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Txema Landa y Patxi Azparren Miembros de Euskaria Fundazioa

Por una confrontación democrática, por la alternativa soberanista

La alternativa soberanista es viable numéricamente y conceptualmente, y aplicable a todo el territorio una vez asumida la diferencia de velocidades y de marcos de decisión compatibles con un proyecto nacional común

El pasado 28 de setiembre pudimos aclarar alguna de las incógnitas que estaban por descubrirse en el debate político de la parte occidental de Euskal Herria. El lehendakari de esas tres provincias ha presentado su hoja de ruta. Más en concreto, ha presentado la hoja de ruta nacida del acuerdo de las dos sensibilidades que conviven en el PNV y del fracaso del proceso de paz.

Echamos en falta en el discurso de Ibarretxe referencias a los territorios de Lapurdi, Nafarroa y Zuberoa y alguna alusión a la capacidad de intervención en estas decisiones de nuestros compatriotas de la diáspora, muchos de ellos implicados directa y activamente en la lucha de este pueblo.

El proceso soberanista que se perfiló en 1998 (Lizarra-Garazi) tensionó tanto el debate político que obligó al PNV a redactar una propuesta de nuevo marco jurídico-político, que quiere darse por finiquitado o, como es más habitual, por (eternamente) aplazado.

A la actual situación han contribuido tanto el PNV como ETA. El primero porque estaba incómodo en una línea que le llevaba a una confrontación democrática con Madrid, en la que debía perder tal cantidad de michelines que el adelgazamiento le amenazaba con perder demasiados «fondos de inversión». La segunda, por su crónica desconfianza en la capacidad de resistencia y construcción de nuestra sociedad civil.

Ambos agentes, que están ensayando un esquema de solución al conflicto en base a negociar con el PSOE, han dejado a esta organización nacionalista española el control de la agenda y los contenidos. Lo hizo ETA cuando declaró una tregua ofreciéndosela al Gobierno Zapatero y cuando la rompió proponiéndole una dialéctica de fuerza y violencia, correspondida gustosamente desde Madrid. Lo ha hecho el PNV en las negociaciones de saldo que ofreció al PSOE y lo hace ahora dando un nuevo plazo de un año a Zapatero para que llegue a un nuevo y milagroso acuerdo.

La Alianza soberanista como alternativa. Nosotros somos más que escépticos en lo referente a las políticas de transversalidad. Los límites de esa acción quedaron patentes en el fracasado proceso de paz. El límite en ETA estaba relacionado con su equivocada percepción de la realidad de la sociedad y con la idea también equivocada de que la izquierda abertzale sociológica y política tiene más poder fáctico con lucha armada que sin ella. El límite en el PNV ha quedado claro también: cualquier acuerdo que ponga en peligro su hegemonía en la parte occidental del país es boicoteable, y el PSOE ha demostrado la ya famosa frase que reza que lo más parecido a un español de derechas es un español que se dice de izquierdas.

La «transversalidad» como método ya fracasó en las últimas elecciones municipales y forales en Navarra de forma estrepitosa, al negarse el nacionalismo español del PSN-PSOE a cualquier acuerdo de gobierno con Nafarroa Bai entregando el poder a la derecha fascistoide CDN-PP-UPN.

No hay acuerdo posible de contenidos con el grupo de políticos profesionales del PSOE. El único acuerdo posible y absolutamente urgente es que el enfrentamiento cruento multigeneracioal y multilateral que enfrenta a estos dos nacionalismos sea definitivamente regulado por vías pacíficas y democráticas.

Nosotros confiamos en que el proyecto nac ional vasco que debe presentar el movimiento abertzale en su conjunto es lo suficientemente atractivo como para hacerse ganar el respaldo de la mayor parte de la población vasca, y ese proyecto debe presentarse a una confrontación democrática directa en referéndum tal como lo han hecho en Montenegro, lo van a hacer en Escocia y probablemente en Flandes.

Existen alternativas a la lucha armada y al pactismo con el nacionalismo español, cuyo objetivo secular es acabar con las diferencias nacionales y culturales que existen muy a su pesar en la Península Ibérica.

La alternativa soberanista es viable numéricamente y conceptualmente, y es además de carácter nacional aplicable a todo el territorio una vez que asumamos que la diferencia de velocidades y de marcos de decisión son compatibles con un proyecto nacional común de velocidad constante.

Presentada la hoja de ruta de Ibarretxe, podemos pensar que mientras dure tal proceso, siempre inconcluso, no cabe sino esperar para no caer en el voluntarismo. Sin embargo, tal irrespon- sable actitud sólo contribuirá a que el tensionamiento producido por la ruptura conceptual de 1998 quede domesticada quizás definitivamente.

La política es relación de fuerzas, eso sí, y lucha de intereses. Pero por desgracia en Euskal Herria no acaba de activarse una de las fuerzas sociopolíticas más intensas y extendidas del país, el independentismo por vías civiles que desequilibraría totalmente la situación actual.

No es tiempo de negociación con el nacionalismo español, no es tiempo de la lucha armada. Es el momento histórico de confrontarse democráticamente en consultas populares directas con el modelo francés y español y poner en marcha un modelo vasco propio soberano, en el que se garanticen todos los derechos y en el que por fin los vascos y vascas dejemos de ser ciudadanos y ciudadanas de segunda en Europa, sin derecho a decidir, sin nacionalidad, sin derechos lingüísticos reales, sin tierra y sin patria.

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