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Iñaki Lekuona Periodista

Flatulencias reales

Aeste lado del Pirineo no tenemos rey, aunque dándole un poco de tiempo a Nicolas Sarkozy quizá lo veamos coronarse en Versalles incluso de emperador, que arrestos no le faltan, ni encarcelaciones, ni expulsiones, que más de la mitad de su imagen la basa en la represión policial. Pero si es posible imaginarse al presidente de la República emular a Napoleón, lo que es difícil de pensar es que su policía persiga a un tipo por quemar la foto del jefe de Estado. Eso sólo puede pasar en lugares de democracia muy avanzada, como es el caso del Reino de España

No sé de qué se quejan los independentistas catalanes, separatistas todos, si la realidad real es que viven en un país cuyas excelencias envidian, qué sé yo, en Alemania, en la Gran Bretaña o en la mismísima Francia. Si no, ¿por qué invaden las costas mediterráneas cada verano? Cómo será España, que reconocidos progresistas como Mario Vargas Llosa no sólo han decidido asentar sus posaderas en ella, sino que se han atrevido a pontificar sobre ella, señalando con su dedo acusador a los nacionalismos, «una ideología que nunca puede ser progresista y siempre es reaccionaria», pero claro, entiéndasele, él habla de los «nacionalismos periféricos» y no del sano nacionalismo español, abanderado mundial del progreso, de la progresía y del progresismo, que tanto bien ha hecho dentro y fuera de sus fronteras como por todos es sabido.

Qué gran país España. ¿Cómo pueden atreverse unos desalmados antimonárquicos a quemar las fotos de Su Majestad, esa figura emblemática tan respetada y respetable a lo largo y ancho del mapamundi, tan comprometida con la democracia incluso mucho antes de que jurara lealtad a ese otro paladín del progreso como fue Francisco Franco? Meterse con el rey de todos los españoles de esa manera tan vil es casi peor que dibujar una caricatura de Mahoma.

Qué gran país España, donde cuando a algún súbdito se le escapa una sonora flatulencia, rápidamente piensa en Su Majestad para dedicar un sentido «pa'l rey». Qué envidia, señoras y señores, qué envidia. Voy a montar sin más dilaciones una plataforma para coronar a Sarkorzy. Porque no tiene mucho gancho eso de dedicar un pedo al président de la République française. Con lo elegante que quedaría un «Au Roi!».

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