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ZINEMALDIA

«Lucio», un documental lleno de «acción» sobre un albañil de la vida

Pese a no contar con efectos especiales al estilo hollywoodense y tratarse de una cinta documental, el largometraje al que da nombre el navarro Lucio Urtubia es el relato de una vida repleta de vicisitudes y tramas dignas de una trepidante película. «Anarquista, atracador, falsificador y, sobre todo, albañil». Y es que, según José Mari Goenaga, «la vida de Lucio es pura acción». Es, entre otras cosas, un reconocimiento a los luchadores antifascistas históricamente calumniados.

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Haritz RODRIGUEZ | DONOSTIA

Lucio Urtubia (Cascante, 1931) llegó ayer mismo a Donostia para presentar en Zinemaldia el documental que lleva su nombre: «Lucio». «Anarquista. Atracador. Falsificador. Pero sobre todo... Albañil», reza el cartel deeste trabajo codirigido por Aitor Arregi y José Mari Goenaga, y producido por Irusoin y Moriarti. La cinta gira en torno a la ajetreada y luchadora figura de Urtubia, natural de Cascante y anarquista convencido. Es difícil, por no decir imposible, resumir su vida en un par de páginas de periódico. De hecho, su biografía ya ha sido recogida en el libro «El anarquista irreductible». A lo largo de su vida, siempre al servicio de sus ideales, ha conocido a numerosas personalidades como el Che Guevara, Eldridge Cleaver (líder de los Black Panthers), Albert Camus... Y se ha dedicado a diversas «tareas»; a saber: acciones antifranquistas, robos a bancos, falsificaciones, contrabando... pero su oficio ha sido y es el de construir.

Podríamos definirlo como albañil de la vida, y a día de hoy vuelca sus esfuerzos en un centro cultural que ha fundado en París. Vive a orillas del Sena desde hace décadas o, mejor dicho, en un barrio de la periferia parisina, y dice tener las puertas de su casa abiertas para todo aquél que quiera entablar una conversación, que resultará, sin duda, interesante y contará con mil historias, batallas y anécdotas. Entre otras, las de los sucesos de mayo de 1968.

Pues bien, GARA se había citado en la cafetería que hay en uno de los laterales del Teatro Victoria Eugenia. A todas luces, un sitio extraño para quedar con un anarquista, puesto que lleva el nombre de una reina española. De cualquier forma, la alternativa tampoco se antojaba demasiado atractiva. Cerca, el Hotel María Cristina también lleva nombre monárquico... «No conozco demasiado Donostia», confiesa, al tiempo que suelta una carcajada acompañada de estas palabras: «Con todo lo vasca que es esta ciudad, hay que decir que también es bastante burguesilla», subraya en tono de guasa. Entre las muchas peripecias que ha vivido, una de las más recordadas es la estafa, materializada a través de unas falsificaciones, que le coló al banco conocido entonces como First National Bank, ahora Citybank. El dinero (20 millones de euros de la época) lo invirtió en su causa y le valió el apodo de «Bandido bueno» y el de «Zorro vasco».

Le dicen «Robin Hood», una etiqueta que no le agrada demasiado y cuya paternidad achaca a periodistas y demás escribientes. «Eso son cosas vuestras», espeta con una sonrisa a su interlocutor, «es fruto de la suerte que he tenido en la vida. Las cosas inexplicables». Admite, de todas formas, que su vida está repleta de sobresaltos, aunque intenta restarle importancia, «como si no fuera mi vida», dice. «Cuando analizo muchas cosas, pienso en la pobre gente que consiguió salir de los campos de concentración. No creían lo que habían vivido».

Pese a ser una cinta digna de una novela de espías, golpes y actividades revolucionarias clandestinas, no tiene ni una pizca de ficción. A la vista de las mil y una historias de las que Urtubia ha sido protagonista, no ha sido necesario. Comenta el codirector que «cualquier vida es, de por sí, difícil de resumir. Ni qué decir tratándose de la vida de Lucio». La idea surgió de una primera reunión que mantuvo Xabier Berzosa, director de producción, con Lucio, que, a su vez, estuvo precedida de una reseña que les hizo un realizador en una feria italiana del sector. Y, por supuesto, de la lectura del libro antes citado.

