Dusan T. Batakovic y la razón histórica
Batakovic está jugando duro. Escudado en la posición rusa, ha desplegado una batalla diplomática de largo alcance, con el objetivo de retrasar la toma de decisiones por parte de la Organización de Naciones Unidas.
Iñaki SOTO Licenciado en Filosofía
Batakovic es, en la actualidad, uno de los hombres fuertes de la política serbia. Profesor de historia y director del Instituto de Estudios Balcánicos, fue embajador de Serbia y Montenegro en Grecia desde 2001 hasta 2005. Desde 2005 ejerce de asesor particular de Boris Tadic, presidente de Serbia, y es el jefe negociador de Serbia para la cuestión de Kosovo. Nació en 1957 en Belgrado, y tras licenciarse en la universidad de la capital, se doctoró en la Sorbona con una tesis sobre la influencia del modelo francés en la construcción nacional serbia del siglo XIX y principios del siglo XX. Lógicamente, su campo de investigación es Kosovo, Serbia y la política en los Balcanes.
Fundamentos teóricos
Reconocido anti-comunista y defensor del liberalismo, gran parte de su trabajo académico ha estado dirigido a fundamentar histórica e ideológicamente la posición del nacionalismo serbio. Buscando ese fundamento, Batakovic se retrotrae a los albores de la I Guerra Mundial y analiza especialmente los periodos de entre guerras y el desarrollo del periodo comunista. En ese sentido, sus estudios destacan la generosidad del pueblo serbio a la hora de configurar el estado y la identidad nacional yugoslava, junto con la incomprensión del resto de repúblicas respecto a esa generosidad.
Los textos sobre historia de Batakovic son especialmente críticos con Tito y con Edvard Kardelj, intelectual esloveno que ejerció de asesor de Tito. Según Batakovic, ellos son los culpables últimos de la ruptura de Yugoslavia, en tanto en cuanto fueron los autores de la constitución de 1974, en la que se readecuó el sistema federal yugoslavo. Esa constitución reconocía mayores poderes a las repúblicas y mayor autonomía a las provincias, incluida la autonomía kosovar. Ese sistema, que él llama «comunismo nacional», fue en última instancia el que posibilitó, tanto teóricamente como en la práctica, las rebeliones nacionalistas primero y la posición de Milosevic después.
Fundamentos prácticos
Respecto a las negociaciones sobre el estatus final de Kosovo, Batakovic está jugando duro. Escudado en la posición rusa al respecto, ha desplegado una batalla diplomática de largo alcance. Su objetivo es retrasar la toma de decisiones por parte de la ONU. Para ello, aparte de presionar a algunos países que están en el Consejo de Seguridad -por ejemplo, Sudáfrica-, ha lanzado una ofensiva argumentativa que busca minar la unidad de la comunidad internacional respecto a la situación de Kosovo.
Dentro de esos argumentos, destacan aquellos dirigidos a establecer contradicciones internas y externas entre los agentes internacionales. Por ejemplo, reivindica la resolución 1.244, en la que a la vez que se establece la autonomía supervisada por la ONU para Kosovo, se hace también referencia a la integridad del Estado de Serbia.
Siguiendo con esa argumentación, destaca la contradicción que, por definición, existe entre los términos de independencia e independencia supervisada, mientras la contrapone a la idea «lógica» de una autonomía supervisada. A su vez, apuesta por la integración de toda la región dentro de la UE, apuesta compartida en teoría por la propia UE, para relacionarla después con el discurso sobre la supuesta dejación de soberanía que esa integración supone. Sobre la excepcionalidad de Kosovo, uno de los puntos centrales del Plan Ahtisaari y condición impuesta por algunos miembros de la ONU con problemas internos parecidos, Batakovic responde que Kosovo no es sino un caso más entre cientos de minorías étnicas que intentan lograr la secesión. Acto seguido, cita irónicamente las palabras de la escritora y periodista Rebecca West (1892-1983) escritas sobre sus viajes por los Balcanes: «El mundo entero es Kosovo». (El embajador serbio en el Estado español utilizó un argumento similar en alusión al caso vasco). Evidentemente, junto a estos argumentos más pragmáticos dirigidos a los miembros de la burocracia que dirige la comunidad internacional, Batakovic expone los elementos centrales del discurso serbio. Denuncia la manipulación del censo por parte de los albano-kosovares, la limpieza étnica que promovieron entre las otras comunidades -incluida la serbia- y la destrucción del patrimonio artístico y religioso serbio y ortodoxo en esa región; reivindica que en Kosovo se encuentran los orígenes de la nación serbia; y apela al respeto a la población serbia -rechaza que se pueda calificar a esa población de minoría, al formar parte de la nación serbia y estar integrada Kosovo en ese Estado, siguiendo las normas de las relaciones internacionales-.
Valor de la razón histórica
Es poco probable que Dusan Batakovic pueda ganar está batalla. La guerra de Kosovo se perdió, como mínimo, hace ocho años. Sin embargo, en su apuesta por no rendir ese fuerte, Batakovic expresa toda la fuerza de la argumentación histórica junto con un sentido pragmático de la política. Su rigor científico, como el de todo académico metido a político, está sujeto a debate. Personalmente, creo que es parcial respecto a la historia reciente, especialmente la de la República Federal Socialista de Yugoslavia y con Tito.
En todo caso, su ejemplo puede hacernos reflexionar en torno a que estas batallas no se ganan o pierden sólo por la razón histórica, o sobre la importancia de la coyuntura internacional, o sobre la necesidad de argumentar de manera constante e integral. En un conflicto político, es importante desarrollar esos argumentos en términos históricos, pero también lo es hacerlo en términos políticos, económicos, militares, sociales, religiosos... y aún así, se puede perder.