Las películas de vengadores justicieros vuelven a estar de moda, seguramente a raíz del éxito alcanzado por el thriller violento de Tony Scott «El fuego de la venganza», al que ha seguido la cinta de James Wan «Death Sentence», protagonizada por un Kevin Bacon que intenta vengar el asesinato impune de su hijo. A esta lista creciente viene a sumarse «La extraña que hay en ti», que sorprende al estar dirigida por el irlandés Neil Jordan, a quien cuesta asociar con este tipo de cine de acción que tanto gusta al público más extremista. Quizás se le pueda buscar el matiz de su protagonismo femenino, lo cual conectaría con la realización de Abel Ferrara «Ángel de venganza», que en su momento fue una respuesta a las cintas ultras con Charles Bronson en el papel del justiciero de la ciudad.

Otro aspecto chocante de esta producción de Joel Silver, el mismo de la saga «Arma letal», que no destacaba precisamente por su progresismo, es que la actriz inicialmente prevista para el rol de vengadora urbana fuera Nicole Kidman, a la que no imaginamos persiguiendo pandilleros y demás maleantes por las calles de Nueva York. Parece más consecuente la elección final de Jodie Foster, más acostumbrada a ejercer como mujer de acción.

La actriz se ha implicado incluso en la producción, por lo que habrá de responder, lo mismo que Jordan, a las acusaciones que tachan a «La extraña que hay en ti» de producto racista. No ha convencido la presencia del actor afroamericano Terrence Howard como policía al que la heroína se empeña en quitarle el trabajo, así como la introducción del personaje de una vecina negra a fin de acallar la mala conciencia de la protagonista blanca. Pero nadie demuestra tener la más mínima intención de poner paños calientes sobre la marginalidad a la que se reduce a la comunidad latina, a la cual pertenecen los asaltantes que provocan en un parque de Manhattan la muerte del novio de la chica, que decidirá tomarse la justicia por su mano, armándose y aplicando la ley del talión: «Ojo por ojo y diente por diente». A partir de esa circunstancia decisiva, sus víctimas serán representantes de minorías étnicas, salvo un caso aislado que se presta a confusión, porque ya se sabe que de noche todos los gatos son pardos.

Cierto es que Neil Jordan no suele rehuir la polémica, incluso tiende a disfrutar con ella, pero antes nunca había entrado en un terreno tan sensacionalista, con un tema sacado de la crónica negra utilizada habitualmente por el sector político más conservador.