Por cierto, Urtubia se queja de la poca información que la editorial le traslada sobre el número de libros que han pasado por la imprenta. Y preguntado por la SGAE y los derechos de autor, el navarro se muestra del todo tajante: «Mi vida no es mía, lo que soy se la debo a todos. De lo que he hecho, no me pertenece nada. A mí me interesa que lo que yo reivindico se difunda: Cuando uno lucha, no hay pobreza. La pobreza es acojonarse. Yo he sido y soy pobre -se entiende que económicamente-, pero el aspecto monetario no cuenta».

Respecto al documental, Goenaga explica que está compuesto por entrevistas, imágenes de la época y recreaciones históricas. Al principio eran reticentes a incluir muchas recreaciones, «porque la historia de Lucio se presta mucho al sensacionalismo. No sé si en algún momento hemos caído en eso. En todo caso nuestro objetivo era mostrar un retrato de su personalidad, que va más allá de ideologías. Se trata de la fuerza que puede llegar a desarrollar una persona, y de cómo afronta la vida. Para mí Lucio es pura acción».

Urtubia tiene una sola queja: «Hay como 80 horas de grabación y sólo hora y media de película. Así que quedan unas 78 horas y media...». Claro que eso requeriría un festival para él solo, se ríe el protagonista. Lo cierto es que ha quedado mucho material en el cajón, aunque el director no descarta que, por su interés, pueda utilizarse más adelante. «Siempre te queda la sensación de que no estás siendo justo. Hay muchísimas cosas que contar», se lamenta Goenaga. «La lucha de Lucio es, en esencia, su respeto por el trabajo y su afán de construir», añade, a lo que Lucio matiza: «La gente pobre es la creadora de las riquezas. EEUU lo crearon los muertos de hambre del mundo. Ahora es el pueblo más rico del mundo, pero el más bobo, el más idiota. La creación nace de la necesidad. Estoy en contra del capitalismo porque no es creador».

Su casa es como un hotel, una pensión por la que han pasado muchas personas conocidas, otras no tanto y alguna en la clandestinidad. No piensen mal, se refiere a un alto responsable del Gobierno francés «que no quiere que se sepa que ha estado en casa de un anarquista». Urtubia pretendía, en aquella ocasión, solucionar los problemas de los refugiados italianos y de los familiares de los presos vascos dispersados.

«La lucha de Lucio es su respeto por el trabajo y su afán de construir. Nuestro objetivo ha sido mostrar un retrato de la personalidad de Lucio Urtubia, que va más allá de las ideologías».

Zabaltegi

ESPECIALES ZABALTEGI

Título: «Lucio».

Dirección y guión: Aitor Arregi y José Mari Goenaga.

Producción: Irusoin y Moriarti.

Fotografía: Javier Agirre.

Música: Pascal Gaigne.

Pase de estreno: Hoy, en el Kursaal 2, a las 21.30 h.

Una invitación para el obispo de Iruñea

Además de los pasajes de su vida, la entrevista concedida a GARA por Lucio Urtubia planeó sobre cuestiones políticas. De aquí y de allá. «Francia es un país muy reaccionario. Yo quiero mucho a ese país. Tengo que agradecerle muchas cosas, a pesar de todo lo mal que se ha portado con la gente revolucionaria. En su día fue un país revolucionario, pero no ahora. Todo es mentira». ¿Y Sarkozy?: «No me gusta, pero es lo que es porque la gente le deja hacer». Urtubia guarda cierta rabia por el trato que los militantes anarquistas han padecido por parte de diferentes gobiernos. «Nadie ha tenido ovarios ni cojones para decir que esos a los que llamaron terroristas fueron los que liberaron de los nazis la mitad de Francia, los mismos que lucharon durante años contra el franquismo. Fueron utilizados. Si critico a Francia es porque la quiero».

Tampoco se libra el segundo Gobierno republicano español, «que encarcelaba a lo que llamaban republicanos, que no lo eran. La mayor parte eran anarquistas catalanes y murcianos. Equivocados o no, trataron de hacer lo que nadie se atrevió. Sufrieron mucho» . «Fraga dice que hay que dejar de lado la memoria. Si yo no tuviera memoria, sería un pobre diablo. Debe ser que tiene mala conciencia. Yo no», critica. Urtubia quiere aprovechar la entrevista para invitar al obispo de Iruñea -quien abogara en su día por votar al falangismo- a visitar a las familias de las víctimas del franquismo y de los fusilados en Nafarroa, para lo que le ofrece pasar unos días en su casa. Y nos revela que envió una carta a Zapatero, instándole a dar un paso en favor de la resolución del conflicto político.

H.R.

JOSÉ MARI GOENAGA
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