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fuga de personal sanitario a los países más desarrollados

El continente africano no tiene quien le cure

La Organización Mundial de la Salud no ha reparado en calificativos y ha advertido sobre el «impacto mortal» que representa la escasez de personal médico y sanitario en África, que emigra en busca de una vida mejor a los países más ricos. África sufre el 24% de la carga global de enfermedades, pero sólo tiene el 3% de trabajadores de la salud del mundo.

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Joseba VIVANCO

Hay más doctores etíopes en la ciudad de Chicago que en Etiopía. Hace sólo unos días, una OGN etíope alertó del enorme desgaste del sector sanitario del país, que sólo dispone de apenas 900 médicos para atender a millones de habitantes. Sólo en 2006, más de 3.000 profesionales médicos abandonaron el país en busca de mejores condiciones de vida y salarios. La realidad es que hay un médico por cada 36.000 etíopes. Pero su caso no es único. Hay más enfermeros de Malawi en Manchester que en su propio país.

En la década de los años setenta, los médicos africanos emigraban a razón de 2.000 por año. En los ochenta, ya eran 8.000 por año y ahora son unos 23.000, según los últimos datos facilitados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En cambio, en países como Canadá, Nueva Zelanda, Gran Bretaña y EEUU, un cuarto o más de todos sus doctores proceden de países extranjeros.

Según un informe de la propia OMS de hace dos años, hay un déficit de personal sanitario en el mundo de cuatro millones de profesionales, de los que sólo en África falta un millón. El problema es que la demanda por parte de los países más avanzados no cesa: se calcula que sólo EEUU necesitará 800.000 enfermeras y 200.000 doctores de aquí a 2020, y la mayoría los importará.

La propia OMS ha reconocido que estamos ante una grave crisis sanitaria, más inquietante aún que los repentinos brotes de Ébola como los de estos últimos días o la amenazante gripe aviaria. Es una crisis a largo plazo y cuya solución se antoja complicada. ¿De qué sirven los programas sanitarios o la administración de antirretrovirales, si no hay sanitarios que los apliquen?

La Iniciativa sobre Políticas de Migración del Personal de Salud de la OMS celebró en mayo pasado su primera reunión. El objetivo es empezar a encontrar soluciones prácticas al problema cada vez más acuciante de la migración del personal de salud de los países en desarrollo hacia los países desarrollados. Porque la gravedad no sólo reside en el estamento médico, sino también entre otros niveles sanitarios. En Swazilandia, todos los años migran a Gran Bretaña entre 60 y 80 enfermeras, cuando en los colegios swazis se gradúan algo menos de 90 alumnas al año.

Según los datos de este organismo, hay 57 países con carencias crónicas de personal médico cualificado, de los cuales 36 se encuentran en África. «Sus países de origen pagan mal o no pagan y las condiciones de trabajo son muy duras. A menudo, aunque les paguen bien, emigran por la frustración que provocan las condiciones de trabajo. Además, los países receptores no forman suficiente personal y el factor demográfico es determinante. Los países ricos viven cada vez más y pueden pagar los trabajadores que necesitan. Otro problema es que los jóvenes de los países desarrollados no quieren estudiar carreras tan sacrificadas como la enfermería y prefieren otras mejor pagadas», explicaba en mayo las razones de este desastre sanitario Francis Omaswa, cardiólogo ugandés y director del programa de personal sanitario de la OMS.

Pero hay más argumentos, como el propio experto añadía. Un efecto dominó. «Si las enfermeras españolas se van a trabajar a Londres, las polacas o ecuatorianas irán a Madrid, mientras que las inglesas van a ir a Canadá o los Estados Unidos», afirmaba. La falta de recursos en los hospitales, las escasas posibilidades de promoción o especialización y la sobrecarga de trabajo causada por el sida son otras razones. Y a todas ellas se suma una muy criticable: las muy activas políticas de contratación por parte de los países desarrollados.

Ya en 1997, el entonces presidente sudafricano, Nelson Mandela, reprochó a Gran Bretaá la captación interesada -importación más que exportación- de personal sanitario. Los británicos adoptaron entonces un código ético, pero son muchos los que apuntan que ha servido de muy poco. Unos 150 se siguen marchando de Sudáfrica cada año, y de los que se quedan, el 60% lo hace en el sector privado, atendiendo a menos del 20% de la población.

La radiografía es parecida e, incluso, en la mayoría de países, mucho más crítica. En Malawi, las áreas rurales apenas sí tienen médicos. «Un enfermero en una sala cuida a cien pacientes. Un asistente médico ve a cien pacientes por día», detalla Verónica Chifaka, enfermera de este país. En Mozambique ocurre otro tanto. En el pequeño y montañoso Lesotho apenas hay 89 médicos y la práctica totalidad son extranjeros llegados a través de ONG como Médicos Sin Fronteras. El año pasado, Kenia perdió nada menos que 3.000 enfermeros graduados. Y hay países que sólo tiene cuatro ginecólogos.

Mientras tanto, los países más ricos se benefician no sólo de la llegada de estos profesionales, sino que se ahorran importantes cantidades de dinero. A diferencia de lo que ocurre con el fútbol, donde los clubes que compran deben pagar muchas veces gastos de formación de los jugadores del equipo que vende, aquí, África casi siempre pierde.

En el caso de Gran Bretaña, sólo el personal que llegó ya formado desde Ghana entre 1999-2005, le representó un ahorro de 95 millones de euros, según un informe de Save The Children y Medact. Es sólo un ejemplo de lo que unos se están ahorrando y los otros están perdiendo. Hay voces que propugnan compensaciones económicas, pero incluso así les seguiría saliendo más barato y el problema no se atajaría.

La OMS, incapacitada para hacer frente a este flujo, trabaja ya en lo que denomina una «contratación ética». En síntesis, trata de globalizar el Código de Prácticas de la Commonwealth, que se aplica en 53 países angloparlantes. Éste dice que se puede contratar personal sanitario, pero siguiendo cauces legales. No se contrata gente que trabaja en los servicios públicos, sino en el sector privado. No se contrata a los muy jóvenes y no se va a buscar médicos de forma secreta. Pero no parece que sea sencillo. «Hemos visto casos en que los `reclutadores' van a un país africano y contratan al total de la clase que se gradúa», asegura Danielle Grondin, de la Organización Internacional para la Migración.

La solución, apuntan los expertos, pasa por una actitud más ética de los países receptores, pero también por una mayor implicación de los propios gobiernos africanos en mejorar las condiciones salariales y de vida de su personal sanitario. Pero quizá la última esperanza sea la de actitudes como las de Edward Gyader, quien como muchos otros médicos de Ghana, emigró a Europa con la esperanza de encontrar mejores condiciones de trabajo. Pero ha regresado a la región noroccidental de su país, una de las zonas más pobres, donde trabaja en el hospital regional de Wa como el único cirujano de la región. O el ugandés Peter Mugyenyi, uno de los más destacados especialistas del mundo en el campo del sida, quien, si bien su reputación y sus conocimientos especializados le permitirían encontrar un puesto en cualquier lugar del mundo, decidió permanecer en Kampala, pues considera que es ahí donde más útil es su trabajo.

 

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