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FLOREN AOIZ ESCRITOR

El Estado español, el ave Fénix y las piedras del camino

La redada masiva contra dirigentes de Batasuna es, en opinión de Floren Aoiz, una muestra de la incapacidad y desistimiento de José Luis Rodríguez Zapatero de abordar el conflicto político dando paso a un nuevo escenario en las relaciones entre el Estado español y Euskal Herria, toda vez que recurre a la represión, instrumento que repetidamente se ha mostrado inútil en la estrategia del Estado, máxime cuando la sociedad vasca ha decidido ser dueña de su futuro.

Hay estados capaces de tropezar cientos de veces en la misma piedra. Es más: pueden pasar decenios haciéndolo. Las recientes detenciones de ciudadanas y ciudadanos vascos por sus actividades políticas lo demuestran. Recurrir a la Policía y pretender descubrir ¡en 2007! las virtudes de algo que ya se evidenció como fracaso estrepitoso allá por los tiempos del proceso de Burgos significa reconocer su incapacidad para afrontar el problema. Con estas decisiones, lejos de trasmitir fortaleza, nos indican que se dan por derrotados y que se han resignado a repetir el guión mil veces escrito y reescrito.

En lugar de dar una lección de firmeza, la figura de Rodríguez Zapatero se desploma una vez comprobado que no es sino uno más en la lista de políticos mediocres incapaces de solucionar el conflicto y abrir un nuevo escenario en las relaciones entre el Estado español y Euskal Herria. El PP y la derecha fáctico-mediática han marcado desde la oposición los límites de la acción del Gobierno, y han acotado el margen de maniobra del PSOE, sin que este partido haya sido capaz de plantarles cara, angustiado como ha estado -desde su llegada a La Moncloa- por las encuestas y previsiones electorales. No es extraño que Rodríguez Zapatero recurra ahora a la intensificación de la acción policial, el comodín de todos los gobernantes incapaces de hacer algo más inteligente y valiente.

No es nada nuevo que el Estado español tiene un aparato policial capaz de realizar detenciones. Que los jueces siguen impulsos políticos y firman las órdenes para realizar esos apresamientos tampoco. Ni siquiera puede sorprendernos que algunos medios de comunicación lo hayan anunciado, aclarando que ha sido el Gobierno quien ha elegido el camino, y fiscales y jueces se limitan a ejecutar las consignas que les son trasmitidas. No nos va a asombrar a estas alturas que la operación tenga una vertiente mediática muy acentuada y venga acompañada de una ofensiva para justificar la represión y difundir la idea de que la izquierda abertzale atraviesa una gran crisis que estas detenciones agudizarán. Vuelven los tiempos de los «duros» y los «blandos», y la campaña para deteriorar la imagen del independentismo vasco va a ser despiadada. Es previsible que las detenciones sigan y que se adopten nuevas medidas criminalizadoras y, sin duda, los siervos del poder se mostrarán muy activos en su tarea de justificación de estas atrocidades.

Ahora bien, no hay nada nuevo bajo el sol. La izquierda abertzale se ha curtido en estados de excepción, guerras sucias, razias de todo tipo y escenarios de ahogamiento, aislamiento, persecución y represión. No es casual que sean legión los analistas que la han comparado con un ave Fénix, el ser mitológico capaz de resurgir una y otra vez de sus cenizas. Alguno de los asesores convencidos de las excelencias de las grandes redadas podría leer, por ejemplo, esta indicación del Consulado de los EEUU en Bilbo al Departamento de Estado de este país en septiembre de 1975, pocos días antes del asesinato de los militantes vascos Txiki y Otaegi y otros antifascistas: «Cualquier incremento en las brutales tácticas actualmente empleadas en el País Vasco incrementaría, por otra parte, la simpatía popular de ETA y se prestaría a una mayor radicalización del movimiento separatista vasco». Han pasado 32 años desde que se redactara ese informe, pero sigue siendo un análisis acertado prever que la represión no sólo no logrará neutralizar al movimiento independentista, sino que lo legitimará y lo alimentará políticamente.

Tal vez, Rodríguez Zapatero, aturdido por la arrogancia, sienta la tentación de creer que él logrará el triunfo donde todos y cada uno de sus antecesores fueron derrotados. Es posible que quiera pensar que la colaboración internacional (ésa que, según Aznar, le empujó a apoyar la invasión de Irak) o nuevos saltos represivos arrojarán resultados espectaculares, nunca vistos antes. Incluso puede que se trague las tonterías que escriben sus amigos acerca de una izquierda abertzale dividida y desorientada tras el fracaso del proceso. No podemos descartarlo, porque cada vez que tropiezan en la misma piedra hay detrás algún análisis «brillante».

Pero creo que no es así. Creo que no es casual que un medio tan cercano a La Moncloa como «Público» haya anunciado los encarcelamientos de dirigentes de la izquierda abertzale encuadrándolos en la estrategia electoral del PSOE. Me temo que estamos ante una huida hacia adelante, una chapuza más de un gobierno tramposo e improvisador. Un gobierno que ha fracasado en su intento de convertir el proceso en la liquidación de la izquierda abertzale y al que también le está saliendo mal el plan alternativo de culpar a los ahora detenidos del fin del diálogo.

Para colmo, en el PNV muchos no están dispuestos a hacerse el haraquiri para salvar la cara a Zapatero. No creo que el Gobierno español soñara con encontrarse ahora con una reactivación de la discusión acerca del derecho a decidir de la sociedad vasca, por muy oportunistas y electoralistas que sean las palabras de Ibarretxe, y por mucho que entren en contradicción flagrante con el papel que el PNV ha jugado en el proceso.

El Gobierno español se vuelve a equivocar, tanto si cree que la represión es estratégicamente eficaz como si se mueve por un análisis tacticista, mediatizado por sus necesidades electorales. No les va a salir bien, porque esta no es la manera de afrontar los conflictos políticos, como demuestra una larga experiencia: nadie apaga un fuego echando más leña seca. Y si esto sería un error para un gobierno fuerte y asentado, ¿qué decir del que encabeza Rodríguez Zapatero, que todavía esta misma semana se veía obligado a aclarar que no es presidente por accidente?

Mientras el Estado español sigue empeñado en tropezar repetidamente en la misma piedra, y ante la seguridad de su enésimo fracaso, el dato fundamental es que la sociedad vasca está decidida a superar el conflicto y ser dueña de su futuro. Por eso no hay nada más inútil que empeñarse en acabar con el Ave Fénix.

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