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Debate sobre el acuerdo político pendiente

Contradictorio Imaz

Uno de los valores que más se ha destacado de Josu Jon Imaz es el de la coherencia, sobre todo desde que anunció su renuncia a intentar repetir un nuevo mandato como presidente del EBB. Sin embargo, un análisis de sus discursos, sobre todo del último en el Alderdi Eguna, dan pie a sostener de forma argumentada que también Imaz se contradice cuando le interesa.Si Josu Jon Imaz piensa, como ha escrito, que una consulta sin acuerdo previo con Madrid puede tener «consecuencias diabólicas», ¿por qué no lo dijo en el Alderdi Eguna?

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Iñaki IRIONDO

El todavía presidente del EBB, Josu Jon Imaz, no dijo nada el domingo de la hoja de ruta que el lehendakari Juan José Ibarretxe expuso el pasado viernes en el Parlamento de Gasteiz y que, indudablemente, está siendo la referencia política en Euskal Herria en los últimos días. Casi todos cuantos redactamos las informaciones sobre el Alderdi Eguna destacamos esa omisión. Y lo hicimos porque es una propuesta de enorme calado sobre la que cabía esperar un pronunciamiento del máximo líder del PNV.

Habrá quien echara en falta el apoyo de Imaz a la propuesta de Ibarretxe. Pero lo que realmente faltó en Foronda fue que un presidente que anuncia que va a ser sincero repita ante la afiliación de su partido lo escrito en otros foros: «Una consulta ciudadana planteada como escenario de acumulación de fuerzas para una confrontación política es muy discutible, y desde luego contraria al espíritu y a la letra de la posición de EAJ-PNV expresada en el documento de octubre de 2005. Pero en las condiciones actuales es más grave. Puede ser el plan B al que se acoja una ETA que declare un alto el fuego `permanente' como los anteriores, esperando que la misma se lleve a cabo. ¿Qué pasaría el día después si no hubiera acuerdo político con el Estado? Visto lo visto durante tantos años, no hace falta ser adivino para imaginar a ETA matando en nombre de la defensa de una presunta voluntad popular no atendida. La consecuencia de todo ello puede ser diabólica. No en nuestro nombre».

Si es lo que piensa, ¿por qué no lo dice? Ya hizo algo similar hace dos años. El 31 de julio de 2005, en su discurso de San Ignacio, lanzó la afirmación de que «frente a la opción dependencia/independencia, frente a una idea de estado-nación propia del siglo XIX, apostamos claramente por ser una nación abierta al mundo en el siglo XXI, por la interdependencia en Europa, por la soberanía compartida con España, Francia y Europa». Aquella intervención, como la de este año con el artículo «No imponer, no impedir», generó un enorme debate en el seno del PNV. Pero luego llegó el Alderdi Eguna y Josu Jon Imaz comenzó su discurso declarando que la clave para que el PNV cumpliera entonces 110 años era «tener principios claros y convicciones sólidas. Y los nuestros no admiten duda: construir la nación vasca. Una nación libre y en paz (...) y mostrarla al mundo. Siendo dueños de nosotros mismos. Sin someternos a nadie ni a nada». ¿Y lo de la soberanía compartida?

En su intervención de este domingo, Imaz aseguraba que «nadie tiene derecho a hacer pasar a nadie la prueba del algodón como nacionalista», al tiempo que hacía su particular ajuste de cuentas con Xabier Arzalluz y quienes acusan de «michelines» a los que pretenden «modernizar el discurso del partido». Y si nadie tiene derecho a hacer a nadie la prueba del algodón, ¿por qué él se permite decir que la izquierda abertzale «no es abertzale, es fascista»?

Es más, Josu Jon Imaz llegó a decir que la izquierda abertzale ha «manchado» la «sigla histórica» de ANV, «llena de dignidad y de heroísmo». Resulta llamativo que el presidente del EBB del PNV se lamente de algo que ningún dirigente de ANV, ni los militantes veteranos que pasadas las elecciones se reunieron en Albertia, ha denunciado. Y más llamativo resulta aún cuando tras la mayor agresión que ha sufrido recientemente ANV, que fue la ilegalización de buena parte de sus candidaturas, la única reacción de Josu Jon Imaz fuera mostrar su preocupación por la insistencia mediática en hablar de Batasuna y la admisión de su «discurso victimista», y dos días después añadiera que donde las listas habían sido prohibidas es porque a la izquierda abertzale no le interesaba medirse en esos lugares. Toda una defensa de una sigla que ahora define como «llena de dignidad y de heroísmo».

Hay quien alaba el intento de Imaz por modernizar el PNV, pero el domingo demostró que también él mantiene la vieja confusión entre lo del partido y lo público. Dijo que «nunca hemos preguntado a nadie cómo piensa o a quién ha votado para prestarle los mejores servicios en Osakidetza o en Educación». ¿Desde cuándo son servicios del partido? ¿Hay algún lugar en el mundo donde el médico pregunte al paciente a quién vota antes de extenderle una receta? Por cierto, hubo años en los que Osakidetza estuvo en manos del PSE y hace muchas legislaturas que no hay un jelkide al frente de Educación. Lo que de bueno y de malo haya en ambos servicios públicos no es patrimonio exclusivo de los gestores del PNV.

Y visto lo visto en los últimos días, ¿no es una contradicción que Josu Jon Imaz votara a favor del proyecto de ponencia política del PNV, en el que se apoya a Juan José Ibarretxe para plantear una hoja de ruta que el presidente del EBB considera que traerá «consecuencias diabólicas»?

Lo que sí puede ser coherente es marcharse cuando se pierde una batalla, para no liderar un partido en contra de las propias ideas. Pero más dudoso es que una fuga en esas condiciones sea un acto de generosidad.

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