausa y monotonía.

En este su debut, el belga Stéphan Carpiaux incide en la temática de las redenciones emocionales desde un punto de vista coral. Si bien el personaje central asume el peso específico de la trama, todo a su alrededor, incluidos los personajes, forman una especie de microcosmo afectivo muy deteriorado. Todas las presencias de «Las hormigas rojas» sacan a relucir sus carencias afectivas dentro de una historia lúgubre en apariencia, pero que deja entreabierto un pequeño haz de luz intuido durante el metraje. El recuerdo de una madre muerta se apodera de la relación enfermiza en la cual derivará la relación paterno-filial. El padre, atormentado por la muerte de su compañera, arremeterá contra todos los árboles en los que se estrelló su felicidad y descubrirá, con horror, que su hija cada día se parece más a su compañera. En esta constante huida, la protagonista recalará en otra casa marcada por la tragedia y en la que un joven aspirante a pianista sucumbe ante el peso sentimental de su «tía». Una anciana que suspira por el tiempo pasado y es consciente de su muerte silenciosa entre la grisura de una mansión deteriorada por el tiempo y los recuerdos y que ante el miedo a quedarse definitivamente sola atará emocionalmente a su sobrino. Por ello, el encuentro entre los dos jóvenes resultará inevitable y pese a sus diferenciadas personalidades, descubrirán que es posible colarse a través de una ventana luminosa y plantar cara a la cruda realidad que los asedia antes de que ésta los devore definitivamente. Trazada mediante una técnica formal correcta y carente de estridencias emocionales, esta propuesta vitalista en sus conclusiones finales goza de un desarrollo narrativo previsible pero efectivo y deriva hacia un final esbozado entre sonrisas y esperanza.